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Vivir sin luz o recurriendo a bancos de alimentos a los 70 años: cuando la pensión no supera el umbral de la pobreza

  • Casi el 15% de las personas jubiladas en España perciben menos de 700 euros al mes y la mayoría son mujeres
  • La vulnerabilidad se "radicaliza" en la vejez, sobre todo para quienes trabajaron de forma informal o en casa y no cotizaron

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Algunas personas mayores asistían la pasada Navidad a una comida en Barcelona que ofreció la comunidad judía Sant'Egidio a personas en situación de pobreza
Algunas personas mayores asistían la pasada Navidad a una comida en Barcelona que ofreció la comunidad judía Sant'Egidio a personas en situación de pobreza

Después de toda una vida trabajando, Francisca, de 66 años, pasa el mes con 450 euros, suma de una pensión no contributiva y el ingreso mínimo vital que le han concedido. "Con mi dinero pago la luz, el agua, la comunidad… Cuando no hay más, no hay más. Y la que pasa fatiga soy yo", afirma. La exigua paga apenas cubre la vivienda, los suministros y los posibles imprevistos, cada vez más caros por la inflación, por lo que a veces confiesa que no ha podido comer mucho más que "medio vaso de leche y una barra de pan" de lo que le dan en el banco de alimentos de Cruz Roja.

"Mis hijos también tienen sus problemas y yo no quiero molestar, porque sé que a ellos tampoco les llega", justifica. La jubilación ha llegado a marchas forzadas para esta mujer en Jaén, que preferiría seguir en activo para mejorar su situación "desesperada", por debajo del umbral de la pobreza

La mayoría de pensionistas en riesgo de pobreza son mujeres

La línea que define qué significa ‘ser pobre’ en España se encuentra en los 680 euros al mes (el 60% de la mediana de los ingresos anuales por unidad de consumo) y, aunque la holgura de esta cantidad varía mucho dependiendo de dónde se vive, el riesgo se da incluso cuando se recibe una pensión pública. Casi el 15% del total de personas jubiladas en España perciben menos de 700 euros al mes, según los datos de marzo de 2023 del Ministerio de Seguridad Social, que dirige José Luis Escrivá. Tres de cada cuatro son mujeres.

"Esto ocurre porque los sueldos de las mujeres de media son mucho más bajos, sus empleos son más precarios y sus carreras de cotización, más cortas", explica a RTVE.es Ana Belén Montero, secretaria de políticas públicas y protección social de CCOO en la Comunidad Valenciana, que lo relaciona con la histórica asunción de cuidados de hijos, padres y otras personas dependientes.

Es el caso de Francisca, que pese a una intensa trayectoria laboral en la hostelería, nunca estuvo dada de alta como trabajadora en los negocios de su exmarido. Al divorciarse, perdió su modo de vida "de la noche a la mañana" y hoy reconoce sentirse culpable por no haber luchado por una compensación.

Pero la falta de cotización puede afectar también a hombres con empleos precarios. Juan, que prefiere no aparecer en este reportaje con su nombre real, hoy tiene 71 años y recibe igualmente menos de 500 euros al mes de pensión no contributiva: "Trabajé toda mi vida en la construcción, muchos años", cuenta desde Cartagena, Murcia.

En el último año, las pensiones no contributivas como las suyas y la prestación del Ingreso Mínimo Vital se incrementaron "de forma extraordinaria" un 15%, mientras las pensiones contributivas subieron un 8,5%, es decir, conforme a la media del Índice de Precios al Consumo. Esta última sí se encuentra ligeramente por encima de los 680 euros del umbral de la pobreza (la mínima es de 743 euros al mes para jubilaciones con 65 años), pero no ocurre así con la no contributiva: "íntegra" supone apenas 485 euros al mes en 14 pagas y la mínima es de 121 euros mensuales.

La reforma del sistema de pensiones, pactado por el Gobierno con los sindicatos, reduciría la precariedad de los jubilados que no cotizaron al menos 15 años, pero no la eliminaría por completo: prevé que las pensiones no contributivas crezcan hasta llegar al 75% del umbral de la pobreza calculado para un hogar unipersonal en 2027.

Alquileres que consumen toda la pensión, viviendas precarias

De este modo, en muchas ocasiones el problema comienza con algo tan básico como tener un techo. Martha, de 71 años, paga 475 euros solo por el alquiler de su casa en Gandía, ValenciaEstá algo por encima del umbral de la pobreza, pero más del 65% de sus ingresos se destinan a vivienda, ya que el precio no incluye los gastos de electricidad, agua, gas, etc. "¡Ya me dirás cómo se sobrevive! Es complicado", confía.

Su pensión es el resultado de lo cotizado en los 15 años que trabajó después de divorciarse y, hoy, esta feminista declarada critica el sistema que le ha acarreado tantos problemas. "Como mujer de los años 50, a muchas nos educaron para estar en casa cuidando del marido y los hijos (…) Luego accedes al mundo laboral de mala manera porque ya no hay nada para ti", señala. Dada la dificultad para encontrar empleo, hace malabares para llegar a fin de mes, por ejemplo, buscando ofertas de un supermercado a otro o encendiendo la estufa de butano solo en las noches de mucho frío. Con todo, este invierno fue difícil evitar las facturas disparadas y poco a poco ha ido "tirando" de algunos ahorros. "Me quedan meses para terminarlos".

