El golpe de la sequía en la fauna silvestre: así afecta a ranas, mariposas, aguiluchos, ciervos y otros animales
- Muchas especies ven reducidas sus poblaciones por la escasez de agua y alimento, sobre todo, insectos, peces y anfibios
- Las aves de humedales sufren especialmente el deterioro de sus hábitats y, al migrar, trasladan la presión a otros ecosistemas
Las aves son migrantes climáticas por antonomasia. Algunos peces, como la sarda, se adaptaron para vivir en ríos que menguan en el verano. Pero mientras la sequía prolongada ya se extiende por el 35% de la península, la escasez de lluvias golpea de forma silenciosa en la vida silvestre.
"Tiene efecto, sobre todo, en las especies que dependen directamente del agua, como los insectos, los peces y otras especies acuáticas, pero también en los anfibios, que necesitan agua para desarrollar la fase larvaria. Si no hay agua en las charcas y zonas húmedas, este año directamente no van a criar", explica a RTVE.es Rafael Seiz, coordinador del Programa de Agua de WWF España, que menciona también el impacto en las especies terrestres. En años como este, los ciervos y corzos ven cómo el agua para beber y los pastos para comer escasean.
Con todo, algunos animales están mejor adaptados que otros. "En la cornisa cantábrica, donde el clima atlántico es más característico, las especies resisten peor los periodos de falta de recursos, con lo cual puede haber episodios puntuales en los que algunos ejemplares no consigan sobrevivir", ejemplifica. El estado de los ecosistemas antes de llegar la emergencia puede, en cualquier caso, marcar la diferencia.
Seis de cada diez aves amenazadas sufren más las sequías
Las aves sufren especialmente los años secos y esto manifiesta en diferentes planos: "Hay uno más inmediato, que es la necesidad de agua para beber o, incluso, para cosas que a lo mejor son menos intuitivas, como la falta de barro para que las golondrinas y aviones puedan hacer sus nidos". El experto que habla es Mario Giménez, delegado de SEO Birdlife en Valencia, quien enlaza con los comentarios de WWF. "Menos insectos y menos producción de semillas es, en definitiva, menos comida y eso viene a significar que las aves estén en peor estado físico. Ponen menos huevos, sacan adelante menos pollos y esto afecta al tamaño de las poblaciones", enumera.
Pero Giménez destaca los problemas que surgen para las aves por el cambio en sus hábitats. La sequía es un ciclo habitual dentro del clima mediterráneo, pero estas últimas vienen montadas sobre un proceso de cambio climático que ya está influyendo en los patrones de algunas especies migratorias: bandadas que paran cada vez más al norte porque en el sur encuentran demasiado calor y poco alimento o porque los ríos ya no se hielan todo el año como antes, otras que directamente han dejado de migrar. "Las cigüeñas son un ejemplo clásico de especie que ya no cruza el estrecho, muchas veces se quedan en España", apunta el experto.
En lo que respecta solo a las sequías, el impacto es más evidente para dos grupos de aves, las ligadas a ecosistemas agrícolas y a los humedales. Con la mala cosecha de secano este año, las primeras han quedado muy expuestas: "Como no tienen sitio donde hacer nidos, porque no han salido los cereales por la sequía, se tienen que ir a sitios peores, donde seguramente tendrán más depredación, tendrán que poner los nidos en el suelo y volvemos al inicio: habrá menos pollos", afirma Giménez, de Seo BirdLife, sobre especies como el aguilucho cenizo. Las aves acuáticas, por lo general, pueden migrar a otros humedales, pero las pocas opciones cercanas ya están empezando a sufrir cierto "overbooking".
Para dimensionar el problema, el técnico aporta un dato: de las 90 especies calificadas como "amenazas" en su Libro Rojo En definitiva, seis de cada diez aves vulnerables o en peligro aquejan especialmente las condiciones en las que se encuentra ahora buena parte del país.
La situación se percibe ya en el monte, según cuentan algunos cazadores. "Tenemos signos de animales que no se van a reproducir", afirma el responsable de investigación de la Fundación Artemisan, Carlos Sánchez, y pone como ejemplo los bandos de perdices que vuelan ahora con pocos perdigones —sus crías— para esta época del año.
La falta de lluvia se ha arrastrado durante meses y desde la organización han instalado refugios con agua a los que se acercan todo tipo de animales para aliviar la sed. En un estudio en 2020, se llegó a identificar 75 especies distintas utilizando los bebederos: 54 especies de aves, 14 de mamíferos, seis reptiles y un anfibio, según cuenta Sánchez. Casi la mitad de las visitas correspondían a especies no cinegéticas.
Sin flores ni hojas, mueren las mariposas
Mientras tanto, cientos de mariposas mueren silenciosamente. "En estos casi 30 años de seguimiento, hemos constatado que hay muchas especies de mariposas que tienen una tendencia negativa. Las causas son multifactoriales, hay que tener en cuenta que es una realidad compleja que no se explica por una sola razón, pero una parte de este declive general se relaciona con las sequías, que han aumentado en frecuencia y en intensidad en los últimos años", comenta Constantí Stefanescu, investigador asociado del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF).
