Bruno Ayllón Pino: "Lula es un equilibrista entre China, EE.UU. y la Unión Europea"
- TVE entrevista a Bruno Ayllón Pino, investigador del Instituto de Desarrollo y Cooperación de la UCM
- Con él analiza los 120 días que lleva en el cargo el presidente y los frentes internos y externos del país
El presidente de Brasil cumple 120 días en el cargo con el desafío del bolsonarismo en el frente interno y en búsqueda de relanzar un perfil propio en el plano internacional. Analizamos sus primeros meses de la vuelta de Lula da Silva al poder con Bruno Ayllón Pino, investigador del Instituto de Desarrollo y Cooperación de la Universidad Complutense de Madrid.
PREGUNTA: ¿Cómo ha empezado este gobierno de Lula da Silva?
RESPUESTA: Ha sido un comienzo de gobierno un poco atípico con relación a otros periodos gubernamentales y, desde luego, comparado con el periodo de Lula cuando fue presidente a comienzos de este siglo. El proceso de transición fue anómalo porque el propio presidente Bolsonaro no quiso transmitir el cargo a Lula, porque los equipos de transición funcionaron de una manera también un poco irregular, a pesar del esfuerzo que hizo el futuro gobierno del PT hicieron en aquel momento y, sobre todo, porque los hechos del 8 de enero -los actos vandálicos de la invasión del Congreso Nacional, el Palacio presidencial y el Tribunal Supremo- trastocaron absolutamente lo que era la agenda inicial de Lula. Yo creo que, en estos 120 días, se han ido muchas energías en, por una parte, activar todos los resortes que permitan perseguir a aquellos infractores de la ley y coordinarse con el Poder Judicial; y, por otra parte, el gran reto de Lula, que es de desbolsonarizar el aparato público, la administración, y, sobre todo el ejército, el aparato de inteligencia y las policías de los Estados.
P: ¿Hasta qué punto el bolsonarismo permanece en las estructuras del gobierno de Brasil?
R: Mucho menos que el 8 de enero. Haciendo una lectura un poco cínica, los hechos del 8 de enero fueron una gran oportunidad para el gobierno Lula, porque le permitieron cesar a una enorme cantidad de militares y policías que estaban con Bolsonaro y que había que, poco a poco, ir cambiando, aunque no era fácil encontrar el recambio. La invasión de los tres poderes creo que precipitó y dio una justificación, una legitimación. Ese proceso ha consumido muchas energías y, sobre todo, ha desviado el foco de lo que son las grandes prioridades de Lula, que es la agenda social, la aprobación de un marco fiscal que le permita dar una estabilidad para aumentar la inversión pública y afrontar los problemas sociales. Y, por otra parte, también hacer las grandes reformas estructurales pendientes que Brasil necesita para superar la desigualdad, la exclusión social y fomentar el crecimiento económico.
P: ¿Cómo está gestionando Lula su relación con un Congreso de mayoría bolsonarista?
R: Siempre decimos que Brasil es un presidencialismo de coalición, y Lula está gobernando más o menos con los mismos con los que gobernaba Bolsonaro y a los que criticaba. Estas son las normas del poder. La diferencia es que Lula tiene una enorme habilidad, una enorme capacidad: sabe cuál es el juego duro de la política, pero también el más prosaico de los cargos de los ministerios, del acceso al Presupuesto. Y en ese ambiente Lula se mueve bien, aunque en las últimas semanas ha habido algunos problemas con el presidente de la Cámara de Diputados, pero nada que no se pueda solventar a golpe de cargos o a golpe de recursos. En cualquier caso, lo importante ahora es aprobar el nuevo andamiaje fiscal que le permita al país tener un panorama macroeconómico estable. Ahí la figura del ministro de Hacienda, Fernando Haddad, está siendo central, con un apoyo muy fuerte de Lula, hasta el punto de que ya se habla de que Haddad podría ser un eventual sucesor de Lula.
P: En el plano internacional, Lula parece estar buscando un perfil propio. ¿A qué crees que se debe?
