Sin sobrecostes, inclusivo y de calidad: las personas con discapacidad intelectual reclaman su "derecho" al ocio
- Algo tan cotidiano como ir al cine o al teatro puede llegar a costarles el doble
- Por ello, una de sus reivindicaciones es la gratuidad de los apoyos personales
Algo tan aparentemente sencillo como elegir en qué actividades de ocio invertir nuestro tiempo libre, ya sea en ir al cine, al teatro o dar un paseo en compañía de amigos, no lo es tanto para muchas personas con discapacidad. Este colectivo se enfrenta a notables sobrecostes, derivados de los apoyos que necesitan, así como a una serie de trabas por una necesaria planificación y anticipación que hace que no siempre puedan acabar haciendo aquello que querían.
"Si vamos al cine, elegimos la película entre todos. Se ven dos películas, pero a veces no ha salido la que yo quería y me he quedado sin verla", explica a RTVE.es Cristian, un joven de 34 años que participa en el grupo de ocio de su asociación. Si él o sus compañeros quieren hacer algo en concreto, lo proponen en la reunión de planificación que se celebra trimestralmente; después, los responsables deciden y planifican las actividades.
Estos grupos permiten abrir la ventana al ocio cada semana, pero siempre bajo la sombra de una estricta planificación que requiere una gran capacidad de adaptación. Las actividades se eligen con semanas e incluso meses de antelación y, como apuntan algunos de los entrevistados, puede ocurrir que, por ejemplo, para cuando se oferte ir al cine, la película que querían ver, ya no se encuentre siquiera en cartelera.
Pese a todo, la mayoría de personas con discapacidad intelectual recurren a estos grupos para salir cada fin de semana, ya que un ocio más individualizado no es apto para todos los bolsillos. Desde Plena Inclusión calculan que el coste de casi cualquier actividad puede llegar a triplicarse para este colectivo.
"A una persona sin necesidades de apoyo, un plan de cine con bebida y palomitas, puede costarle en torno a los 18 euros; para algunas personas con discapacidad intelectual, puede ascender hasta los 77 euros", explica a RTVE.es Sara Fernández, psicóloga y responsable de proyectos en Plena Inclusión Madrid. Muchos necesitan un monitor o persona de apoyo que les acompañe, por lo que habría que contar con asumir el salario de esa persona contratada, más el gasto que ambos generen ese día (entradas, bebidas, transporte…).
Elevados costes y altas tasas de desempleo
Este sobrecoste afecta a un colectivo que, además, tiene grandes dificultades para acceder al mercado laboralLa mayoría no trabaja, solo lo hacen una de cada cinco, según datos de Plena Inclusión, y muchos de ellos suelen enfrentarse a jornadas cortas y a salarios reducidos.
Cristina, por ejemplo, es una joven que trabaja a media jornada y, como explica a este medio, no han sido pocas las veces en las que ha renunciado a algunas actividades propuestas por su asociación. "Trabajo solo por las tardes, tengo el dinero que me da una media jornada, así que cuando algo cuesta mucho, no voy", cuenta Cristina. "Con lo poco que gano, las vacaciones de verano no me interesan, me parecen muy caras".
Este espacio para el ocio, sin embargo, tiene muchos beneficios y, a veces, se deja en un segundo plano para priorizar otras cuestiones, como la vida independiente o el fomento del empleo.
"El ocio siempre va un poquito a la cola y no debería ser así porque es transversal a todo. Tiene mucho que ver con el desarrollo personal y con su satisfacción en general", apunta Fernández. "El bienestar emocional depende en gran medida de que puedas emplear tu tiempo libre en lo que te gusta", insiste.
“"Creo que me beneficia, me distraigo, no pienso en otras cosas"“
"A mí me gusta todo, disfruto mucho", cuenta a RTVE.es Clara, una joven de 30 años con síndrome de Down que espera la llegada del sábado para participar en la actividad de su asociación. Actividades que le sirven para desconectar de la rutina y ver a sus amigos y a su pareja.
