Diego Carcedo, el periodista de TVE que contó la salida de EE.UU. de Vietnam: "Ninguna guerra es comparable"
- El reportero relata los momentos que vivió en la zona 50 años después de la retirada de EE.UU.
- "Nos habían dicho que nos recogerían en helicópteros, en barco, lo que fuese para sacarnos de allí.", recuerda
Hace 50 años que la guerra de Vietnam empezó a terminarse. En marzo de 1973, los Estados Unidos arriaron sus banderas de las bases militares y comenzaron el repliegue del medio millón de soldados que habían enviado al país asiático. Pero la guerra todavía duraría dos años más. Culminaría con la caída de Saigón en manos del Vietcong y el ejército de Vietnam del Norte. Un equipo de TVE estaba allí. El enviado especial era Diego Carcedo.
PREGUNTA: ¿Qué imagen, sonido o situación se te viene a la memoria cuando piensas en Vietnam?
RESPUESTA: Vienen muchos recuerdos. Fundamentalmente, del día que terminó la guerra en el año 75, el 30 de abril. Pero ocurrieron muchas cosas. La guerra duró muchos años y durante todos esos años hubo diferentes acontecimientos diplomáticos y, por supuesto, militares. Yo estuve en tres ocasiones en Vietnam. Recuerdo lo imponente que era el despliegue de las tropas estadounidenses en Vietnam del Sur. Llegaron a ser 540.000 unidades militares. Ver una caravana de tanques era verdaderamente impresionante. Al Vietcong no los veías, porque eran guerrilleros que estaban escondidos en una selva. Tengo recuerdos de ir en los helicópteros del Ejército y tener tiroteos de abajo a arriba y viceversa.
P: ¿Has conocido otra guerra como la de Vietnam?
R: No, yo he estado en siete guerras, pero ninguna es comparable con la de Vietnam.
P: La guerra no termina hasta 1975 y vosotros aguantasteis en Saigón hasta el final. ¿Cómo fue la evacuación?
R: Los estadounidenses lo planifican todo y ya habían ido sacando unidades. Cuando Saigón ya estaba claro que iba a caer, hubo una reunión y convocaron a los periodistas extranjeros que quedábamos en Vietnam del Sur, en Saigón, que seríamos unos 250 o así. Nos reunieron para comunicarnos que iba a haber un plan de evacuación de todos los civiles que seguían en Vietnam.
Fue una evacuación en colores: empezaba con el color blanco, que era evacuar a mujeres ya niños y ancianos, y después iban pasando al color azul, el color verde y finalmente estaba el color rojo, que ese era ya el de la situación desesperada, donde ya no había ninguna garantía de nada para que saliésemos. La inmensa mayor parte de los periodistas se apuntaron a los colores anteriores para marcharse. Pero nosotros, Televisión Española, y aquí tengo que recordar a los compañeros José Manuel Alaiz, Juan Manuel Fernández Reverte y Javier García Llamas, decidimos quedarnos hasta el último momento.
Salimos incluso después del presidente de la República, que abandonó la ciudad diciendo que se iba a combatir pero era mentira. Se fue con dos aviones llenos de coches, incluidos varios Mercedes que tenía, y acabó en Taiwan. En fin, nosotros fuimos de los pocos que nos quedamos, unos 70, la mayor parte españoles y franceses.
P: ¿Los estadounidenses ya se habían ido?
R: Sí, la mayoría de estadounidenses ya se habían ido. Algunos se quedaron, pero la mayor parte se había ido ya. Para la evacuación debíamos estar pendientes de la radio de las Fuerzas Armadas de EE.UU. , que escuchábamos en onda corta y que daba noticias. La consigna era que cuando escuchásemos que el locutor dijese ''en estos momentos la temperatura en Saigón es de 108 grados y sigue subiendo", y a continuación pusiesen la canción 'White Christmas', cantada por Bing Crosby, en ese momento teníamos que salir zumbando, disparados. Recuerdo que estábamos en la azotea del hotel viendo los bombardeos. Y estando arriba con la radio escuchamos la canción de Bing Crosby y ahí dijimos ''venga hay que salir ahora mismo".
