Lluís Orriols: "Los homo sapiens votamos y actuamos con el corazón, desde la identidad"
Noticia Parlamento
- El politólogo Lluís Orriols analiza qué nos mueve a la hora de votar en su libro 'Democracia de Trincheras'
- "Es lo mínimo en democracia: que los derrotados acepten su derrota, una transición pacífica del poder".
¿Cómo elegimos a quién votamos? ¿Analizamos qué ofrecen los partidos, o votamos con el corazón? El politólogo Lluís Orriols intenta dar respuesta a estas complejas preguntas en su último libro, 'Democracia de Trincheras'. La conclusión no es fácil: hay muchos factores que nos influyen, y aunque algunos ya tienen su voto decidido de antemano y no cambiarían de partido... otros ejercen un voto más racional, escuchan a los candidatos, comprueban si han cumplido cuando han gobernado, y deciden. De este complejo proceso charlamos con Orriols, uno de los autores que estará en la recién inaugurada Feria del Libro de Madrid.
Pregunta: De polarización, de cómo alcanzar el éxito electoral y de muchas otras cosas interesantes va este libro, 'Democracia de trincheras'. Seguro que más que más de uno te habrá preguntado por el subtítulo del libro: ¿por qué votamos a quienes votamos? ¿Cuál es la respuesta?
“¿Queremos entender cómo nos comportamos en política? Entendamos primero cómo funcionan las identidades. “
Respuesta: Lo que intento es no inducir a engaños. No es un libro de la receta definitiva de por qué la gente vota como vota, sino que intento ofrecer una mirada que muchas veces perdemos cuando pensamos en cómo votamos. Muchas veces hablamos de votar al partido que más nos da, el que más aumenta las pensiones o cuestiones de beneficios personales. Lo que intento destacar aquí es que la identidad, los elementos emocionales, son uno de los principales, por no decir el principal motor a la hora de entender el voto y entender cómo nos comportamos en política. ¿Queremos entender cómo nos comportamos en política? Entendamos primero cómo funcionan las identidades.
Votar con el corazón
P: O votamos con el corazón o votamos con la razón, ¿son las dos maneras en que podemos acercarnos a las urnas?
“Hay un voto más de corazón, de cuáles son los míos, votar a mi tribu“
R: Son las grandes formas de entender cómo votamos. Alguien puede decir que se vota con la razón, es decir, haciendo cálculos racionales de utilidad. A ver qué partido me ofrece las cosas que más me benefician o que más son acordes con mis ideas o mi ideología. Y la otra es un voto más de corazón, más emocional, de cuáles son los míos, cuál es mi grupo, cuál es mi tribu y yo votaré a mi tribu. Normalmente tendemos a pensar que la gente vota con la razón y denostar, darle una connotación peyorativa a votar con el corazón. Yo intento aquí ofrecer una idea un poquito más compleja que eso. Es que votar con el corazón a veces incluso es bueno.
P: Este domingo estamos llamados a las urnas más de 35 millones de españoles. ¿Cuántos serán votos con el corazón y cuántos con la razón?
R: Pues me es imposible decirte un número, pero sí te puedo decir que la gran mayoría de los españoles, igual que la gran mayoría de los americanos o franceses, por decirlo de otra forma, los homo sapiens votamos y actuamos en general con el corazón, desde el corazón, desde las identidades. Primero conformamos nuestro mundo, nuestra forma de entender el mundo, entre nosotros y ellos. Quiénes somos nosotros, quiénes son ellos... y acabamos actuando en pro de nuestro colectivo, en pro de nuestro grupo. Nos identificamos con algo y eso es lo que nos tenemos que preguntar: ¿con qué nos identificamos? ¿Quiénes son nosotros?... Y así sabemos cómo vota la gente.
P: Y esa proporción voto emocional/voto racional... ¿se mantiene más o menos siempre igual o depende, por ejemplo, del devenir de las políticas?
“A veces votamos de forma más racional y otras de forma más emocional“
R: Es una pregunta muy buena que nos lo planteamos muchas veces los politólogos. A veces votamos más de forma racional y a veces de forma más emocional, y a veces, cuando hay partidos asentados, estables, que generan vínculos emocionales con las personas de forma continuada a lo largo del tiempo, podemos pensar que la gente vota de forma más emocional, o más de identidad. Este es mi partido y llevo toda la vida votándolo. Por lo tanto, seguiré votándolo.
Y cuando hay un choque y se rompe el sistema de partidos empieza a haber nuevas formaciones: en los ayuntamientos hay agrupaciones locales coyunturales que no son partidos tradicionales. En ese caso es posible que actuemos de forma más pensada, más racional, menos con el corazón, más mirando qué me ofrece uno y que me ofrece otro.
La 'economía del bolsillo'
P: Y en ese voto racional, ¿pensamos también en el bolsillo, en cómo nos ha ido desde el punto de vista económico en la última legislatura?
R: Exacto. Seguramente habrá quienes me vean y piensen que la identidad no es tan importante. Lo segundo que les vendrá a la cabeza es la economía del bolsillo. Los politólogos, de hecho, estamos como muy obsesionados con dos cosas: por un lado estudiar la identidad, cómo la gente establece vínculos emocionales con los partidos, por ejemplo, y vota teniendo en cuenta esos elementos identitarios. Y el segundo elemento es la economía. Es lo que llamamos el voto económico. La gente vota en función de cómo va la economía. Los ciudadanos están atentos a la economía y no es que estén preocupados por su bolsillo, no es que voten la economía en función de si va bien o mal pensando en sus bolsillos. Es que piensan que seguramente la economía es un buen indicador de si un gobierno es competente o no. Valorar si un gobierno es bueno o es malo, es muy difícil. Deberíamos coger el BOE cada día y estudiarlo y hacer en un 'éxcel' de cosas buena, negativas... estaríamos semanas y semanas juzgando de forma aséptica al gobierno. No tenemos tiempo para eso. Buscamos un atajo. Una regla sencilla que usamos los ciudadanos para no invertir mucho tiempo a la hora de juzgar si los gobernantes son buenos o malos.
