Voluntarios locales, el sostén de la atención sanitaria en lo peor de la guerra en Ucrania
- Tras ocho meses de encarnizados combates, algunas zonas de la región de Jersón están completamente en ruinas
- Los voluntarios locales, junto a un equipo de Médicos Sin Fronteras, mantienen un precario servicio médico
Tras ocho meses de encarnizados combates, Posad-Pokrovske, uno de los pueblos de la región de Jersón, está completamente en ruinas. Una pequeña cocina exterior es la única parte del patio trasero de Natalia Chorna que ha quedado intacta. Aquí fríe pasteles de carne, llamados belyashs. Sus perros vagan entre los escombros.
Aunque las fuerzas rusas nunca lograron tener el control total de este pequeño pueblo, durante la primavera de 2022 los misiles llovían sobre Posad-Pokrovske a diario. Fue entonces cuando Natalia y su marido Valeriy decidieron huir. "Cogimos un par de maletas y a nuestros perros y nos fuimos hasta Mykolaiv", cuenta Valeriy.
La pareja volvió a Posad-Pokrovske en noviembre, poco después de la contraofensiva de las fuerzas ucranianas, justo al mismo tiempo que un equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF) visitaba el pueblo por primera vez. Solo encontraron escombros y un puñado de vecinos: de los 2 000 habitantes que tenía el pueblo, no quedaban más que unos 20.
El nivel de destrucción era tal que no había ningún edificio público que pudiera utilizarse de forma segura. Las instalaciones médicas habían sido destruidas por los bombardeos y, aunque algunas salas habían sobrevivido, no eran seguras por el riesgo de que hubiera artefactos sin explotar. Gracias a uno de los escasos trabajadores sanitarios que se habían quedado en la zona, MSF pudo llegar hasta Natalia y Valeriy, cuya casa era de los pocos edificios que podría ser utilizado como clínica.
"Fue muy complicado contactar con Natalia", relata Robin Ehret, coordinador de MSF. "Conseguimos hablar brevemente con ella. Me avisó de que probablemente la comunicación no duraría mucho, así que quemó varios neumáticos para que pudiéramos identificar su posición. Seguimos el humo negro y así fue como encontramos su casa. Sin los voluntarios locales, no hubiéramos podido llevar a cabo nuestras actividades como lo estamos haciendo", añade Robin.
Primero como campo de batalla y luego bajo control ruso, ciudades y pueblos de la región de Jersón, al sur de Ucrania, han quedado totalmente devastadas tras ocho meses de combates continuos. Hasta que el ejército ucraniano recuperó el territorio a principios de noviembre, la población local se ha enfrentado a unas condiciones de vida duras. Durante todo este tiempo, el acceso a los servicios médicos ha sido muy escaso.
Tras pasar prácticamente todo el 2022 como línea de frente, muchos lugares de la región han quedado prácticamente arrasados, incluyendo las instalaciones médicas. La mayoría del personal médico, además, abandonó la zona en busca de un lugar más seguro y los suministros de medicamentos se agotaron rápidamente. Los voluntarios locales han sido claves para mantener un precario servicio médico.
Una secretaria convertida en doctora rural
Tetiana Borysova es una de esas voluntarias. Vive en Myroliubivka, una pequeña aldea de Jersón que se quedó sin personal médico cuando las tropas rusas empezaron a avanzar. Tetiana siempre había querido ser médica, pero no pudo permitirse los estudios. La guerra, sin embargo, se convirtió en un curso intensivo de enfermería para ella: "Me vi a mí misma poniendo inyecciones intramusculares (…) Hicimos vendajes e incluso llegué a quitarle los puntos a una persona. Estaba asustada, pero tenía que ayudar a la gente".
Cuando las tropas rusas tomaron el pueblo en la primavera de 2022, Tetiana y su familia decidieron quedarse en Myroliubivka a pesar del miedo. Entonces, la joven trabajaba como secretaria en el ambulatorio local, que, a partir de ese momento, pasó a ser gestionado por un administrativo, un ayudante de enfermería, un conductor y ella misma. Además de no contar con mucha experiencia, el contexto era muy complicado. Conseguir fármacos, por ejemplo, era todo un reto. "[Los soldados rusos] los vendían en las calles, pero la gente no se los podía permitir", cuenta Tetiana.
Después de que a principios de noviembre las fuerzas ucranianas tomaran el control del pueblo, un equipo de MSF ofrece consultas y distribuye medicamentos gratuitos en el ambulatorio local. Sin embargo, Tetiana y sus compañeros siguen siendo una ayuda esencial e informan a la población local de las próximas visitas de la clínica móvil de MSF.
Huyendo de los bombardeos en bicicletas
En Blahodatne, otro pueblo de Jersón, bicicletas desgastadas descansan apoyadas en las paredes. En las calles solo se ven uno o dos coches. Las bicicletas, sin embargo, están por todas partes. "Nadie sabe cuándo iban a empezar los bombardeos", explica Iryna Zhomer, una voluntaria. "Para moverte rápidamente, necesitabas una bicicleta", añade.
Aunque Blahodatne llegó a tener 800 habitantes, tras la toma de las tropas rusas apenas quedaron unos 170. Entre ellos se encuentran Iryna y su marido que se han convertido en una pieza clave para quienes pueden enviar bienes de primera necesidad a los familiares que se quedaron en la localidad.
"Vivo en un lugar en el que más o menos hay buenas conexiones así que la gente podía ponerse en contacto conmigo", dice Iryna. "Recibía llamadas de refugiados ucranianos que estaban incluso en Alemania y Portugal: me pedían que hiciera llegar a sus familiares lo que me enviaran porque no tenían otra manera de llegar hasta ellos".
Ahora Iryna también recibe llamadas de MSF "Vienen casi una vez cada tres semanas", cuenta Iryna. "Traen medicinas y ofrecen ayuda. Está muy bien".