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Día de la concienciación del ruido

El ruido excesivo, una "amenaza invisible" para los ecosistemas: "Solo conocemos la punta del iceberg"

  • La contaminación acústica puede provocar el abandono de nidos por parte de las aves y estrés en mamíferos
  • El sonido del tráfico marino desorienta a ballenas y produce el cierre de mejillones

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Cigüeñas en la estación de tren de Monfort
Cigüeñas blancas en un nido en la parte superior de un poste de la estación de tren de Monfort, Lugo. 

El canto de las aves, el susurro del viento sobre las hojas o la sintonía marina. La banda sonora de la naturaleza es muy delicada y cada vez somos menos conscientes de ella por los altos ruidos. Los efectos no solo los sentimos los seres humanos, sino también aquellos que producen esta melodía natural.

Desorientación, estrés, dificultades para comunicarse e incluso el abandono temporal de nidos son algunas de los problemas que vive la biodiversidad ante la contaminación acústica y que pueden llegar a alterar gravemente el equilibrio de los ecosistemas. “Los efectos del ruido excesivo suponen una 'amenaza invisible' que no deja de crecer y lo que conocemos es solo la punta del iceberg", cuenta a RTVE.es la responsable del programa de Biodiversidad Urbana de SEO/BirdLife, Beatriz Sánchez, con motivo del Día Internacional de la concienciación sobre el ruido.

En este sentido, pone el foco en la dificultad para escuchar el gorjeo de los pájaros en las grandes localidades, que lejos de ser solo una mera armonía musical, es su forma básica de comunicación. “El canto es esencial en las aves para defender el territorio, atraer a la pareja, pedir comida cuando son polluelos o advertir de peligros”, afirma.

“Se debe cambiar los decibelios nocivos y subir el volumen a la naturaleza", explica, por su parte, el investigador del paisaje sonoro urbano de la Universidad de Granada, Jerónimo Vida. “Hay que diseñar mapas de ruido, buscar un equilibrio y fomentar, en la medida de lo posible, aquellos que son más beneficiosos”, asevera sobre uno de los entornos en los que más se observa este problema, las ciudades.

Este no es solo un problema de altos vuelos y entornos urbanos. El ruido cruza todas las esferas naturales. En el fondo marino, el tráfico o las obras distorsionan la comunicación de ballenas y delfines y, algunos estudios apuntan a que puede producir el cierre de bivalvos. “Cuando metemos la cabeza bajo el agua, nos parece que es el paraíso del silencio porque nuestros oídos no están diseñados para percibir los sonidos debajo del agua. Pero no es verdad, hay mucho ruido en el mar provocado por las actividades humanas y está afectando a la fauna”, apunta la investigadora y profesora de la Universidad de Vigo, Soledad Torres-Guijarro.

Hay mucho ruido en el mar provocado por las actividades humanas y está afectando a la fauna

En tierra, la exposición a sonidos extremos también genera molestias y comportamientos inesperados en mamíferos, aunque su reacción dependerá de la especie. “Los ruidos nuevos e impredecibles suelen producir respuestas ‘antipredatorias’, es decir, que el animal responde como si le atacaran, y puede salir corriendo, esconderse, que se le acelere el pulso o llegar a atacar”, indica la investigadora de Biología Animal de la Universidad de Málaga, Margarita Mulero.

Abandono de nidos por el ruido de la pirotecnia

El ruido ambiental nocivo contribuye a provocar 48.000 nuevos casos de cardiopatía isquémica al año en humanos, así como 12.000 muertes prematuras, según la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), pero en otras especies no hay un registro exhaustivo de decesos sobre esta causa. Entre los ruidos que más afectan a la biodiversidad, los expertos apuntan a los de alto nivel (transportes u grandes obras), así como los inesperados (explosiones, derrumbes, etc.), aunque depende mucho de la percepción y de la especie, ya que cada animal tiene una capacidad auditiva diferente.

En la lucha contra el ruido, Beatriz Sánchez cuenta el caso de los carboneros comunes, que se ha observado que cantan más agudo en las ciudades que en zonas rurales para “hacerse oír”; o los gorriones, que han visto acortados sus telómeros de las cadenas de ADN, es decir, un deterioro celular que se ve frecuentemente asociado al estrés. Otra muestra son los verdecillos, unas aves que están empleando cada vez más tiempo en cantar debido al sonido urbano, consumiendo más energía y exponiéndose a depredadores.

Algunas aves, indica Sánchez, son más sensibles y otras más flexibles a la hora de adaptarse. “Igual que a los seres humanos, hay ruidos a los que las aves se llegan a acostumbrar y, aunque pueden afectar a su salud a la larga, no generan una reacción de alarma inmediata. Pero otros como, por ejemplo, los ruidos súbitos repentinos pueden desencadenarles daños”, advierte, sobre algunos sonidos que, aunque para los humanos son positivos o esperados, no lo son para otras especies. “En una de nuestras webcams vimos como una cigüeña, que estaba incubando, salió huyendo después de escuchar fuegos artificiales por la noche, dejando su nido durante días”, lamenta.

En algunas poblaciones de la comunidad valenciana, además, se ha constatado que el número de gorriones juveniles disminuye en los lugares que se celebran las fiestas de ‘Moros y cristianos’ durante la época de cría debido al ruido generado por el uso de la pólvora, petardos y fuegos artificiales, según un estudio de las universidad de Alicante y de València.

A nivel general, se cuenta con la normativa de protección del patrimonio, en la que se dispone que está prohibido molestar o inquietar “intencionadamente” a los animales silvestres, pero no se recogen otras situaciones o se ahonda más allá. "Debemos seguir profundizando en su conocimiento”, añade la ambientóloga.

