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Libros

'La gota de sangre' o cuando Pardo Bazán retó a Conan Doyle con un detective castizo

  • Emilia Pardo Bazán se convirtió en la primera autora española de novela negra
  • Siruela recupera un relato de 1911 con un investigador que emulaba a Sherlock

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El humor y el misterio son algunas de las claves del relato 'La gota de sangre'
El humor y el misterio son algunas de las claves del relato 'La gota de sangre'

Bajo el escrutinio enciclopédico de la celebración de su aniversario en 2021, han explotado decenas de haces de luz de ese rayo inagotable que fue Emilia Pardo Bazán (1851-1921).

Una titán de vida y literatura rebosante de retranca, contradicciones y una curiosidad voraz que a ojos contemporáneos la convierten en absolutamente visionaria, porque Doña Emilia también se alzó como la primera escritora española de novela negra.

El relato La gota de sangre es una gema difuminada que recupera en solitario la editorial Siruela en su colección Clásicos Policíacos. La génesis del libro en 1911 encaja como un guante en el carácter polemista de la autora de La cuestión palpitante y en la efervescencia novelesca de finales del siglo XIX.

El género negro despuntaba en Reino Unido con las pesquisas del Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, el meticuloso Padre Brown de G. K. Chesterton, más los cuentos góticos de Edgar Allan Poe.

Pardo Bazán siempre al día sobre lo que bullía en las tendencias europeas, se carteaba con Doyle al que afeaba la perfección impoluta (y muy británica) en los métodos de su investigador.

El azogue del reto pudo más y se empecinó en moldear su propio detective “castizo”, Ignacio Selva, que arrancaría una serie de casos. Más un bonus: con el giro pionero de La gota de sangre adelantó con holgura a la reina del suspense Agatha Christie, que hasta 1920, nueve años después, no presentó a Hércules Poirot en El misterioso caso de Styles.

Un relato original, moderno y humorístico

Pero ¿quién es Ignacio Selva? Un señorito bien al que el doctor prescribe para curar su abulia que “explore almas porque no hay vida humana sin misterio”, al que Pardo Bazán transforma en detective accidental y vulnerable en sus debilidades.

Si Sherlock se movía por un neblinoso y encapotado Londres, Selva serpentea por un Madrid de callejuelas, casinos, serenos y petimetres en la resolución de un crimen cruzado en un homenaje cariñoso a la ciudad.

Una pieza breve, de tan solo cien páginas, “moderna, original y costumbrista” como destaca en el prólogo la escritora de policíaco Alicia Giménez Barlett, que apunta como Emilia Pardo Bazán maneja a su antojo los resortes específicos y hasta convierte al sabueso en sospechoso en una pura genialidad.

“Todas las piezas del engranaje terminan funcionando pero además empieza casi a parodiar el género, a reírse, en parte del investigador, de los jueces, de la policía. Hay un ejercicio de posmodernidad porque es capaz de ver las posibilidades expresivas. Es un tipo de humor que juega con las claves del que luego beberá directo Enrique Jardiel Poncela”, redondea Julio Guerrero, editor de Siruela.

El relato esconde un secreto más: un estilo elegante y fresco con precisión en su economía lingüística donde florece el virtuosismo de una gigante de las letras.

Doña Emilia no se enmaraña en largas descripciones y avanza la acción en diálogos a velocidad de crucero. Recupera la musicalidad del castellano antiguo con metáforas que juguetean con expresiones coloquiales sin artificio: “Sois simples como pájaros fritos o sois desmemoriados”…”Estará con algún pollete. Gonzalo es tan viejo que no puede con el rabo”, son algunas de las perlas.

“El restablecimiento de la justicia en el libro no quita para que ella también haga crítica social y se muestre escéptica pasando revista a los distintos estratos sociales como ocurre en la gran novela negra”, apunta el editor sobre una dimensión moral que ya había deslizado en sus más de 400 cuentos de terror donde a menudo denunciaba la violencia contra las mujeres.

La gota de sangre no alcanzó el éxito esperado. Pardo Bazán lo desechó imbuida en mil y una tareas como articulista, conferenciante, catedrática, ensayista o traductora, pero su perspicaz Selva es una buena excusa para revisitar su inmenso caudal creativo. Quizás la definición de Alicia Giménez Barlett sea la que mejor encaje la persona en la leyenda.

“Era simpática, divertida, inteligente y libre como un pájaro. Gracias a esa libertad, basada en que las opiniones sobre su persona le importaban un pito, pudo permitirse escribir lo que se le antojaba y subvirtió muchas normas y no pocos prejuicios”. Y su primera novela negra es prueba del delito.