'La otra forma', una original película sobre no encajar en la sociedad, nominada a los Quirino
- Hablamos con el director de la película, el Colombiano Diego Felipe Guzman
- Más noticias sobre cómic y animación en El Cómic en RTVE
Una de las películas más sorprendentes del año (y no nos referimos solo a la animación) es La otra forma, del colombiano Diego Felipe Guzman, que fue seleccionada en Annecy y ganó el premio a la Mejor Película de Animación un Sitges y en Chilemonos. Un galardón que puede repetir en los Premios Quirino de la animación Iberoamericana que se entregan este sábado en La Laguna, Tenerife.
Ambientada en un mundo en el que todo es cuadrado, esta coproducción entre Colobia y Brasil cuenta la historia de Peter Press, que ha estado llevando una prensa en la cabeza, durante 20 años, para conseguir que tenga forma cuadrada, porque es la única forma de encajar en la entrada de un supuesto paraíso superior. Pero un accidente le hará quitarse esa prensa y Peter iniciará un viaje en busca de su individualidad perdida.
Diego nos comenta cómo se le ocurrió esta curiosa idea: “En la sociedad actual está la idea dominante, con la que creo que todos nos sentimos identificados, de que a veces no encajas en algún lugar. No encajas en tu colegio, tu familia... Y partiendo de ese sentimiento llegó el concepto del cuadrado, porque un día, simplemente, empecé a mirar a mi alrededor y me di cuenta de que todo es cuadrado: Las puertas, las ventanas, los edificios…”.
“Me obsesioné con esa idea –añade-, e imaginé que detrás de eso podía haber un orden cuadrático mundial que nos quisiera volver la cabeza cuadrada a todos. Y como todas las cosas son cuadradas pensé que las personas también tendrían que volverse cuadradas para encajar en ese mundo. Y la única manera de conseguir eso sería ponerse una prensa en la cabeza y empezar a apretar hasta que se deforme”.
“Y así nacieron las “máquinas de cuadratización”, que lleva cada personaje y que a base de apretarlas, van deformando los cuerpos y haciéndolos más cuadrados. Y así empezaron a surgir todos esos diseños tan locos de este mundo cuadrado y de esas máquinas de cuadratización”.
La sociedad nos hace perder la individualidad
Detrás de esta idea tan visual y sorprendente se esconde esa idea de que la sociedad actual cada vez nos lleva más a perder nuestra individualidad: “Eso siempre ha pasado, pero yo creo que ahora es peor con esto de seguir tendencias y a los influencers –confiesa Diego-. Parece que se impone una moda y todos tengamos que seguirla”.
Lo que me preocupa –continua-, es que a veces sigamos esas cosas ciegamente y sin pensar, ya sea una moda, un partido político, una religión… Por eso el mensaje de la película es que antes de seguir algo ciegamente, por lo menos pensemos y reflexionemos un poco sobre ello. Y luego que cada uno haga lo que quiera”.
“Pero –concluye-, yo creo que hay un montón de parámetros que nos están moldeando, casi sin darnos ni cuenta, que es lo que yo llamaría enemigos invisibles. Ya no vemos, no somos conscientes de quiénes son los que nos hacen hacer ciertas cosas, sino que parece que el mundo, de repente, ya funciona así y no tenemos otra opción. Nadie nos ha dicho que todos tenemos que tener celulares, ¡cuadrados!, en los bolsillos. Y, sin embargo, todos los llevamos”.
“Estamos obsesionados por los estereotipos de belleza”
Además, como se ve en la película, todos parecemos obsesionados por alcanzar una perfección que, en el fondo, sabemos que es inalcanzable. “Ese es otro de los temas de la película –asegura Diego-. La idea de ese estereotipo de belleza inalcanzable. Es lo que persigue la protagonista femenina. Además, creo que tenemos asociada esa búsqueda de la belleza con la idea de que para lograrla hay que sufrir. Como que la belleza está asociada a la tortura y tienes que hacerte daño para conseguirla: si quieres un buen cuerpo tienes que ir a torturarte seis meses al gimnasio, o hacerte operaciones de cirugía. Yo asocio mucho esa búsqueda antinatural de la belleza con la tortura. Y quizá esa belleza solo sea un ideal inalcanzable, una ilusión”.
