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Día Internacional contra el Bullying

Exacosadores escolares contra el 'bullying': "Hacerle daño a los demás no va a sanar tus heridas"

  • Entender los motivos de quienes hacen bullying y ofrecerles recursos sin justificar sus actos es clave para atajar el acoso escolar
  • Los expertos invitan a reflexionar sobre cómo los adultos contribuyen también a los pensamientos discriminatorios

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Exacosadores contra el acoso escolar: un adolescente sentado solo en el pasillo del instituto
Un adolescente sentado solo en el pasillo del instituto

El acoso escolar no siempre es una sencilla historia de víctimas y verdugos. Detrás de los “malos” del triángulo de este problema multicausal pueden esconderse inseguridades, abusos y otras situaciones difíciles de afrontar, sobre todo para niños y adolescentes. “Tenemos un vacío muy grande”, lamenta Pablo. A sus 17 años confiesa que ha llegado a hacer bullying a algunos de sus compañeros del instituto durante meses.

Ahora, sin embargo, Pablo reconoce que "humillar" a otros adolescentes fue una de tantas "malas decisiones" de la que se arrepiente enormemente. Tuvo una infancia complicada y marcada por la soledad en la que él mismo sufrió acoso por parte de alumnos y profesores. Entonces pensó que herir a quienes le hacían "salir llorando" de clase acabaría con todos sus tormentos. Pero no fue así. "Hacerle daño a los demás no va a sanar tus heridas", advierte.

14 Horas - Los psicólogos avisan: el acoso escolar no es "cosa de niños" - Escuchar ahora

El promotor de la Fundación Pegasus, David Rodríguez, también hizo bullying durante su adolescencia. Nació con disparesia espástica, una discapacidad de cuya etiqueta quiso librarse "pisando" en lugar de "ser pisado" y usando las burlas como arma. "No era consciente del daño que hacía, nadie me había enseñado a canalizar mis emociones", narra. Hoy día no justifica sus actos, sabe que hizo "mucho daño", pero afirma que "era un buen chaval" sin las herramientas adecuadas.

No se trata de justificarlo, sino de comprender la trayectoria personal

"No se trata de justificarlo, sino de comprender la trayectoria personal" y, desde ella, "educar en valores", defiende por su parte el coordinador del centro especializado en trastornos de conducta Ita Argentona, Daniele Cipriano. El psicólogo reconoce que existe una gran variedad de casos de acoso y que detrás de algunos se encuentran personas "sin la capacidad de aprender la empatía", pero asegura que el porcentaje es "muy bajo".

En general, "si se tiene deseo de cambiar" y los recursos, "se puede". De ahí que la prevención y el abordamiento del bullying deba tener en cuenta también a los acosadores y sus circunstancias más allá de posicionarlos como "monstruos" sin remedio. Una opinión que comparte la psicóloga de la asociación No al Acoso Escolar (Nace) Fernanda Rodríguez, para quien el acoso puede tener consecuencias tanto para los testigos como para las víctimas y los bullies.

Una estructura de abuso de poder a la que pueden “engancharse”

El acoso, sea escolar o en otros contextos, es un patrón conductual "que pertenece a la naturaleza de los seres humanos". Según Cipriano, todo bullying es una estructura de abuso de poder a la que cualquiera puede "engancharse" dadas las circunstancias, pues "el mayor factor de riesgo es la trayectoria personal".

"El poder de hacer sentir mal al otro genera una sensación de fuerza y de superioridad en la que puedes caer si no tienes una educación y unos valores que contrarresten esta dinámica", explica el psicólogo de Ita. Sin dichos principios es imposible desarrollar el "antídoto principal", la empatía. Y la ausencia de los mismos puede estar provocada por múltiples causas "compensatorias", entre ellas el propio acoso previo, los malos tratos o provenir de familias desestructuradas.

Los niños y adolescentes que hacen bullying tienden a ocupar el rol de "los graciosos" de clase, pero detrás de ese papel se encuentran habitualmente menores "impulsivos, con baja autoestima y con un desequilibrio bastante importante", agrega la también profesional de la salud mental Fernanda Rodríguez. Dificultades que, de no abordarse, pueden terminar convirtiéndose "en una manera ilegítima de alcanzar cosas en la vida".

Por el contrario, si esos problemas se atajasen desde edades tempranas con inteligencia emocional y la aproximación a valores como el compañerismo y el amor propio, opina que "no existirían los acosadores". Algo, sin embargo, para lo que también debe trabajar toda la sociedad. "Debemos reflexionar qué hacemos nosotros para crear este contexto", anima al respecto Cipriano. "¿Todos mantenemos un discurso de respeto a la diversidad o alimentamos los que acaban en abusos?", reflexiona.

