La entrega de la corona o el juramento de Guillermo: siete momentos de la coronación de Carlos y Camila
- Los monarcas británicos han sido coronados en una ceremonia única cargada de simbolismo
- Así te hemos contado la coronación de Carlos III
La coronación del rey Carlos III y su esposa Camila en la abadía de Westminster ha sido un acto repleto de simbolismo y único en Europa que se celebraba este sábado por primera vez en 70 años. La ceremonia ha seguido la tradición de la monarquía británica y ha reunido a miles de invitados. En RTVE.es hemos recopilado los momentos más destacados de esta celebración.
Jorge, el paje y segundo en la línea sucesoria
El príncipe Jorge, hijo de los príncipes de Gales, ha sido uno de los protagonistas de la jornada. A sus 13 años, ha sido Paje de Honor del rey, junto con otros ocho niños de edades parecidas. También han sido pajes de la reina Camila algunos de los nietos de la monarca.
Entre las obligaciones del príncipe figuraban la de acompañar a su abuelo por el pasillo de la abadía y sujetar la capa real. Después, ha contemplado el resto de la ceremonia desde un privilegiado sitio en primera fila.
Como hijo mayor de los príncipes Guillermo y Catalina, Jorge es el segundo en la línea sucesoria al trono. Su hermano pequeño, el príncipe Luis, también ha protagonizado uno de los momentos más simpáticos al ser capturado bostezando en mitad de la ceremonia.
Carlos jura ante la Biblia
Al inicio de la ceremonia, tras el desfile desde el palacio de Buckingham y su entrada en la emblemática abadía, Carlos III ha realizado su juramento ante la Biblia y ante el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, encargado de dirigir la ceremonia, junto a la silla de coronación y la piedra de Scone.
El monarca se ha comprometido a respetar la ley y administrar justicia con misericordia, palabras que ha tenido después que reafirmar por escrito. Por primera vez, Carlos III ha añadido la defensa de todas las creencias presentes en el Reino Unido, no solo la Iglesia anglicana.
A continuación, el arzobispo ha ungido al rey con un aceite sagrado de Jerusalén, cuya receta es secreta, en el único momento de la ceremonia que no han podido contemplar los espectadores. Carlos ha permanecido tras una pantalla de tela bordada, elaborada especialmente para este ritual.
El óleo, según se sabe, contiene ámbar gris, flores de naranja, rosas, jazmín y canela, pero no forma parte de la mezcla, sin embargo, ningún ingrediente derivado de animales, por petición de Carlos III, animalista declarado.
La coronación de Carlos
El momento central de la ceremonia ha sido la esperada coronación, en la que el arzobispo de Canterbury ha sido el responsable de bendecir y entregar la corona de San Eduardo, la más importante de las joyas de la corona británica, a Carlos III.
"Rey de reyes y Señor de señores, bendice, te suplicamos, esta Corona, y santifica a tu siervo Carlos, sobre cuya cabeza la colocas hoy en señal de majestad real, para que sea coronado con tu bondadoso favor y colmado de abundante gracia y de todas las virtudes principescas", ha dicho Welby al bendecir la corona.
Durante la ceremonia, se ha escuchado varias veces el famoso 'God save the king', (Dios salve al rey), aunque el más sonado ha sido justo después de que el arzobispo encajara, en un silencio sepulcral, la corona de San Eduardo en la cabeza del monarca.
El arzobispo ha dado entonces unos pasos hacia atrás para pronunciar un sonoro 'Dios salve al rey', repetido al unísono por la multitud que se encontraba en el interior de la abadía. En ese momento, las armas de artillería han sonado en todo el país.
La de San Eduardo, sin embargo, es una corona demasiado pesada, por lo que el rey ha utilizado después la corona imperial, más cómoda y ligera, aunque de gran valor, ya que entre sus gemas se encuentra la segunda piedra más grande tallada del diamante Cullinan.
Más tarde, se ha escuchado en Westminster el himno nacional, del mismo nombre, aunque esta vez el monarca ya llevaba puesta la corona imperial.
Camila, reina de Reino Unido
La reina Camila también ha sido coronada este sábado, aunque de forma mucho más breve que su esposo Carlos.
Al finalizar el ritual con el rey, el arzobispo de Canterbury ha ungido con aceite la cabeza de Camila y ha colocado en su cabeza la corona de la Reina María, más sencilla que la de su esposo, pero con una incrustación de 2.200 diamantes sobre plata.
A continuación, en su entronización, la monarca se ha sentado junto al rey Carlos en un trono contiguo. Solo las mujeres consortes son coronadas en Reino Unido, los maridos de las reinas no protagonizan esta tradición.
La enfermera que representa el poder terrenal
Tras el juramento y la unción, se ha hecho entrega al monarca de los atributos reales, varias prendas y joyas de enorme valor simbólico. Las más importantes son el Orbe Real y el cetro con la cruz, que representan su poder temporal, y el cetro con la paloma, que simboliza su poder espiritual al frente de la iglesia anglicana.
Como representante del poder terrenal, la encargada de llevar el orbe a la entrada a la abadía, antes de la entrega de los atributos, ha sido una enfermera de la sanidad pública británica. Uno de los tantos símbolos presentes a lo largo del acto.
El beso con el hijo
Otro de los momentos cumbre del acto ha sido la entronización de Carlos, en la que el arzobispo de Canterbury ha colocado al monarca en el trono, ya con su corona y los cetros reales, y ha jurado su lealtad a él y a sus herederos.
Este momento supone la culminación de todos los procedimientos y establece el reinado de Carlos III. A continuación, ha jurado lealtad el príncipe Guillermo, arrodillándose ante su padre.
"Yo, Guillermo, príncipe de Gales, os juro mi lealtad, fe y verdad", ha dicho poco antes de besar al monarca.
Después, el arzobispo ha llamado al resto de los asistentes a jurar también "lealtad a su majestad y a sus herederos y sucesores". Todos los invitados se han levantado para decir esas palabras al unísono.
El saludo desde el balcón de Buckingham
Tras ser coronados, los monarcas han abandonado la abadía y han iniciado la procesión rumbo al palacio de Buckingham, donde les esperaba la ciudadanía, montados en la Carroza Dorada.
Lo han hecho acompañados de 4.000 soldados de todas las ramas del ejército británico y 400 más procedentes de países de la Commonwealth.
Después, los monarcas, junto al resto de miembros de la familia real, han protagonizado el esperado saludo desde el balcón de Buckingham ante la multitud, el broche de oro de un día histórico. No estaban presentes, como se esperaba, ni el príncipe Enrique, ni el príncipe Andrés.