Hay que reconocer que cuando los personajes se aplican esas presas y las aprietan lo pasamos incluso mal. “Al no tener diálogos, quería que la película tuviera algo que he llamado “narrativa sensorial”, que el espectador sintiera ese dolor de los personajes, que casi saliera con tortícolis después de verla. Es una cosa como muy visceral. Por eso la misma animación tiene ese aire como grotesco. Hay gente que me ha dicho que se acuerda de detalles, como el sonido de las prensas, días después de verla. Eso quería conseguir, remover un poco a la gente”.
“Todos los personajes son cuadráticos”
Aparte de los protagonistas, todos los personajes, hasta los que aparecen al fondo de la acción tienen su propia máquina de cuadratización, a cual más original. “No hay un solo ser humano común y corriente en esta película. Todos son cuadráticos. Nos hemos inventado como unos 150 personajes, cada uno con su propia y diferente máquina para volverse cuadrado”.
Destacar también el mundo donde se desarrolla la historia, que también está cuadratizado y parece salido de una pesadilla: “Esa idea también la aplicamos a la ciudad –asegura Diego-. Por ejemplo, a los edificios que parece que se van a caer les ponemos una prensa, como manteniendo la idea, porque en el fondo queremos que todo este mundo sea como una ilusión, una pesadilla”.
“Insistimos en que esos ideales de belleza son imposibles de alcanzar, también en las ciudades, y por eso esta es como un castillo de naipes que puede derrumbarse en cualquier momento. La ciudad siempre tiene grietas. Tiene aceras, pero las aceras se agrietan porque justamente no pueden vencer a la naturaleza. Y ellos están intentando volver a tapar la grieta de la acera. El protagonista se dedica a tapar esas grietas en las aceras, a poner parches, con lo que tenemos una ciudad llena de parches, de correcciones, para intentar seguir ese orden cuadriculado establecido” -añade el director-.
“Todos queremos encajar”
En cuanto al protagonista, Diego confiesa: “Hay mucho de mí mismo en el personaje, igual que en los tres protagonistas principales. Él quiere encajar, lo que es una cosa muy natural, porque todos queremos hacerlo. Pero, a la vez, estamos hablando de descubrir y conservar la individualidad. Y esa contradicción es la que siente el personaje”.
Él quiere pertenecer a ese paraíso artificial que le ofrecen, ser parte de algo mayor, pero cuando se quita esa presa de la cabeza tiene un recuerdo de su niñez que hace brotar algo en su interior. Una parte inconsciente que hace que empiece a dudar sobre ese paraíso que le ofrecen. Y ese es el conflicto que plantea la película. Como, por un lado, quiere encajar, pero, a la vez no logra reprimir su deseo interno de ser diferente a los demás” -añade el realizador-.
Los sonidos y la música son fundamentales
Al ser una película muda, los sonidos y la música son fundamentales, como nos explica el director: “Lo pensamos así desde el principio, porque creo que la idea se puede transmitir únicamente con la imagen, la música y los sonidos. Al principio pensamos en inventarnos un lenguaje que también fuera cuadrado, pero no sonaba bien, porque el lenguaje es algo fluido que siempre está cambiando. Pero llegamos a construir un lenguaje cuadrado de diez palabras que no funcionaba. Incluso pensamos que solo dijeran si y no, como un lenguaje binario. Pero al final decidimos contar la historia solo con la música y la imagen”.
“Por eso esta película tiene como un 80% de música, cuando una película normal puede tener un 60% -añade-. Como no hay diálogos, esa música de Daniel Velasco, te va llevando por la narrativa de la historia. También intentamos hacer música cuadrada y hay un himno que solo tiene dos notas. Incluso hicimos música con objetos, porque nuestra idea era aplicar esa cuadratización a todo”.
Destacar que, a pesar de su empaque visual y sonoro, la película se ha hecho con un irrisorio presupuesto de medio millón de dólares. “Es un presupuesto muy bajo incluso para Colombia –confiesa-. Nos tocó hacer muchos recortes, ser muy recursivos con todo, hacer convenios con universidades. Y creo que hemos conseguido que la película se vea como si hubiera costado muchísimo más. Por ejemplo, hablando de la música, a Daniel le fascinó tanto la película que se convirtió en coproductor”.
“A nosotros no nos preocupaban los premios, ni estrenarla en festivales… nuestra única preocupación era poder acabarla. Y cuando lo conseguimos nos echamos a llorar de felicidad”.
“Luego, de repente, la película empezó a ganar premios, ganamos en Chilemonos, ganamos en Sitges y eso para nosotros fue un premio adicional. Lo importante es que acabamos la película y espero que les guste a los espectadores” –concluye Diego-.