César Dezfuli, World Press Photo 2023: "Las prisas en periodismo son pan para hoy y hambre para mañana"
- El fotoperiodista madrileño de 32 años es uno de los ganadores World Press Photo 2023 por su proyecto Passangers
- En los últimos siete años ha estado siguiendo la trayectoria de 118 pasajeros de una barca en el Mediterráneo Central
El 1 de agosto de 2016, 118 personas fueron rescatadas en el Mediterráneo Central, a 20 millas náuticas de la costa de Libia. La tarde anterior el mar estaba tranquilo, las olas pequeñas, el desierto de agua parecía una balsa en la que se reflejaba cada detalle del cielo. El buen tiempo permitió el rescate de este bote en un contexto de relativa calma que le permitió a Cesar Dezfuli (1991) emprender su proyecto 'Passenger'. Una serie de retratos de historias documentadas que, tras varios reconocimientos internacionales, el pasado miércoles ganó el World Press Photo 2023 en la categoría de Formato Abierto de la región Europa.
La mirada de Amadou Sumaila se sale de una de las paredes de la casa de Dezfuli, parece que sus ojos escuchan durante la entrevista del fotógrafo con RTVE.es. Ese azul del Mediterráneo y las miradas firmes han sido portadas de medios internacionales y de decenas de exposiciones de este fotoperiodista de 32 años. Siete años después el proyecto sigue vivo. De las 118 personas retratadas en el Mediterráneo, ha contactado con 105 y ha vuelto a reencontrarse con 75. Dezfuli, emocionado, intenta explicar lo que han supuesto siete años de trabajo periodístico de buceo por estas vidas después del mar.
PREGUNTA: Estás muy emocionado…
RESPUESTA: Emocionadísimo. Por lo mucho que creo en el proyecto, por todas las ganas y esfuerzo que le he puesto en acompañar a estas personas. He intentado entenderlas, he querido compartir sus historias y sus vidas. El proyecto está teniendo mucho impacto, está llegando a muchos rincones del mundo y es muy bonito. Cuando yo concibo el proyecto, al principio, tenía como objetivo la opinión pública italiana. Me imaginaba lo importante que podría ser en una Italia donde la extrema derecha estaba en auge, sumado al enorme debate político y social que había en Europa sobre la migración. Ahora todo está mucho más calmado, pero en aquel momento este era el tema. No se hablaba de otra cosa. Yo ya había cubierto la crisis de refugiados en los Balcanes y luego quise abordar la ruta del Mediterráneo Central. En Europa solo se hablaba de ello como una gran crisis, enfatizando en las palabras ‘crisis’ y ‘problema’. Nos olvidábamos de que había personas, individuos con historias.
P: 2016 fue el año con mayor número de personas atravesando el Mediterráneo Central, lo hicieron más de 180.000 personas, según la Organización Internacional de las Migraciones. La criminalización de las personas migrantes y de las oenegés de rescate se pone a la orden del día. ¿Cuál era tu objetivo al subirte a un barco de rescate?
R: Yo me ofrecí para ir a bordo del barco Iuventa, perteneciente a una ONG alemana que rescata supervivientes en el mar, con el objetivo de documentar su historia y la de las personas que rescataban. Estuve tres semanas a bordo y esta experiencia me cambió la vida a nivel personal y profesional. Ahora no soy la misma persona que era en aquel momento. Ha habido un proceso evolutivo en mi manera de entender la migración. Mi nivel de conocimiento era muy bajo comparado con todo lo que conozco hoy en día sobre la migración y sobre los motivos de salida de las personas que se suman a esta ruta, de todo lo que les ocurre antes de ser rescatados. No sabía nada sobre lo que estaba pasando en Libia al nivel que yo sé ahora y ahora entiendo mucho más la especificidad de esta ruta. Se generaliza tanto sobre la migración que obviamos que cada ruta migratoria es única. El Mediterráneo Central es la ruta seguramente más perversa del mundo, junto con la de Estados Unidos, por las barbaridades que ocurren en el camino. Yo me he encontrado con que más del 50% de las personas a las que he entrevistado de este barco no querían llegar a Europa cuando salieron de sus países de origen.
P: Emprendes este proyecto para romper con la representación visual de las personas migrantes al que estamos acostumbrados. ¿Te daba miedo repetir esquemas de representación a los que estamos acostumbrados?
R: Existen ideas preconcebidas, estereotipos, sobre realidades como la migración a los que los fotógrafos no somos ajenos. Acumulamos esas imágenes en nuestra mente y a veces es difícil huir de ellas a la hora de hacer nuestro trabajo, tendemos a repetir esos estereotipos, pero la realidad es más amplia y compleja que aquello que queda resumido en una fotografía. Yo cargaba con el peso de esas imágenes que habitualmente representan los contextos migratorios cuando llego al Mediterráneo. Y por mucho que intentaba romper con las narrativas era muy difícil. Por eso he continuado el proyecto, creo que hice un buen trabajo individualizando las personas de ese barco, retratándolas una por una. Pero, aun así, faltaba algo más. Si realmente quería cambiar la narrativa tenía que seguir el proceso de vida de estas personas.
P: Les has puesto nombre y apellido a cada retrato, cada foto tiene un pie de foto propio. ¿Esta ha sido tu estrategia?
