El "expresionismo de ciencia ficción" de André Butzer aluniza en el Thyssen
- El museo dedica al pintor alemán la primera retrospectiva en nuestro país
Kandinsky, pintor y primer teórico del arte, afinaba el impulso de “la necesidad interior” que empuja a la creación ramificada: “Todos los medios son sagrados, si son interiormente necesarios, y todos son sacrílegos si no brotan de la fuente de la necesidad interior”, definía.
En este deseo irresistible de plasmar mitos tradicionales en un nivel de complejidad “proteico y asombroso”, a la vez que completamente imposible de encasillar, se sitúa el pintor alemán André Butzer (1973, Sttuttgart), en palabras de Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid.
El "expresionismo de ciencia ficción" de Butzer, una etiqueta acuñada por él mismo para captar la atención con sus primeras obras de los 90 ya que estaba “de moda”, ha aterrizado en la pinacoteca. Es su primera retrospectiva en nuestro país con 22 obras que descubren su torrente imaginativo al público español (hasta el 10 de septiembre de 2023).
Aupado al mundo por la monografía de la prestigiosa revista de arte Taschen, el creador fusiona con naturalidad el expresionismo europeo con la cultura pop norteamericana: personajes de Disney, graffiti o el cómic.
Una obra nutritiva que bebió de las fuentes de Munch o Cezanne y que en sus comienzos viró hacia lo sombrío con obras como Caminante (2001) donde un personaje recurrente, una calavera manchada de sangre bajo un sol radiante, simboliza la vergüenza de los alemanes por su pasado nazi.
Se abre paso un espacio casi obligatorio para el futurismo en pinturas en las que levanta lugares ficticios como Nasaheim, una colonia espacial que mixtura utopía y consumismo. Uno de los temas recurrentes que le obsesionan en un universo fluctuante.
Sus creaciones son monumentales con capas superpuestas a modo de collage donde la materia se derrama. Emergen muñecos de ojos enormes entre naif e inquietantes como en Sin título (Fränzi), realizada expresamente para la exposición en una versión libre de Franzi ante una silla sentada (1910) de Kirchner, el autor favorito del barón Thyssen. Una obra expuesta en la pinacoteca que noqueó a Butzer.
Un viaje entre la vida y la muerte
El pintor mimetiza formas y colores chillones para encarar un mundo contradictorio cargado de “destrucción masiva”. Parece moverse a través de inputs aleatorios cuyos cambios no siguen caminos trazados. Bajo el aparente caos surge una claridad de ideas férrea.
Prueba de ello, es que durante siete años toda su pintura se fundió a negro en una palanca para regresar al resto de colores y al “planeta tierra”.
De maneras suaves y vestido de verde, el pintor se desliza entre su arte colgado en las paredes del museo, sonríe, y se presenta en un español más que aceptable: “Es una pintura para todos los humanos”, arranca y esclarece parte de su misterio.
“Para mí el arte expresionista siempre se mueve en el equilibrio entre la vida y la muerte. Pertenezco a esa tradición porque es una máquina en funcionamiento de construcción y destrucción. Eternamente”.
¿Por qué ahora en el Thyssen? Guillermo Solana destapa la duplicidad de conexiones. Heini Thyssen arrancó su pasión coleccionista con el expresionismo alemán de principios del siglo XX, el arte despreciado por los nazis por degenerado que el barón se dedicó a rescatar con ahínco. André Butzer es un heredero puro en su impureza de los primeros expresionistas.
Por otro lado, el museo dedicará una sala a la pintura contemporánea para iluminar nuevos enfoques, en una continuidad del patrón de coleccionismo familiar de Borja y Blanca Thyssen, patrocinadores de la exposición.
“Estamos conectando con lo que hacía Heini Thyssen que es coleccionar arte vivo porque las colecciones antiguas si no se revitalizan se pierden”, detalla Solana. El primer milagro son las obras de André Butzer, que proclama que hay que “enfrentarse al riesgo de la vida para vivir”.