El 'muro del millón de ladrillos' que recuerda la división en Belfast: "Me gustaría que cayera, pero no lo verán mis ojos"
- Hasta 60 elementos defensivos compartimentan Belfast un cuarto de siglo después de los Acuerdos de Viernes Santo
- Muchos siguen viendo los muros como medida de seguridad y garantes de la paz
Lily y Michelle viven a pocos metros la una de la otra, pero separadas por un millón de ladrillos. Tan cerca que podrían verse desde la ventana, tan lejos, sin embargo. ‘El muro del millón de ladrillos’ es como llaman a la estructura de seis metros de alto que separa las calles Springmartin y Springfield en el oeste de Belfast. Una arquitectura defensiva que se levantó para contener los ataques sectarios en lo que era la zona más violenta de la ciudad durante los Troubles, un conflicto político-religioso que duró tres décadas y costó la vida a 3.500 personas.
Una conversación entre ellas hubiera sido imposible hace unos años. Ahora son amigas y cada jueves se dan cita junto con otras mujeres de ambas comunidades –católica y protestante- en un centro en el que, mientras hacen manualidades y toman té o café, conversan sin tapujos de cualquier cosa. Lo mismo hablan entre risas de sus primeros amores que adoptan un tono más serio para comentar temas delicados; aquellos que, durante décadas, les han hecho verse como enemigas.
"No entiendo por qué a Michelle no le gusta mi bandera. No va a bajar y prender fuego a nada, es solo una bandera, no hace daño a nadie", comenta Lily. A lo que Michelle responde: "No quiero ver todo el tiempo la Union Jack porque yo no soy británica". Sigue el debate: "A mí no me molesta tu bandera irlandesa", asegura Lily en tono conciliador. "Yo no tengo una bandera en el jardín", replica mientras nos enseña la decoración tricolor de su puerta en el día de San Patricio.
Los temas identitarios se suceden. De los estandartes saltan al idioma. En casa de Michelle hablan en irlandés. "En mi comunidad siempre se ha visto como una amenaza. Cuando dije que iba a aprenderlo me dijeron que para qué demonios lo iba a hacer ¿No va la gente a estudiar francés o español? Pues el irlandés es una lengua más. Quiero estudiarlo y eso hago", apunta Lily a sus 79 años desafiando a lo establecido en su entorno.
“Nos negaron la infancia. Te sentías amenazado“
Los muros son barreras físicas, pero no son ni tan altas ni tan sólidas como las mentales. Sigue habiendo recelos y suspicacias mutuas. Heridas, traumas, rencores y miedos. "Yo me levantaba cada mañana para ir al colegio y había un soldado británico con una pistola en mi puerta. Nos negaron la infancia. Te sentías amenazado, inseguro, pensabas que te iban a disparar porque de niño no entiendes lo que pasa", comenta Michelle, que por su edad, en torno a los 40, podría ser hija de su amiga.
"Para nosotros, los católicos, el enemigo era el ejército, que se suponía que debía protegernos y nos mataba, el gobierno, los paramilitares… no los protestantes", asegura para sorpresa de Lily. "Yo de eso me acabo de enterar y vamos a ver… el IRA asesinaba a civiles y eso era contra los protestantes, no contra los soldados", puntualiza mientras repasa una retahíla de atentados mortales que presenció confirmando su suerte por haber salido siempre ilesa. "Entiendo lo que dices y eso no estuvo bien", conviene Michelle.
Brexit, colapso de las instituciones y posibilidad de reunificación
La política actual sigue siendo reflejo de estas divisiones que definieron el conflicto, aunque algo está cambiando, según denota el último censo y también los últimos resultados electorales. Cada vez hay más personas aconfesionales y el partido de la Alianza, apartado del sectarismo, obtuvo un 17% de los sufragios. En cualquier caso, los Acuerdos de Paz de Viernes Santo obligan a las dos principales fuerzas a ponerse de acuerdo para gobernar y de momento, no hay entendimiento.
El punto de fricción –el Protocolo- deriva del Brexit, que ha venido a polarizar las posiciones en este territorio. Por otro lado, el Sinn Fein, que defiende la reunificación, por primera vez desde la partición de la isla hace un siglo ganó las elecciones en mayo de 2022. "La población protestante está cayendo, ya no son la mayoría y eso lo ven como una amenaza", apunta Michelle, que ve en el acceso al mercado británico y al europeo una oportunidad.