El entomólogo explica que es normal que un número muy alto de orugas mueran en el camino de la metamorfosis, pero que la proporción puede ser mayor cuando la calidad y la cantidad de plantas, su alimento, "cae en picado" por la escasez de agua. "Las orugas más pequeñas, al principio de su desarrollo cuando salen del huevo, son hipersensibles a la desecación", apunta.
Más tarde, las pocas elegidas que han conseguido transformarse en mariposa tampoco lo tienen fácil. La cuestión, de acuerdo con Stefanescu, está algo menos estudiada: "La sequía quiere decir que hay una disponibilidad de flores mucho más baja. Hay plantes que ni sacan flor y, cuando lo hacen, duran poquísimo. Las mariposas, y esto es extrapolable a todos los insectos polinizadores, necesitan visitar las flores para obtener néctar. Si hay menos flores, tienen problemas para encontrar los recursos que necesitan para estar activas, madurar los huevos, etc. Con lo cual, su mortalidad como adultos también aumenta".
Efecto dominó en los ecosistemas
En ecosistemas donde, por definición, todo está conectado, la falta de insectos acaba repercutiendo en todo lo demás: si hay menos insectos polinizadores, hay menos plantas polinizadas, incluidos los frutales y huertos para nuestra alimentación. Por su parte, otros depredadores pierden directamente parte de su sustento y esto, zanja el biólogo, "se transmite a través de la pirámide trófica hasta afectar a los niveles más altos".
Si hablamos de aves, en cambio, el efecto dominó tiene más que ver con sus migraciones que describía antes el experto. Ante la degradación de los humedales de las Tablas de Daimiel o Doñana, patos y flamencos emprenden el vuelo y se refugian en otras aguas, como las de la Albufera valenciana.
"Tenemos una carga de aves que no es la que deberíamos tener habitualmente, y la Albufera tampoco está sobrada de agua ni muchísimo menos", comenta Mario Giménez de Seo BirdLife desde Valencia, sobre la —antes rara— imagen de flamencos en la laguna mediterránea. Estos animales se adaptan fácilmente a su nuevo hábitat, pero lo cierto es que con sus largas patas rosas remueven los fondos para comer y liberan sedimentos que complican la siembra del arroz, uno de los principales motores económicos de la zona. Tanto es así que los agricultores ya han reclamado ayudas por los daños y la conselleria del ramo está estudiando una compensación.
Hábitats que, antes de la sequía, ya estaban en la UCI
Sumado al cambio climático, las sequías se han agravado por una "mala gestión" de las aguas y, por lo tanto, una "mala conservación" de los ecosistemas, según WWF y Seo BirdLife. "Si tienes un paciente que ya tiene una dolencia y le llega otra enfermedad, eso lo agrava. Pasa lo mismo con un ecosistema", señala Rafael Seiz, haciendo una analogía con el cuerpo humano. En su opinión, los problemas de presión, contaminación y modificación de bosques o humedales tienen mucho que ver con la extensión de cultivos y monocultivos, una crítica en la que coincide Giménez. Este denuncia que se está incumpliendo la "obligación legal" de mantener los mínimos caudales ecológicos de ríos y humedales y pone, de nuevo, los ejemplos de Doñana, en Andalucía, y Daimiel, en Castilla-La Mancha, que mantienen un modelo de agricultura intensivo en torno a los parques. "Estamos repartiendo y consumiendo más agua de la que tenemos", afirma.
Finalmente, cómo son y de dónde vienen las especies que viven en un ecosistema influye también en sus posibilidades de supervivencia. Las especies endémicas llevan mucha ventaja a las exóticas, explica Seiz: "Paradójicamente, cuando hay agua, [las exóticas] son especies oportunistas que ocupan nichos con facilidad y desplazan a las endémicas con su capacidad de reproducirse y alimentarse. Pero cuando falta agua, son las más vulnerables porque no están adaptadas". Es lo que hace que, por ejemplo, que algunos peces puedan morirse al quedarse "literalmente sin oxígeno" aun estando sumergidas.
La "solución infantil" de solo esperar la lluvia
Ante un problema en el que se entrelazan y suman las causas, las organizaciones ecologistas exigen una mejor planificación y gestión de los recursos, así como el cumplimiento de la ley que ya existe al respecto. "Ahora, mirar al cielo a ver si llueve es una solución infantil", reprocha el técnico de WWF.
Desde la Fundación Artemisan, piden también a las administraciones "que se impliquen" en la gestión de los hábitats para no tener que llegar a situaciones extremas. Mientras tanto, afirma Carlos Sánchez, cazadores y gestores pueden actuar con bebederos y puntos de agua para aliviar la sequía que acecha a la biodiversidad.