Un ejemplo: justo antes de que Donald Trump ganara las elecciones presidenciales la gran mayoría de los votantes demócratas pensaban que la economía iba bien, y los votantes de Donald Trump, los republicanos, pensaban que iba mal. Hubo unas elecciones y al cabo de una semana volvieron a preguntar qué pensaban. La situación económica era la misma, Trump no había pisado la Casa Blanca y era Obama el presidente, pero ya los republicanos pensaban que la economía iba fantástico y en cambio los demócratas ya pensaban que la economía iba mal. Por lo tanto, la gente racionaliza un poquito. La verdad es que se piensa que las cosas van bien o van mal en función de si el que gobierna es el de su tribu o no es el de su tribu.
Consentir la derrota
P: Has mencionado a Donald Trump. Tras su derrota puidmos ver el peor lado, el lado más irascible de la política, con esas imágenes de los defensores de Trump asaltando el Capitolio... o también en Brasil, más recientemente, el asalto al Parlamento con la victoria de Lula da Silva, tan cuestionada por los seguidores de Bolsonaro. ¿Ese es el máximo ejemplo de hasta dónde nos puede llevar una excesiva polarización?
“Es lo mínimo en democracia, que los derrotados acepten su derrota, una transición pacífica del poder“
Yo creo que sí, porque ahí, en esos dos ejemplos que te has puesto, se quiebra uno de los principios básicos en que se sustentan las democracias, que es el consentimiento de los perdedores. Las democracias en su mínima expresión: que los derrotados acepten su derrota. Y hay una transición pacífica, no sangrienta, no convulsa de poder. Es decir, se van unos porque aceptan la derrota y entran otros. Y los que aceptan la derrota, bueno, están descontentos, sí, pero esperan que en el futuro acabarán gobernando otra vez ellos. El consentimiento de los perdedores es uno de los pilares de nuestra democracia.
Y ahí vimos como la polarización, el descrédito del adversario, el pensar que el otro no debería ni tan solo concurrir a las elecciones, que es alguien peligroso, provoca que cuando pierdes las elecciones no consientas esa derrota y acabas incluso pidiendo intervenciones de los militares o ocupando las instituciones. Yo creo que es un elemento que deberíamos mimar muchísimo, no solo en Brasil o Estados Unidos, también en nuestro país. En nuestro país también tenemos que poner el foco en entender que los ciudadanos debemos consentir las derrotas.
P: Esto que estamos hablando, que ha ocurrido en Brasil, en Estados Unidos, puede pasar también en España, o estamos muy lejos de poder vivir algo así?
“En España estamos polarizados, pero lejos de ocupar las instituciones como en EE.UU. “
Mi reacción inmediata sería que estamos mejor. Ahora bien, es verdad que desde la Universidad Carlos III estamos ahora abriendo una línea de investigación para estudiar a lo largo de este año electoral cómo los perdedores se comportan en términos de opinión, qué opinan de la democracia, del rival, si aceptan los resultados. Por tanto, vamos a ver dentro de un año -si me vuelves a invitar- si realmente estamos más o menos cerca. Mi impresión es que no estamos tan cerca, aunque estemos muy polarizados, estamos aún lejos de ocupar instituciones. Pero bueno, Estados Unidos tenemos que mirarlo como algo que podría pasar en España, no como algo exótico que jamás pasará. En realidad, muchos de los síntomas que hay en Estados Unidos se ven también en Europa y por lo tanto no deberíamos ver autocomplacientes pensando que un asalto al Capitolio es algo que puede pasar ahí y no pasar aquí.
P:¿No deberíamos relajarnos entonces?
R: Jamás.
Racionalizar el voto
P: En tu libro 'Democracia de trincheras', nos enseñas a debatir, a discutir mejor sobre política. También a hacer autocrítica. A cambiar de opinión y reconocerlo sin prejuicios. Y yo te quería pedir un consej para cuando este domingo por la noche veamos a los líderes políticos, a los candidatos, salir a valorar sus resultados. ¿De qué manera nos podemos quitar esas gafas ideológicas que con mucha frecuencia nos impiden ver la realidad?
R: Yo en el libro pongo varias recetas caseras para reducir esa polarización. Una que está basada en algunos estudios de psicólogos es intentar forzarte a buscar cosas buenas del rival y cosas malas de tu grupo. Si te esfuerzas en pensar qué tiene de bueno el otro y qué tiene de malo el tuyo estás reduciendo ese elemento polarizador, y hace que aceptes más, que pongas en contexto las derrotas, que tampoco es tan dramático que ganen los demás.
“Hay que esforzarse en ver lo bueno del otro y lo malo del tuyo para reducir la polarización“
Es lo que hablábamos, por qué es tan importante el consentimiento de los perdedores. Los que el domingo pierdan, que acepten los resultados, no contentos, pero al menos que los acepten de democrático buen grado.
P: Ese es un consejo para los votantes, porque no me imagino yo a ningún candidato reconociendo los méritos del rival. Esos sí que estamos muy lejos de eso.
R: Me parece bien. Los políticos hacen bien en reivindicar sus buenas políticas. La oposición lo que tiene que hacer, porque es su función, es controlar al Gobierno, es criticarlo, y el Gobierno lo que tiene que hace es reivindicar sus logros. Yo creo que aquí la especialización es buena. Nosotros necesitamos información sobre las cosas buenas y malas. Dejar que el gobierno hable de sus cosas buenas y que la oposición hable de las cosas malas.