Yo bajé a la recepción del hotel y ya no estaban las recepcionistas habituales, que eran unas chicas muy simpáticas, sino dos tipos con mala pinta. Me pongo a pagar y me piden 450 dólares. Yo llevaba el dinero vietnamita en una maleta, y tenía que pagar en dólares. Así que les digo, ''bueno, esto es Vietnam del Sur, ¿no? Ese de la fotografía que tienen en la pared es el presidente". Pero el tipo me dice, ''no, no, usted tiene que pagar esto en dólares y no sé qué". Y yo en ese momento me puse muy nervioso, muy tenso, porque era un momento de una tensión terrible, terrible. Entonces sale el recepcionista apuntándome con una pistola y dice ''usted habla inglés, ¿verdad? Usted entiende lo que está diciendo, que mi compañero, ¿no? Tiene usted que pagar lo que le dice mi compañero".
En ese momento tuve una tentación de locura total. Había un florero de cristal y estuve a punto de cogerlo y tirárselo en la cara al tío de la pistola. Pero en ese momento, Alaiz y Reverte me frenaron. Si no es por ello, aquel día hago un disparate. Finalmente, pagamos y nos quedamos casi sin dinero ya en dólares.
P: Pero gracias a eso pudisteis salir del hotel…
R: Sí, salimos a la calle. Estaba ya todo patas arriba. Había gente rompiendo escaparates, los cristales de los coches. Teníamos que presentarnos en la sede del Ministerio de Marina, a la orilla del río. Allí nos habían dicho que nos recogerían en helicópteros, en barco, lo que fuese para sacarnos de allí. Íbamos caminando y de pronto vemos que dos chicas que conocíamos del hotel venían en una motocicleta hacia nosotros. Querían que las ayudáramos a escapar también, porque todo el mundo quería escapar de alguna manera. Y en esto dos de los guardias que estaban por allí les dispararon. Pum, pum, pum, delante de nosotros. Allí mismo mataron a las dos chicas. Justo después nos dicen que una bomba acaba de estallar en el Ministerio de Marina, que no podemos ir allí a evacuar. Así que nos cambian de sitio.
De camino a esta nueva ubicación nos encontramos con tres periodistas franceses que nos dijeron que ellos se quedaban. Habían conseguido un pase que les había dado el Partido Comunista francés. Yo en ese momento dudé. Estaba loco, trastornado, y dije ''nos quedamos". Entonces Alaiz me dijo: ''Mira, Diego, sabes que te acompañé a muchos sitios y hemos compartido mucho peligro. Pero estoy esperando a mi segundo hijo y ya sabes que Manoli quiere que seas su padrino, así que tenemos que marcharnos”. Al final decidimos continuar y seguimos machando en manada.
P: ¿A dónde fuisteis?
R: Fuimos hacia un lugar que debía ser un sitio de la CIA camuflado. Algo así como la universidad de Filadelfia, de Pennsylvania, típica sede camuflada. Allí aparecieron unos autocares y empezamos a subir. Nos llevaban los marines, que rodeaban los vehículos. Subimos, pero García Llamas, que era el técnico de sonido y muy joven, sin experiencia, se quedó atrás. Y yo cuando estaba arriba me di cuenta y le llamé ''Javier, Javier, Javier", y me bajé. Alaiz y Reverte también se bajaron y nos quedamos los tres en tierra junto con otros cinco o seis periodistas más. Pasó un tiempo y apareció otro autocar, echando humo. Nos fuimos en autocar y entonces empezó una peregrinación por el centro de Saigón a tiro limpio. El autocar nos llevó primero a la zona del puerto, del río. Estaba lleno de gente. El autocar atropellando a la gente, con los marines disparando. Y así estuvimos todo el día dando vueltas por Saigón.
Me acuerdo de que el autocar derribaba los puestos de venta, la gente asaltaba los coches, los escaparates. Por fin llegamos a la zona de la embajada de EE.UU., que estaba rodeada por unas 150.000 mil personas que querían escapar a través de la embajada. Nos bajaron del autocar protegidos por los marines.