Clara, que vive con sus padres y entre semana acude a un centro ocupacional, es la mayor de tres hermanos y, como ellos, "quiere disfrutar de su tiempo libre con sus amigos", explica Carmen, su madre. Le gusta ir al Karaoke, salir a tomar algo y, sobre todo, bailar e ir a discotecas.
Esta última es una actividad que también proponen de vez en cuando en su grupo de ocio, en el que participan otros ocho compañeros y dos monitores. La hora de regreso a casa, sin embargo, suele rondar las 11 de la noche.
"Creo que me beneficia, me distraigo, no pienso en otras cosas", apunta Cristian, que reconoce que no siempre salen adelante todas las actividades que proponen tanto él como sus compañeros. Cuando la propuesta no le gusta, ese día no sale. "Salgo poco", añade, ya que no tiene muchos amigos fuera de su asociación.
De hecho, según datos de Plena Inclusión, en la Comunidad de Madrid, donde vive Cristian, el 25% de las personas con discapacidad intelectual no tiene amigos o amigas, lo cual dificulta aún más un acceso al ocio que tanto los expertos como ellos mismos consideran muy necesario.
Un ocio que se adapte a sus preferencias y su edad
Los profesionales apuntan, además, a la necesidad de un ocio que se adapte a las preferencias y la edad de cada una de estas personas. Mientras que Clara disfruta de una 'tarde-noche' de fiesta, otros como Calixto, un hombre de 74 años, prefiere otro tipo de actividades.
"Yo disfruto mucho con la petanca", cuenta Calixto a RTVE.es desde el piso tutelado en el que vive. Gracias a los profesionales de su asociación, ha empezado a practicar este juego en el barrio en el que vive, junto con otros de sus vecinos. Las personas que le acompañan a diario también han notado un cambio en su estado de ánimo, en el que ha repercutido entablar nuevas relaciones y encontrar este nuevo 'hobby'.
"Me gusta mucho, he conocido a mucha gente. A veces me los encuentro por la calle y me paro a hablar con ellos un buen rato", explica Calixto, sonriente. Todo ello en un entorno que conoce, lo que ayuda a que pueda desplazarse al parque en el que juegan a la petanca por sí mismo, sin necesidad de un monitor de apoyo.
La mayoría de sus compañeros de juego no tiene discapacidad, algo que no suele ser habitual. La mayoría de relaciones que entablan estas personas son con otros miembros del colectivo, así como con cuidadores y especialistas.
Un servicio que se nutre del voluntariado
Por otro lado, como apuntan desde Plena Inclusión, en los grupos en los que participan las personas con discapacidad son muy importantes los voluntarios. "Se apoyan muchísimo en ellos, porque un problema que tienen los servicios de ocio, es que hay mucha fluctuación de profesionales".
El personal se enfrentan a jornadas de fin de semana y contratos de muy pocas horas, por lo que es habitual que los monitores y coordinadores abandonen sus puestos en cuanto encuentran una opción mejor. Esto supone, para los usuarios del servicio, la pérdida de figuras de referencia cada poco tiempo.
"Si les sale otro trabajo, los monitores se van, hay mucho cambio", apunta Cristian, que también nota la falta de voluntarios. A veces, sin embargo, son estas personas las que dan estabilidad al grupo, ya que algunas de ellas llevan años y años acompañándoles en las distintas actividades.
Una de las reivindicaciones que hacen desde Plena Inclusión es que el ocio para las personas con discapacidad intelectual sea considerado "un derecho". Reclaman la creación de entornos inclusivos, así como la gratuidad de los apoyos personales que necesitan estas personas. Mencionan iniciativas como las ya planteadas por algunos parques recreativos, que permiten la entrada gratuita del acompañante, y animan a más entidades a seguir a este ejemplo.
"La integración es estar en la comunidad, pero en una burbuja en la que no te mezclas del todo. Lo que cuesta realmente es alcanzar la inclusión", expone Fernández. "Llegar a ella pasa porque todo el mundo sea partícipe al mismo nivel y con la misma calidad, para establecer vínculos y relaciones significativas con cualquier persona, tenga o no discapacidad. Ese es el objetivo, una participación real y un ocio comunitario".