¿Es la ayuda humanitaria altruista o egoísta?
- Los cooperantes sienten un deseo irrefrenable de ayudar al prójimo que, a veces, resulta difícil no confundirlo con egoísmo
- Trabajadores humanitarios y sus familias hablan abiertamente de compromiso, motivaciones, miedos y emociones
- Ya puedes ver el preestreno de 'Egoísta' en RTVE Play
Algunas personas sienten una fuerza interna que les impulsa a entregarse en cuerpo y alma a ayudar al que más lo necesita. Para hacerlo posible, no dudan en arriesgar sus vidas a miles de kilómetros de sus familias.
Algunas de estas personas que trabajan para Médicos Sin Fronteras han decidido contar lo que, a menudo, guardan para sí mismos: sus motivaciones, los riesgos que corren, las debilidades contra las que luchan y la dificultad para vivir entre dos mundos completamente antagónicos.
Un imparable deseo de ayuda
Raro es el día en el que no vemos alguna información sobre guerras, catástrofes y pobreza. El sufrimiento conmueve e indigna a muchas personas. Sin embargo, sólo unas pocas pasan a la acción sin dudarlo. Son los trabajadores humanitarios, aquellos que ante el dolor ajeno se comprometen porque dicen sentir un irreprimible deseo de ayudar a los desahuciados del planeta.
"¿Por qué se hace?" se pregunta Claire, una de estass trabajadoras humanitarias que ha elegido este modo de vida. "Cada uno tiene sus propios motivos y no se les puede juzgar", añade.
“El compromiso con la misión humanitaria tiene que ver con mi visión de la injusticia“
Como ella, miles de personas han optado por este camino donde la vocación les empuja a transitarlo entre conflictos bélicos, catástrofes naturales, conflictos bélicoscatástrofes naturaleshambrunas. David cambió la comodidad de su vida en el primer mundo por llevar su conocimiento y habilidades al tercero. Subraya que, en su caso "el compromiso con la misión humanitaria tiene que ver con mi visión de la injusticia".
Para otros, como la ruandesa Marie, fue la devastación de la guerra la que la empujó a dedicar su vida a la ayuda humanitaria. Y ahora, "esa es mi razón de vivir", asegura, mientras trabaja como el resto de sus compañeros porque todos creen ciegamente que con su labor contribuyen al cambio por un mundo mejor.
Riesgos, impotencia y algún Kalashnikov en el camino
Pero mientras esto llega si llega algún día, la labor humanitaria se topa a diario con infinidad de riesgos. Trabajar sobre el terreno en zonas peligrosas expone a estas personas a cualquier incidente.
En los últimos años, los contextos de guerra o las regiones extremadamente violentas se han endurecido y todos saben que "el riesgo es dejarse la vida", admite Marjorie. "Ahora somos un blanco, nos hemos convertido en un objetivo", explica Christine.
“Cuando te apuntan con un "Kalashnikov" a la sien es extremadamente aterrador“
Coralie sabe bien de lo que habla su compañera. "Cuando te apuntan con un Kalashnikov a la sien es extremadamente aterrador", confiesa. Aunque, también cuentan que, de todos los miedos, a la enfermedad, a los accidentes, a los secuestros, uno de los peores es el no estar a la altura, el sentirse impotentes ante la envergadura de la tarea a la que se enfrentan. Lo que ellos llaman, el miedo a sus propios límites, un temible fantasma que siempre asoma entre la enfermedad y la muerte.
Cuando marchar es más importante que quedarse
Cualquiera de estos miembros de Médicos Sin Fronteras comparte la necesidad de sentirse útil para dar así sentido a su vida, aunque con ello deje atrás a los seres queridos. "A mi hijo le costó aceptarlo, pero en el fondo, hacía tiempo que sabía que me iba a dedicar a esto", cuenta Veronique.
Al principio, no todas las familias comprenden esa necesidad que tienen sus madres, sus padres, sus hermanos o sus hijos para volver constantemente al epicentro del dolor y del sufrimiento humano.
“Es algo más grande que nosotros“
"Intenté explicarle, otra vez, que para mí era importante irme", recuerda la conversación que Jereme mantuvo con su hijo pequeño, cuando se echó a llorar en sus brazos y, diciéndole que le quería, le pedía que no se marchara. "Es algo más grande que nosotros", explica Isabelle, una familiar de otra de estas trabajadoras humanitarias que ha terminado comprendiendo y asumiendo la vida que ha elegido su hermana.
La delgada línea entre el altruismo y el egoísmo
Mirado en perspectiva, la fuerte vocación que les mueve a optar por este particular modo de vida, puede hacer pensar que ese altruismo es tan solo puro egoísmo. Veronique lo tiene claro. "Es cierto que es muy egoísta, porque esto solo me llena a mí", confiesa.
“Me habría gustado que hubiera estado aquí en ciertos momentos de mi infancia“
El enfoque cambia mucho desde el lugar donde se mire. Para los que se quedan aquí, el tiempo transcurre a otro ritmo. Algunos se acostumbran a la ausencia desde el principio, pero para otros como Aude, hija de uno de estos trabajadores humanitarios, "me habría gustado que hubiera estado aquí en ciertos momentos de mi infancia", admite con cierto conformismo. En la otra parte, el panorama es diferente.
“Cuando yo me marché, mi niño tenía 1 año y 4 meses“
Renunciar al hogar resulta muy duro y suele añorarse, pero para Grazella el humanitarismo ganó la batalla. "Cuando yo me marché, mi niño tenía 1 año y 4 meses", comenta.
"¿Se podría considerar que lo que hacemos es egoísta?", se pregunta Iso. Esa es la cuestión que se plantean estos hombres y mujeres "egoístas" que lo dan todo donde consideran que deben darlo y que, como reconoce Duccio, "cuando vuelves, te das cuenta de que a nadie le importan tus necesidades".
El primer mundo se convierte para ellos en un mundo en el que ya les cuesta encajar. Demasiado cómodo, demasiado seguro, demasiado próspero.