R: La manera de cambiar la narrativa pienso que fue la de fotografiar a todas las personas del barco, con una intención muy clara: lanzar el mensaje de que había otra manera de hacerlo. Pero entiendo que no es posible hacer lo que yo hice todo el tiempo. Creo demás que ha habido un aluvión de fotógrafos en ese contexto, que hemos distorsionado la realidad por el hecho de que acceder al Mediterráneo era relativamente fácil. Había una multitud de ONG que necesitaban visibilizar el fantástico y necesario trabajo que estaban haciendo porque era la única manera de conseguir dinero para continuar con su trabajo. Pero el debate sobre la migración acabó centrándose únicamente en el Mediterráneo. Sin embargo, esa es una vía de entrada a Europa muy pequeña en comparación con lo que las entradas de migrantes a Europa representan. Si tú preguntas a alguien hoy en día sobre qué imagen tiene sobre la migración te va a hablar del Mediterráneo. Y este es el resultado de que llevemos años hablando de migración, únicamente hablamos del Mediterráneo y es un error. La migración comienza mucho antes del Mediterráneo y sigue mucho después.
“La migración comienza mucho antes del Mediterráneo y sigue mucho después. “
P: Todos los retratos nos miran. ¿Por qué es importante fotografiar mirando a los ojos?
R: Es necesario para dotarles de una identidad. La mirada es una de las cuestiones que más representan a los seres humanos. Poder mirar a una persona a los ojos, implica conectar con esas personas a un nivel mucho mayor. Los retratos que hice son relativamente simples en cuanto a composición y estética. Pero nada en ellos es casual. Yo concibo que todos ellos tengan más o menos el mar a la altura de los ojos. Busco que eso acentúe la mirada y que cuando estás mirando la composición de la foto te arrastre a esos ojos y que luego ya pases a leer el resto del rostro. Entonces, empiezas a darte cuenta de todos los detalles que hay en cada una de esas imágenes. Algunos llevaban todavía la arena pegada al cuerpo de esa playa de la que salieron. Se ven las marcas de los golpes que sufrieron en Libia. El hecho de que lleven ropa o no lleven ropa también tiene mucho significado en cuanto al contexto en el que salen y cuando se suben a esas barcas.
“Algunos llevaban todavía la arena pegada al cuerpo de esa playa de la que salieron. No se ven las marcas de los golpes y las fracturas que sufrieron en Libia. “
P: A 75 de las 118 les has vuelto a retratar años después… ¿Cómo han sido estos últimos retratos?
R: Lo que intento mostrar con el segundo retrato es la evolución de su identidad. No todos están necesariamente bien en Europa. Hay personas que se encuentran en situación de calle. He escuchado muchas veces el “ojalá yo no hubiese tenido que salir de mi país” o el “ojalá yo me hubiese podido quedar allí”. Y muchos se arrepienten de haber salido de su país, especialmente aquellos que nunca quisieron llegar a Europa. Esos rostros retratados en el mar son el resultado de todas esas barbaridades por las que tuvieron que pasar, por no tener la opción de viajar de una manera segura. Hay personas que están extremadamente demacradas, que están en los huesos y otras que estuvieron semanas sin comer más allá de un pedazo de pan cada día.
P: Hay un elemento fundamental en todo este trabajo que no es habitual en el periodismo, que es el tiempo. ¿El tiempo ha sido tu principal aliado para seguir cada una de las historias?
R: Las prisas en el periodismo son pan para hoy y hambre para mañana. Eso acaba repercutiendo en la calidad de la información. Y al final el público no es tonto. Yo creo que si los medios de comunicación quieren sobrevivir, tienen que empezar a entender que esa política del click no va a durar en el tiempo. Creo que los medios de comunicación para sobrevivir tienen que apostar por diferenciarse, por ofrecer periodismo de calidad en profundidad y convertirse en espacios seguros a los que la sociedad pueda acudir para contrastar todo eso que se mueve en las redes sociales.
P: Has necesitado siete años… Mucho tiempo, dedicación y paciencia.
R: Creo que en esta realidad concreta de la migración, el paso del tiempo es muy interesante. Sobre todo cuando estás centrado en personas concretas, porque a nivel narrativo al público le das la oportunidad de poder acompañar y ver los procesos de estas personas. Lo que les ayuda mucho más a entender y empatizar.
P: Y aún te queda mucho trabajo por delante…
R: Lo que me falta es profundizar un poco más en algunas de las historias y lo quiero hacer a través de una película documental en los próximos dos años. Ahora estoy intentando entender cómo funciona ese mundo, creando un equipo con personas de confianza para poder empezar a meternos en ello, buscar la financiación y centrarme en la vida de cinco personas. Porque yo he querido abarcar mucho, he profundizado bastante, pero no todo lo que me gustaría a nivel visual. Y a través de esta película documental espero conseguirlo.
P: ¿Merece la pena?
R: Absolutamente. Tengo la suerte de haber trabajado con medios internacionales que me han permitido avanzar y crecer. Me da mucha pena cuando hablo con compañeros que trabajan aquí, especialmente del sector fotográfico, porque me dicen que no les dan espacio como para poder profundizar en historias. Nunca tienen presupuesto como para poder desplegar las capacidades que hay en este país. Hay gente muy valiosa, con muy buenas ideas, con muchas ganas, pero se necesita tiempo y dinero para contar historias.