Cruzamos todo aquello, fuimos a la parte trasera de la embajada, y allí había un portón de hierro muy grande trancado. Había una caseta de guardia que estaba medio derruida y arriba unos marines que nos iban subiendo. Los últimos éramos exactamente los cuatro de TVE, el secretario de la embajada en Japón, una periodista de la BBC y un tipo que iba con un saco de plástico lleno de dinero, de monedas. Debía de ser un empresario, no sé. A todo esto, por allí pululaba la gente de la CIA. Los marines nos tiraron unas cuerdas para izarnos y saltar dentro de la embajada. Yo me quedé el último. Y en esto hubo una oleada de gente que me aplastó, y me aplastó contra la caseta que había de los guardas. Me encontré con una mujer, una señora mayor que llevaba un niño muerto en el brazo. Y yo en ese momento me desmayé. Recuerdo que me desmayé y ''aquí me quedo", me digo. Pero desde arriba me gritaron ''Diego, Diego", y yo me agarré a la cuerda y ya me subieron. Luego nos tuvieron allí toda la noche.
P: ¿Qué pasó después?
R: Estuvimos en los jardines de la embajada. Había una piscina muy grande y estaban echando sacos de sal para destruir todos los documentos. Los helicópteros iban sacando a la gente según las preferencias. Ya muy de madrugada nos tocó a nosotros y nos llevaron a un barco de la flota. Allí nos dieron de desayunar y muy bien, pero estando ahí nos dicen que tenemos que pasar a otro barco, que era un carguero puertorriqueño de madera, todo destartalado. Nos llevan para allá a los periodistas junto a mucha más gente.
Nos metieron 5000 personas en el barco amontonados. Y ahí estuvimos seis días en el barco. Los periodistas nos metimos en la cubierta, ahí, entre unas cuerdas que había del barco y ahí nos cobijamos, nos tapamos con el calor que hacía de alguna manera y estuvimos seis días sin comer nada, nada, nada. Y beber, de vez en cuando pasaban y repartían agua, nos daban un vasito de agua, y así llegamos a la bahía de Filipinas, donde está la base americana. Nos bajamos muertos, muertos, muertos. Yo recuerdo que caminamos, y habían puesto unos puestos así para recibirnos. Atendían generalmente mujeres de los militares americanos que estaban en la base. Íbamos en fila pasando de uno en uno, estábamos sin ducharnos ni nada, sin nada. Y entonces a mí me llega una señora que me dice ''¿Usted es español? Mire, yo soy de Granada".
Me acuerdo que me dieron una lata de refresco que se llamaba Doctor Pepper o algo así. Un refresco, una Coca-Cola de antes, que me la devoré. Bueno, nos metimos en seguida en los baños y tal y estuvimos allí. Y nos dieron algo de comer. Ya por la mañana nos metieron en otro barco y nos llevaron a Manila. En Manila yo llamé a la embajada nada más llegar y me preguntan "estáis sanos, estáis bien, es que está aquí un compañero vuestro, Alaiz". Alaiz se quedó pasándolo fatal creyendo que nos habían matado. Porque, entre tanto, había salido una noticia diciendo que la guerrilla de la montaña había metido presos a un grupo de TVE. Y lo dio la agencia EFE. Y aquí en España hubo la gran suerte que EFE lo vio en España, llamó a TVE, creo que habló con Buigas, director de Producción, y preguntó qué sabían. Y no sabían nada. Claro, hacía cuatro meses que no se podía hablar por teléfono. Y bueno, estuvimos tres días en Manila, pasamos el reconocimiento y tal, y así caímos en España.
P: A nivel profesional, has estado en varias guerras, ¿la de Vietnam se parece al resto?
R: Creo que no hay comparación posible con el despliegue militar de Vietnam y lo que estaba pasando en esos momentos, porque ocurrieron muchísimas más cosas aparte de las puramente militares. Para trabajar, lo que hacíamos era madrugar muchísimo, desayunábamos a las seis o algo así, veíamos dónde estaba la frente, donde había combates para tomar imágenes cada día en un sitio distinto. Íbamos en un coche Renault pequeñito, casi no cabíamos y nos llevaba un conductor que era muy valiente, la verdad, se metía por todas partes. Hubo días que tuvimos una suerte enorme de rodar follones enormes. Un día que llegamos a un sitio, que había unos tanques allí y había un bombardeo, nos quedamos y nos camuflamos.
También estaban Vicente Romero y Manu Leguineche, pero se marcharon unos días antes de la caída de Saigón porque se cumplía el aniversario de la revolución portuguesa y había elecciones en Portugal. Pero yo me acuerdo que, en un momento dado, Vicente Romero se fue al pueblo que estaba más cerca a comprarse unas cocacolas o algo para beber y fue entonces cuando pegaron un cañonazo donde estábamos nosotros e hirieron a un inglés. Hubo que sacarlo de allí con la espalda sangrando, no sé qué habrá sido de él. El obús que nos tocó hizo un pozo enorme que nos dejó acojonados.