Al respecto, Jerónimo Vida anima a la “sensibilización por la acústica”. “Es un campo de estudio complejo. La percepción de ruido muchas veces es subjetiva y puede que no vaya solo en la cantidad de los decibelios, sino en la calidad de esos sonidos. Los niños riendo o jugando pueden tener altos niveles, pero no es lo mismo que el sonido de un coche. O lo que para alguien puede ser molesto, como un tren, para otro le puede traer recuerdos de su niñez”, explica. “Hay que valorar los sonidos por su grado de bienestar”, describe.

Poner un “oído” al océano: “Hay mucho ruido ahí abajo”

El sonido del agua es, posiblemente, uno de los más difíciles de describir por la variedad de sus formas: gotas de lluvia, corrientes de los ríos o el reposo de un lago. Más difícil, aún, es determinarlo dentro del propio agua, lo que nos podría llevar a pensar que no llega la contaminación acústica. “Nada más lejos de la realidad. Hay mucho ruido ahí abajo”, sentencia la profesora de la Universidad de Vigo, Soledad Torres-Guijarro, que insta a poner “un oído en el océano” y a sus problemas.

“El sonido para los mamíferos marinos es tan importante como lo es la luz para los terrestres. Dentro del mar el sonido viaja casi cinco veces más rápido. Les da una percepción más rica del entorno y les permite ecolocalizar, es decir, encontrar congéneres, presas u orientarse”, enumera sobre los cetáceos como las ballenas o los delfines, con una gran sensibilidad a los sonidos.

“El nivel de ruido en este ambiente cada vez es mayor”, indica comparando las zonas cercanas a los puertos con las áreas urbanas, donde uno de los mayores problemas es el tráfico, pero de barcos pesqueros o de transporte de mercancías o pasajeros. También agrega como grandes detonantes de contaminación acústica marina las prospecciones, las obras portuarias - en algunos territorios, incluso se hacen voladuras de rocas-, o las maniobras militares submarinas, que pueden escucharse a kilómetros de distancia y con gran intensidad bajo el agua. “El ruido puede provocar estrés, desnutrición – ya que los animales huyen o pueden esconderse durante días –, desorientación o, en casos extremos, la muerte”, agrega.

Otro tipo de especies marinas, como los mejillones, tienden a cerrarse ante cambios en el nivel del ruido, según los resultados preliminares de un estudio en un laboratorio del Instituto de Investigaciones Marinas del CSIC, en Vigo, en el que participa Torres-Guijarro. “Pueden percibir el ruido como una amenaza, cerrar la concha y deja de alimentarse, perjudicando su crecimiento”, señala, sobre una de las especies de mayor interés alimentario de Galicia.

Pueden percibir el ruido como una amenaza, cerrar la concha y deja de alimentarse

Entre las medidas, la investigadora apuesta por hacer estudios de impacto ambiental previos más exhaustivos de las obras marinas; y por la reducción de la velocidad y ruido de los barcos, tal y como ya ocurre con las embarcaciones de investigación “silenciosas”. “De la misma manera que estamos endureciendo las emisiones de CO2 de los barcos y hay un calendario, deberíamos transitar la senda de la reducción del ruido en el medio marino. Tenemos precedentes y se puede hacer”, sentencia.

Pide, además, una mayor investigación en la zona, donde el Centro Tecnológico del Mar (CETMAR) es el único que cuenta con un hidrófono (micrófono bajo el agua), situado en una plataforma al lado de isla de Cortegada, del Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia. “Es una oreja permanente en el océano. Es apasionante, ahí escuchamos a los delfines silbando, a los barcos, las olas… Pero, también, muchas cosas que no sabemos siquiera todavía lo que son”, asegura.

La contaminación acústica mata a la posidonia en el mar

Molestias y brusquedad: los drones “alteran” a los mamíferos terrestres

Los ruidos considerados más fuertes para los seres humanos no son los únicos que pueden alterar a los animales, señala, por su parte, Margarita Mulero. El sonido de los drones, cada vez más utilizados para el estudio de animales o incluso controlar el ganado, perturbaban a los mamíferos como los ciervos, que intentaban huir del lugar; o a felinos, que emitían gruñidos y movimientos bruscos, según un estudio en el que participa la investigadora.

Otro factor importante a tener en cuenta, añade, es la frecuencia del sonido considerado “molesto”. “En esto, los animales son como las personas, no es igual oír una ambulancia un día que vivir al lado de un hospital y que pasen 200 al día mientras intentas descansar”, asegura, incidiendo en la importancia de entender cada especie y su tolerancia a diferentes ruidos.

“Los jabalíes son más ‘valientes’ y se atreven a meterse en zonas con mucha presencia humana si encuentran alimento. Otros animales, como el gato montés, quizá salgan espantados en cuanto escuchan a una persona o coche y evitan lugares concurridos”, compara Mulero. La investigadora enumera también el aumento de niveles de estrés, que afecta al éxito reproductivo, o el “descuelgue” de un miembro de una manada al no escuchar a sus congéneres como otras de las posibles consecuencias.

La persistencia de ruido también acarrea problemas a largo plazo para este tipo de fauna. “Puede suceder que los animales directamente eviten las zonas con mucha contaminación acústica y desaparezcan de allí. Esto tiene consecuencias más serias, porque contribuye al ya grave problema de la fragmentación del hábitat que está conduciendo a la gran crisis de biodiversidad que estamos experimentando en la actualidad”, subraya.

Mulero propone medidas como “más vegetación para reducir el ruido en carreteras”, vehículos más silenciosos, educación ambiental, aumentar la investigación o “restringir el acceso a ciertas zonas en periodos de reproducción de fauna” para disminuir así las afecciones del ruido en la biodiversidad y poder seguir atendiendo a estos 'músicos' de la naturaleza.