"Nunca me invitaron a un cumpleaños": dos historias tras el acoso

Si Pablo hubiese tenido una red de apoyo, probablemente no habría terminado buscando venganza en el bullying. El joven de 17 años recuerda su infancia como un vacío constante: "Se rieron de mí durante toda mi etapa escolar, los profesores me echaban de clase con burla incluida y las madres hablaban mal de mí a los niños y les decían que no se juntasen conmigo". Todo ello porque era un pequeño “movido” diagnosticado luego con trastorno de hiperactividad.

No veían mis dificultades, y en lugar de comprenderme y ayudarme lo único que hacían era hacerme más daño”, algo a lo que se sumó una situación difícil en casa y la pérdida de personas importantes en su vida. "Yo nunca tuve amigos, nunca me invitaron a un cumpleaños. Mi único apoyo eran mis primos hasta que mi tía me alejó de ellos y no quiso que los volviese a ver más", lamenta.

La soledad, el miedo al rechazo y la inseguridad que Pablo arrastraba desde muy pequeño contribuyeron a que acabase hiriendo a otros en su adolescencia. Cuando hacía bullying sentía una "satisfacción momentánea" que se evaporaba a los días y que cada vez tardaba menos en disiparse y precisaba más “humillaciones”. Solo se dio cuenta de que estaba haciendo acoso escolar meses después, cuando comenzó a convivir con los remordimientos. “Me arrepiento muchísimo”, confiesa.

Hasta que no comprendí mis propias emociones no fui capaz de ver el daño que hacía

Tampoco era consciente del sufrimiento que infligía David Rodríguez, impulsor de la Fundación Pegasus. Desde ella trabaja hoy día por un nuevo enfoque de la discapacidad y ofrece charlas en colegios e institutos sobre la aceptación de la diversidad, pero durante su adolescencia reconoce que él también hizo bullying para aplacar los sentimientos de “vulnerabilidad” e “incomprensión”. "Hasta que no comprendí mis propias emociones no fui capaz de ver el daño que hacía a los chavales", relata.

David Rodríguez con una sudadera con el lema de la Fundación Pegasus:

David Rodríguez con una sudadera con el lema "lo mío no es normal, pero lo tuyo tampoco" FUNDACIÓN PEGASUS

Cambiar "acosar" por "ayudar": "He dado un vuelco a mi vida"

A la realización de su error contribuyó también un mensaje que recibió hace unos seis años. Era de uno de sus excompañeros, quien se alegraba por su nueva aventura solidaria, pero, a su vez, le recordaba el dolor que le provocó. Aunque entonces Rodríguez no supo responder, ahora reconoce el sufrimiento que le causó y asegura que está trabajando "para que los chavales tengan las herramientas suficientes para poder gestionarlo si esto vuelve a pasar".

Efectivamente, el acoso escolar es uno de los temas que el joven aborda cuando acude a las escuelas. Las historias que ha escuchado en ellas le han hecho comprender muchos de los motivos detrás del bullying y, asegura, las etiquetas maniqueístas juegan un papel importante. "Cuando pregunto si los niños se quieren a ellos mismos hay algunos que creen que no merecen amor porque son 'malos'", y considera que eso puede llevarles a interpretar realmente ese rol con sus compañeros.

"Si actúan mal está claro que tiene que haber unas consecuencias", pero Rodríguez opina que no deben pasar por "deshumanizar" a los menores, sino por "ayudarlos desde las emociones". "El niño es un libro en blanco en el que pintamos nosotros. ¿Qué tipo de sociedad estamos generando si en el momento en el que te equivocas tu vida ya está sentenciada?", reflexiona.

Las heridas pueden curarse. Así lo ve Pablo, quien lleva cuatro meses ingresado en el centro Ita Argentona. Hasta allí llegó voluntariamente para llenar el vacío que intentó enmendar consumiendo drogas y haciendo daño a los demás."He dado un vuelco a mi vida", admite. Ahora entiende que el sufrimiento solo se disipa cuando "entras dentro de ti para comprenderte", una enseñanza que desea transmitir a los jóvenes que puedan sentirse identificados.

"Eso es lo que quiero hacer en la vida. Quiero escribir un libro para que puedan tener herramientas" y que lleve a percatarse, a quien lo necesite, de que "ayudar llena mucho más que acosar".