P: La guerra del Vietnam empezó a terminarse con la bajada de bandera de EE.UU. pero tardaría dos años más en acabar realmente. ¿Por qué es tan difícil ponerle fin a una guerra?
R: Pues ha habido guerras que han durado 100 años… La guerra supone, además de muchos tiros y muchas muertes, muchos intereses. Muchos, muchos intereses. Estamos asistiendo a la guerra de Rusia y Ucrania. Y a mí, por ejemplo, me admira mucho que ya desde el principio, desde el primer de mes, la guerra no entrase en una fase de negociación. Que esos dos países teóricamente civilizados en Europa no busquen una negociación, con el resto del mundo pagando las consecuencias, que no estén influyendo, buscando la forma de que se negocie para que esto se acabe. Y esto no se acaba y no lleva camino de hacerlo.
Ahora los chinos han presentado una propuesta de negociación que la verdad es que no tiene muchas perspectivas porque los chinos y los rusos estaban más o menos compinchados, pero los estadounidenses no quieren. Yo creo que los americanos no tienen mucho interés en que termine esta guerra. Hay muchos países de Europa, de la Unión Europea, que ya están empezando a cansarse de tener que mandar armas. Esas armas hay que pagarlas previamente, hay que comprarlas. Y esas armas las fabrican en algunos países, pero en otros, no. Donde más se producen es en Estados Unidos.
Yo he visto siempre que los Estados Unidos en seguida que hay una guerra se apuntan y donde automáticamente la industria militar prospera y sube porque tiene mucho más mercado. En el caso de esta guerra es muy incomprensible que no se haya conseguido ya un acuerdo de paz. Y la perspectiva es que esto puede durar muchísimo. Hemos llegado a una situación en la que Putin no va a darse por derrotado y en la que Estados Unidos y la OTAN, tampoco van a dejar que Rusia gane esa guerra, ni muchísimo menos.
Esto va teniendo una situación en que hay una guerra entre dos países, en la que uno de los dos pone las armas, los disparos, y otro pone lo que le dan para disparar y para defenderse, y los muertos. Porque los muertos los pone Ucrania. Muertos rusos habrá unos cuantos soldados, pero no civiles. Esos los está poniendo Ucrania, lo que es terrible.
P: ¿Por qué sigue siendo importante la guerra del Vietnam? ¿Por la derrota de los Estados Unidos, por el cine, por los relatos de los periodistas?
R: Por muchas cosas. Todas ellas, me apunta a todas ellas. Yo creo que esta guerra tuvo un precedente ya muy periodístico, que fueron todos los años en que empezó a haber en Estados Unidos manifestaciones en Yale, por ejemplo, donde Jane Fonda y compañía haciendo protestas contra la guerra. Porque, claro, en Estados Unidos estaban llegando todos los días aviones con muertos. Una de las cosas que yo grababa muchas veces en Vietnam era el cementerio de Saigón, donde se hacían los entierros de los muertos. Después los embarcaban, los traían y los recibían en Estados Unidos. Y aquello tenía una repercusión enorme en el país. Y luego tuvo enseguida un enorme impacto internacional. En buena medida también, porque fue una guerra que los periodistas la pudimos contar en vivo. No tuvimos censura.
Yo recuerdo en El Cairo, en el Yom Kipur, que teníamos que escribir las crónicas en francés, en inglés o en árabe. Tenemos que entregarlas en uno de esos tres idiomas para la censura. Y te cortaba la mitad. O entera. En Vietnam nunca nadie nos censuró. Al contrario. Y después yo creo que influyó mucho también que fuera la primera derrota de los Estados Unidos. Fue una derrota que dejó una huella enorme. Todavía ahora, esos atentados que de pronto se cometen en colegios, siguen teniendo la huella de Vietnam. La huella que dejaron los excombatientes de Vietnam es terrible porque la mayor parte de ellos salieron de allí completamente tocados. Eran tropas forzosas que estaban allí sin saber qué coño hacían allí. Yo me acuerdo que hablando, por ejemplo, con hispanos, muchos texanos o de Nuevo México y se preguntaban por qué estaban allí. Porque no tenían ni puñetera idea de qué pintaban allí.