"Podemos ser el nuevo Londres, el centro de la actividad económica y eso es prosperidad", señala. Los norirlandeses tienen la opción de tener tanto pasaporte británico como irlandés y desde el divorcio, la demanda de pasaportes comunitarios, la llave sin visado a 27 países, se ha disparado. Puro pragmatismo. "No lo tengo y no lo había pensado hasta ahora, pero lo voy a pedir ¿Crees que mi marido podrá solicitarlo también? Lleva viviendo aquí de toda la vida, pero es inglés", comenta Lily.
"Yo soy irlandesa y no necesito una Irlanda Unida para ser irlandesa. Eso es política. Venimos del Brexit, las largas negociaciones que todavía no han terminado… creo que la reunificación de Irlanda, si llega, tiene que ser un proceso más tranquilo. No tengo una posición clara, necesito más información porque son dos sistemas muy distintos ¿Qué es lo mejor para mí, para mi familia, para el país?", apunta Michelle dejando de lado el idealismo. "Yo creo que sucederá tarde o temprano. Sin duda. Pero no creo que ese sea el debate ahora", responde Lily con una afirmación que pondría los vellos de punta a muchos en su comunidad protestante.
Cuando se conocieron, Lily le preguntó a Michelle si apoyaba al IRA. La siguiente cuestión, ante la negativa, fue por qué votaba al Sinn Fein. "Para mí el Sinn Fein era el IRA y el IRA la violencia", apunta ahora satisfecha con las explicaciones de su vecina, aunque con posos de sospecha. Reconoce que su mentalidad ha cambiado con los años. "Han ganado las elecciones. El país necesita moverse. Quizá necesitamos algo distinto. Se supone por mi pertenencia que soy unionista, lealista, pero yo solo me identifico como protestante. Los partidos unionistas no han hecho nada por nosotros, quizá el Sinn Fein lo haga", sentencia con total normalidad democrática.
Los muros: "Mi generación tiene un trauma psicológico"
"A mí me gustaría que el muro cayera, pero sé que no lo veré en mi vida", dice Lily. "Yo hace años me sentía amenazada por los católicos, pero ya no. Sin embargo, para mucha gente en mi comunidad esa barrera sigue significando seguridad", continúa mientras explica que su hija tiene un matrimonio mixto. "Para mí el muro significa paz, que mis hijos puedan jugar sin que yo esté preocupada. Si hubiera problemas, nosotros, los que vivimos justo al lado, seríamos los que sufriríamos y yo no quiero sufrir", apunta Michelle.
Las encuestas señalan que a la mayoría de los norirlandeses les gustaría que desaparecieran, pero no ahora, sino a lo largo de la vida de sus hijos o nietos. "Mi generación tiene un trauma psicológico que no tendrán las siguientes. Diría que hacen falta cincuenta años más para que caigan del todo", asegura Michelle.
El objetivo de estos grupos que financian Gobiernos internacionales a través del Fondo Internacional para Irlanda es generar el clima para que la transformación de estas áreas donde al sectarismo se une el hecho de ser las más humildes de la ciudad, sea posible. Fomentan la dulcificación de algunas de estas barreras, las reimaginan, eliminan murales o grafitis que puedan resultar ofensivos para alguna de las partes y los sustituyen por otros siempre y cuando todos lo convengan. "El objetivo último es la eliminación, pero es ingenuo pensar que eso va a suceder de forma inmediata", señala Seamus Corr, coordinador de este proyecto.
“Es posible que se produzca un efecto dominó“
"Hay avances significativos y cuando se aprecien las mejorías es posible que se produzca un efecto dominó", explica desde Francia por videoconferencia el presidente del Fondo, Paddy Harte. Una ciudad compartimentada por muros, alambradas y puertas que se cierran por las noches parece la antítesis de una sociedad pacificada, si bien los ladrillos no son sino la expresión de un sectarismo fuertemente interiorizado; de los miedos, la desconfianza y los traumas, sólidos como el cemento que los ensambla.
Antes de derribar barreras es necesario construir la confianza que permita una verdadera convivencia. El compromiso era lograr un paisaje urbano limpio antes de este vigésimo quinto aniversario, pero ese objetivo queda lejos. Los suyos pasaron de ser mundos enfrentados a ser mundos paralelos tras el silencio de las armas. Y solo ahora, comienzan a rozarse en grupos como estos, cuyos asistentes, una minoría, tienen la ingente labor del boca a boca en sus comunidades para convertir la paz firmada en un papel en torno a una mesa en una realidad tangible.