Martha se considera una "afortunada", sabe que otros de su generación están peor. Juan, con su misma edad, vive en una casa sin agua ni luz en Cartagena. "Quiero solicitar que me la pongan, ahora que estoy cobrando una ayuda. Tengo que arreglar papeles, papeles y papeles. Y es mucho dinero", explica sobre la vivienda que heredó de sus padres, ya fallecidos. Él, que ha pasado el invierno calentándose solo con mantas, describe con agradecimiento la ayuda que le prestan desde la Fundación Hospitalidad Santa Teresa para comer o asearse. "Yo no me quejo", repite.

La pobreza se "radicaliza" en la vejez

Actualmente, los mayores de 65 años forman el grupo de población en el que el "riesgo de pobreza o exclusión social" está menos extendido (21% frente al 32% de los menores de 16 años en 2022), de acuerdo con la Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística, publicada el pasado lunes, sin embargo, es la única franja etaria en la que ha aumentado en el último año (0,8%). Ana Belén Montero advierte de que las consecuencias de las carencias económicas se "radicalizan" y se vuelven "mucho más graves" en la vejez.

"Les afecta a todos los niveles: salud, bienestar, suministros básicos. Un 9,4% de las personas mayores no puede permitirse mantener la vivienda a una temperatura adecuada. Un 4,4% ha tenido retrasos en el pago de gastos relacionados con la vivienda principal", enumera la trabajadora social, citando el Observatorio Social de las Personas Mayores de la Fundación Primero de Mayo y CCOO.

Sin dinero para la salud, ni los imprevistos

Y todas estas dificultades se entrelazan. El bienestar material está directamente relacionado con la salud. "Tengo una máquina de apnea del sueño y la devolví porque me cortaron la luz y yo no podía enchufarlo. Luego ya me dijeron que podía acceder al bono social [eléctrico]", afirma Francisca.

En este sentido, Ana Belén Montero, de CCOO, recuerda que la respuesta debe articular diferentes políticas públicas, no solo pensiones: sanidad, servicios sociales… "Si no tienes un salario que te permita hacer frente a todos los gastos y encima tenemos unos servicios públicos insuficientes, ¿cómo puede la persona hacer frente a su situación personal? Porque no va a poder pagarse ni una residencia ni una sanidad privada", arguye.

Por otro lado, de acuerdo con los datos del Observatorio Social de las Personas Mayores, continúa la trabajadora social, "más de un 30% no puede hacer frente a un gasto imprevisto". Algo tan simple como una avería en la lavadora o en el frigorífico puede desbaratar las cuentas de los pensionistas.

"El cambio de contador de agua me ha costado 97 euros. Este mes también lo voy a pasar mal", ejemplifica la señora Francisca sobre las gestiones que está llevando a cabo en su casa, todavía a nombre de su exmarido pese a que hace tiempo que es ella quien paga los gastos y deudas. Las condiciones son muy precarias y ella trata de encontrar soluciones a su alcance: "He cogido la puerta de un armario viejo que estaba tirado en la basura y lo tengo de encimera en la cocina, que se rompió. La vivienda la tengo muy curiosa, pero con mucha falta".

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Depresiones y miedo al futuro

Finalmente, aunque las necesidades materiales son las más urgentes, también acaban pesando en la salud mental. "Intenté quitarme la vida, ¿sabes lo que me dijo la asistente social? Que los desperfectos que hiciera los tendría que pagar mi hijo. O sea, que tampoco me puedo quitar la vida", denuncia Francisca. Ahora está en tratamiento psicológico y, nos cuenta, se siente acompañada por la Asociación de Jubilados Por Jaén, quienes le ayudan también con las gestiones para mejorar su situación económica. "Si yo puedo aportar algo, también estoy dispuesta a ayudar", agrega.

Para ella es difícil mantener una vida social, sin poder tomarse siquiera un café, aunque se siente acompañada también por sus vecinas, quienes muchas veces le ofrecen comida. Martha, por su parte, dedica parte de su tiempo a actividades en el sindicato CCOO y también reconoce tener "miedo" al futuro y a la soledad. "Nos quedan 10 o 20 años como máximo de vida, pero, ¿cómo los vamos a vivir?", se pregunta.

A este respecto, el presidente de la Plataforma de Mayores y Pensionistas, Lázaro González, insiste en "mandar un mensaje optimista" respecto al sistema público de pensiones. La reforma de Escrivá "va en la buena dirección, pero es solo un primer paso, no significa que esté todo hecho", afirma respecto al incremento propuesto para las pensiones mínimas y no contributivas. En cualquier caso, reclama que el sistema vaya actualizándose y evolucionando al mismo ritmo que el poder adquisitivo del país: se trata de devolver una parte de lo que los mayores aportaron en su día al crecimiento económico de la sociedad.