España, 'huerta de Europa': ¿peligran las exportaciones de fruta y verdura por la sequía?
- En Almería, principal zona productora, preocupan las cosechas al aire libre de lechuga, sandía o brócoli, pero no los invernaderos
- La crisis climática exige adaptarse y ser más eficiente ante la aparición de nuevos jugadores y límites medioambientales
España cultiva una de cada cuatro de las frutas y hortalizas que se producen en la Unión Europea (UE). Cada año el campo español exporta a los Veintisiete una parte de su producción y alivia ligeramente una balanza comercial que está, por lo demás, siempre en déficit. Como lo están las lluvias este año, que ha llovido un 50% menos de lo normal en algunas zonas productoras. ¿Amenaza la sequía el músculo y las exportaciones de la llamada ‘huerta de Europa’?
El sector, de momento, es cauto, aunque en absoluto catastrofista. "No es igual para todo el mundo. Las frutas y hortalizas no están en una situación homogénea", precisa Andrés Góngora, secretario provincial de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) en Almería, donde se concentra la mayor extensión de esos cultivos. Allí, la cosecha preocupa en las parcelas al aire libre de productos como la lechuga, la sandía o el brócoli.
"Ahí sí que hay una situación grave porque se ha dejado de sembrar", denuncia. "La poca agua que hay en esas zonas, que procede del acuífero fundamentalmente, se está usando para regar árboles, porque también hay cítricos".
En cambio, los invernaderos aguantan mejor el envite: aunque vayan "muy justos" de agua, la escasez en el poniente almeriense no es ninguna novedad y se han podido adaptar mejor las circunstancias. "Gracias a dos plantas desaladoras estamos pudiendo mantener los cultivos, mezclando esa agua con una parte que procede del acuífero", prosigue Góngora. "Es curioso como en una situación de sequía los únicos que están pudiendo regar son los que están en el desierto".
Facturas disparadas para salvar los árboles en riego
En otra autonomía tradicionalmente exportadora de frutas y verduras, la Comunidad Valenciana, se muestran igualmente inquietos por el devenir de los próximos meses. En sus campos no preocupa tanto la sequía —que también, especialmente en zonas del interior—, como el aumento de los costes que ya se arrastra desde el año pasado. Los agricultores de cítricos, caquis, frutas de hueso y hortalizas han pagado facturas energéticas que son tres o cuatro veces más caras que hace un año por regar sus campos, según la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-ASAJA). En el Valle del Ebro, en Aragón, ya se ha perdido el 80% de los cultivos de cereza por el calor y la falta de agua, que hacen que el fruto madure de forma prematura y amarga o insípida. Castilla-La Mancha también prevé menos sandías y melones para este verano.
"Estamos intentando mantener el tipo sabiendo que estamos perdiendo dinero, pero, ¿qué hacemos? Tampoco puedes cerrar el grifo y abandonar. Si el árbol sufre o incluso llega a morir, eso influirá para los años posteriores. Una hortaliza, una lechuga o tomate si se pierde esta temporada, el año que viene se planta otra, pero el arbolado no", afirma el responsable de la sectorial de aguas de AVA-ASAJA, José Barres, que no cree que el alza de precios en la fruta de verano llegue a igualar la recaudación de años pasados tras restar los gastos. "Más precio, pero infinitamente menos kilos, es menos dinero en el bolsillo", resume.
El sector navega unos tiempos en los que la inflación y la crisis climática se entrelazan. Muchas veces son dos problemas que se suman —como ilustra Barres—, pero que también pueden compensarse. El grupo de cooperativas ANECOOP, por ejemplo, vendió un 10% menos de toneladas en 2021-2022 que en la campaña anterior. Sin embargo, sus cuentas no se resintieron por esa merma, que se cubrió por el aumento de los precios. "Algunos sí han tenido mucha falta de producto y eso ya es un problema grave", comenta a RTVE.es Ángel del Pino, responsable del departamento de producción y desarrollo.
A este respecto, las presidentas de la Asociación Española de Economía Agroalimentaria, Margarita Brugarolas y Eva Iglesias, valoran que la subida de precios "difícilmente permitirá compensar" a los agricultores sus pérdidas, lo que justificaría las ayudas al sector que anunció el Gobierno. "Con esto se persigue no perder competitividad frente a otros países, pero serán necesarias otras medidas, más a largo plazo, que permitan a los agricultores estar preparados ante un cambio climático que está ocasionando cada vez con más frecuencia, fenómenos atmosféricos extremos", sostienen. Porque el problema no es solo de sequía. Este año, por ejemplo, el granizo ha arrasado los cultivos de sandía en Lorca, Murcia.
Con todo, las cifras globales de esta temporada de fruta y verdura no estarán amenazadas, de acuerdo con el catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid y director del Observatorio del Agua de la Fundación Botín, Alberto Garrido. El especialista en economía agraria señala, en cambio, que la sequía sí pasará factura a las explotaciones de fruta y verdura en Cataluña, igual que impactará en el precio y la capacidad de exportación de otro sector importante para el campo español: el de los olivares y, por lo tanto, del aceite de oliva.
