'Oso vicioso': cocaína, gore, salvajismo y comedia familiar ochentera
- Se estrena la comedia de terror de Elizabeth Banks que parte de la historia real de un oso muerto por sobredosis en 1985
La historia real: Andrew Thorton, un exmilitar estadounidense, traficaba con cocaína a comienzo de los 80 transportándola en vuelos desde Sudamérica para soltarla en paquetes sobre Tennesse. En septiembre de 1985, su paracaídas falló y la carga de quince millones de droga quedó abandonada en un bosque. Dos meses después, un cazador encontró el cadáver de un oso negro americano junto a uno de los paquetes de Thorton. Había fallecido de sobredosis tras ingerir cuatro gramos.
La película: olvida todo lo anterior. En Oso vicioso, Elizabeth Banks, parte del accidente de Thorton para divertirse con la idea de un mamífero de 250 kilos consumiendo cocaína sin parar mientras siembra el terror entre un grupo de humanos que por distintos motivos están en un parque natural.
Comedia gamberra, oscura a ratos, pretendidamente inverosímil siempre, Oso vicioso (Coacaine bear en su título original) es, en el mejor y peor de los sentidos, el desparrame que su premisa promete. Lo más sorprendente es la mera existencia de la película, un argumento de absoluta serie B de los ochenta que produce uno de los grandes estudios de Hollywood: el consumo irónico es plenamente mainstream.
Oso vicioso arranca con la caída de las bolsas de Thorton. A partir de ahí, un grupo de traficantes (liderados por Ray Liotta en una de sus últimas películas antes de su fallecimiento), una madre (Keri Russell) que busca a su hija perdida, unos adolescentes gamberros y una guarda forestar, sufrirán el terror del oso que busca comerse todos los kilos de las bosas como si fueran harina y al que la sustancia le provoca una agresividad inaudita en un animal poco o nada agresivo con los humanos.
Banks (actriz de Los juegos del hambre y directora de la última versión de Los ángeles de Charlie) juega con la recreación ochentera: no solo con la banda sonora, peinados mullet, o estilo de ropa, sino con el aroma de las películas de horror de la época
Oso vicioso también sirve para a Banks para rendir homenaje a la fuerza de la maternidad. Tanto la osa como la madre protagonistas luchan por sus crías mientras los hombres son un muestrario cómico de estupidez, pasividad o avaricia. Pero no hay intenciones moralizantes, más allá de que la película no traspasa límites de violencia o consumo de drogas con los niños protagonistas.
Producida por Phil Lord y Chris Miller (directores de maravillas con premisas no menos locas como Lluvia de albóndigas), Oso vicioso es también un festival de referencias como el inicio a lo Tiburón de Spileberg, el tono humorístico salvaje de las primeras películas de Sam Raimi, pero también trata de extraer algo más en la construcción de los personajes y diálogos de sus personajes secundarios. Casi lo que se echa en falta en es que prescinda de los héroes familiares y se lance directamente a la locura que anuncia desde el título.