R: En primer lugar, hay una idea muy fuerte que es la de recuperar el espacio perdido internacionalmente, el prestigio que tuvo Brasil en los dos mandatos de Lula entre el 2003 y el 2010, y que bajó quizás un poco en los gobiernos de Dilma Rousseff. La imagen de Brasil sufrió un gran daño con el gobierno de Bolsonaro, con la retirada de foros multilaterales, con el desmantelamiento de todos los procesos de integración regional en América Latina, con dejar a los BRICS en el congelador, con el discurso contra el medio ambiente... Todo eso ha sido muy dañino para Brasil y creo que esa idea de Lula entronca muy bien con algo que es muy sensible para la sociedad brasileña, que es esa idea del gigante brasileño que se proyecta, que tiene influencia, en primer lugar, en subvertir en su vecindad, la plataforma natural de proyección de Brasil, y después conecta muy bien con esos sentimientos nacionalistas de que a Brasil le está reservado un lugar mucho más importante en el mundo del que ocupa y que ha ocupado con Bolsonaro, con quien el país era prácticamente un paria internacional. Creo que es importante que, ya antes de asumir la presidencia, Lula estuvo presente en la Conferencia de las partes número 27 en Egipto, donde llevó a su futura ministra de Medio Ambiente, haciendo que todos los temas de protección ecológica, de protección del espacio amazónico, vayan a ser una seña de identidad no sólo en las políticas nacionales, sino también en las políticas internacionales. De la mano de esa voluntad ha venido, por ejemplo, el regreso de los fondos de Noruega, de Alemania, de Estados Unidos al fondo de Amazonia.
P: ¿Cómo entiende la posición de Brasil sobre Ucrania?
R: Está en la línea de lo que es la tradición diplomática de Brasil: la neutralidad que está en la Constitución, la lucha por la paz, el repudio a los conflictos, la no intervención en los asuntos internos de otros países. Creo que en esas claves se puede leer el intento de Brasil. Es un campo escurridizo donde va a tener que lidiar con las presiones de la Unión Europea –con la que se juega un acuerdo con Mercosur, del que Brasil es su líder- y de Estados Unidos, donde muchas de las medidas como la aprobación de los recursos para el fondo de Amazonia tienen que ser aprobadas por la Cámara de Representantes, de mayoría republicana y donde han puesto el grito en el cielo por esa idea de Lula de hacer un grupo de amigos de la paz que incluye a China, India e Indonesia. En el campo de los BRICS me parece importante señalar que, desde el primer día, la apuesta del gobierno de Brasil de Lula ha sido la de incluir a Argentina, hacer un BRIC ampliado que pueda servir como una plataforma donde ese llamado “Sur global” pueda no romper el orden internacional, sino revisarlo, ampliar el juego geoestratégico y también dar algunas cartas en el campo financiero con el nuevo Banco de Desarrollo, que es el banco en el que, por cierto, Lula ha conseguido que Dilma Rousseff, la expresidenta, asuma la presidencia del banco.
P: ¿Brasil va a inclinarse hacia China y postergar el eje euroatlántico?
R: Lula es un equilibrista, está con tres bolas en el aire al mismo tiempo. La cuestión es que yo creo que son incompatibles. Es decir, no puedes tener las tres bolas en la mano al mismo tiempo. La asociación con China es estratégica por la dimensión bilateral, por el comercio. China es el primer socio comercial de Brasil, pero yo creo que, en cuanto al plan de paz, es más fácil que Brasil termine siendo una línea auxiliar del plan de China, que ya tiene un plan presentado que Brasil consiga que sus propuestas salgan adelante. En el fondo, Lula está reeditando el intento que ya realizó en el año 2012 junto a Turquía para mediar en el acuerdo nuclear de Irán, que al final le valió una cierta enemistad de Obama. Es un juego complicado a tres bandas, en este caso también con la Unión Europea, y ahí creo que el papel de España en la Presidencia en el segundo semestre va a ser importante en temas como Mercosur. Lula va a mantener esa neutralidad. Lula ha condenado la invasión de Ucrania, y lo ha hecho en términos tajantes en una declaración conjunta con Biden, pero a lo que no está dispuesto Lula es a que su país entre en la guerra de manera subcontratada, como en algunos casos sucede en Europa. Brasil ha prohibido la exportación de armas a Ucrania. Creo que hay una línea muy firme, una línea muy coherente con lo que dicen los principios constitucionales y que, evidentemente, escandaliza mucho en este mundo de alineamientos automáticos, donde se piensa el mundo de forma binaria: eres amigo o enemigo. Creo que Brasil intenta buscar una tercera vía que ojalá sea exitosa, pero va a ser bastante difícil.