Una Europa más cálida para cultivar: ¿nuevos jugadores en el mercado?
En perspectiva, la exportación de frutas, hortalizas y legumbres no ha dejado de crecer en la última década: escaló casi un 50% desde 2013 hasta 2021, según los datos de la Secretaria de Estado de Comercio. Mientras tanto, el sector ya ha incorporado el cambio climático como un factor más a tener en cuenta. ¿Puede introducir a nuevos jugadores en el mercado europeo y restar competitividad a España en el tablero?
"Hay que pensar que algunos de los países competidores también están afectados por la sequía, como Marruecos", responde del Pino, de ANECOOP, que considera que las empresas y la administración españolas, por lo general, se "han puesto las pilas" para adaptar el regadío a las nuevas condiciones climáticas. Aun así, pide que las condiciones fitosanitarias y sociales a las exportaciones de fuera de la UE (marroquíes, egipcias...) sean igual de exigentes que las del mercado interno.
Y si miramos hacia el norte, Países Bajos, Bélgica, Francia o Alemania están volviéndose más competitivos en la producción hortícola gracias al calentamiento. "Su verano cada vez es más largo y pueden producir durante más tiempo", ejemplifica Andrés Góngora, de COAG Almería. "Antes la temporada se les acababa en septiembre y en octubre ya tenían heladas. Ahora empiezan a no tenerlas. Y siembran en abril, cuando antes las primeras siembras las hacían en mayo".
En España, también están cambiando los parámetros. En Andalucía no dan crédito a que en octubre se rozaran los 40 grados y el cambio climático también se relaciona con un aumento de determinadas plagas, según apunta Góngora. Otros son más optimistas:
"Mi teoría es que ese clima más templado nos está beneficiando en la agricultura", lanza el catedrático Alberto Garrido, citando algunos estudios recientes en la Fundación Botín. "Pongo un ejemplo: el almendro es un cultivo que ha crecido muchísimo porque tiene un precio muy alto y un mercado de explotación muy fuerte. Pero es un cultivo que, por muchas razones, antes no se podía tener por las heladas", prosigue, e insiste en unas perspectivas optimistas para el sector tras una década de crecimiento en la producción cuando ya se sentían algunos efectos del cambio climático.
"Sé que el 2022 no fue tan bueno y el 2023 seguramente va a ser peor, pero evidentemente lo que se ve ahí es que la agricultura española se ha hecho muy competitiva y los cultivos que más se ha adaptado y son muy fuertemente exportadores son las frutas, hortalizas, el viñedo, el olivar, el almendro y, por supuesto, los productos cárnicos", zanja.
El impacto medioambiental, el auténtico límite a la producción
Para el director del Observatorio del Agua, el límite a ese crecimiento económico debe estar en el impacto medioambiental y la contaminación que —dice— producen la agricultura y la ganadería intensivas. Esto, además, "multiplica el problema", porque "tienes menos agua y la que tienes la tienes contaminada", apunta.
Frente a métodos más intensivos y exigentes en recursos, sería más conveniente apostar por mejorar "el valor añadido de la producción, con prácticas más sostenibles, por las que los consumidores estén dispuestos a pagar más, como la agricultura ecológica", opinan desde la Asociación Española de Economía Agroalimentaria, como ya dicta Bruselas. "En cualquier caso, la sequía es un problema que nos ha de llevar a buscar métodos de riego y prácticas de cultivo más eficientes y sostenibles, así como variedades de más resistentes a este fenómeno", agregan Brugarolas e Iglesias.
El aumento del riego también preocupa a las organizaciones agrarias como COAG. "Creemos que no se puede seguir creciendo. Todavía seguimos extrayendo del acuífero y el objetivo tiene que ser no extraer o extraer una mínima parte", reflexiona Góngora, que pide más inversiones en desalación y en reutilización de aguas de uso urbano, las llamadas "aguas regeneradas".
En ese sentido, el Ministerio de Transición ecológica ha fijado el objetivo de aumentar la reutilización de aguas urbanas en un 150% antes de 2027 y ha destinado una dotación de 224 millones para una planta en Alicante. Sin embargo, el agricultor almeriense no cree que la desalación y la depuración puedan ser una solución para toda la agricultura, puesto que aún resultan muy caras para cultivos que necesitan mucha más agua que los eficientes invernaderos. La tecnología está avanzando, pero todavía tiene camino por delante.
Así, en el sector hortofrutícola se trabaja hoy con la convicción de que en los próximos años será necesaria más flexibilidad en la gestión de aguas ante un futuro incierto. Por un lado, desde la Fundación Botín, Garrido opina que los agricultores tendrán que asumir vaivenes en la asignación de agua, dependiendo de las condiciones climáticas de cada año. Por otro, Barres, de AVA-ASAJA, reclama obras de interconexión entre las cuencas para poder repartir mejor los recursos existentes, de nuevo, al albur de cuánto y dónde llueva cada año.