Las olas de calor marinas y la sobrepesca amenazan los corales españoles: "Los océanos están pidiendo ayuda"
- Se calcula que se han perdido un 14% de los corales entre 2009 y 2018 a nivel mundial
- Estaciones centinelas y ‘guarderías’ buscan mejorar la conservación de esta especie clave del fondo marino
Centenarios y con colores que compiten con el propio arcoíris. Los corales han dibujado los países submarinos de las costas españolas desde hace siglos, sirviendo como refugio a peces y organismos, y convirtiéndose en los verdaderos tesoros escondidos de los fondos del Mediterráneo y el Atlántico.
Las amenazas de estos ecosistemas, sin embargo, se han duplicado en los últimos años. Las olas de calor marinas, la sobrepesca y la contaminación podrían “deforestar” algunos puntos y romper el equilibrio de dichos hábitats, que son extremadamente frágiles y vulnerables, según explica a RTVE.es la investigadora de la Universidad de Barcelona, Cristina Linares. “Hay que empezar a ver la biodiversidad marina desde otra perspectiva. Los océanos están pidiendo ayuda”, cuenta con motivo de Día Mundial de los Océanos.
Se calcula que un 14% de los corales se han perdido entre 2009 y 2018 a nivel mundial por el aumento de temperatura de la superficie del mar, siendo especialmente acusada en la Gran Barrera de Coral de Australia, donde se apunta a una reducción a la mitad en poco más de 20 años.
“Las comunidades de corales – formados por esqueletos más duros - y de gorgonias – con estructuras más blandas - son excelentes indicadores de la salubridad del ecosistema y no está dando buenas señales”, añade, por su parte, el biólogo y director científico de la Fundación Museo del Mar Ceuta, Oscar Ocaña, sobre estas especies que, aunque frecuentemente son confundidas con plantas debido a su forma de árbol, pertenecen al reino animal.
Pese a la gran diversidad de corales en España, - con más de 200 tipos - no hay un registro a nivel nacional de su evolución. Pero sí se ha observado que, tras episodios intensos de calor o de pesca, las poblaciones se han llegado a reducir a la mitad en algunos lugares, indica otro de los investigadores en este terreno, Josep María Gili, desde el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC).
La doble amenaza del coral rojo
Entre las especies que más preocupan se encuentra el coral rojo, que vive en el Mediterráneo occidental (Cataluña, Baleares, Andalucía, algunos puntos del Atlántico oriental y Canarias), y que está catalogada en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
La causa ha sido tradicionalmente el furtivismo feroz que ha sufrido esta especie para su uso en joyería –actualmente prohibido– a lo que ahora se suma el aumento de los episodios de calor en el agua, apunta la también investigadora del ICM-CSIC, Sandra Ramírez. Cuando los cambios térmicos son muy largos, "dificultan su alimentación a base de fitoplacton, ya que lo toman de las aguas profundas que suben hacia la superficie" y que deben mantenerse frías para trasportar los nutrientes, indica.
La falta de alimento también ralentiza su reproducción. "Normalmente los corales pueden crecer un centímetro por año, demorando su madurez reproductiva hasta una década. Pero sin nutrientes pueden tardar aún más. El tiempo corre en su contra y pueden morir con más rapidez de lo que se regeneran", indica esta investigadora, que centra sus estudios en detectar si los factores genéticos aumentan la vulnerabilidad de las especies del Mediterráneo, un enclave que el pasado verano pasó la barrera de los 30 grados en la zona occidental.
Pese a la importancia del cambio climático, Josep María Gili pide que "no sea la cortina que esconda los impactos de la actividad humana" y propone identificar los lugares vulnerables y señalizarlos para que "sea posible la convivencia". Linares coincide y apunta a que la conservación “es importante tanto para el medio ambiente como para la llamada ‘economía azul’, es decir, la que deriva de los mares y océanos". "Los corales son clave para los ecosistemas, dan sustento al resto de especies y muchas de ellas tienen un gran valor comercial", dice.
Estaciones centinelas y ‘guarderías’ de coral para su restauración
Con el objetivo de mejorar la recogida de datos de los hábitats marinos, Ocaña coordina las llamadas ‘Estaciones Centinela’ de Cambio Global en varios puntos de España. Una de las más antiguas se encuentra en el Mar de Alborán, pero también se están poniendo en marcha en Lanzarote y La Palma, islas que albergan importantes bancos de corales negros. “El océano cuenta con más especies de las que pensamos y hay muchos estudios en marcha, lo que hace aún más importante conservar este tesoro”, asevera este biólogo ceutí.
En los muestreos anuales del hábitat marino se han llegado a detectar un 60% de corales dañados, cifra Ocaña, sobre la labor de estos ‘centinelas’ que, además, recoge parámetros como la temperatura o las variaciones del pH del agua. “Aunque la contaminación o el tráfico marino pueden afectar, el principal impacto que hemos detectado es la pesca y las actividades extractivas”, señala. “Los anclajes y redes de los barcos arrancan o hieren a los corales, que luego son colonizados por parásitos, convirtiendo estos jardines de biodiversidad en cementerios”, explica.
"La buena noticia es que las pérdidas en muchos casos son reversibles", dice sobre los arrecifes mundiales que, en 2019, consiguieron recuperarse un 2% de su cobertura. Por ello, el investigador lamenta que “no haya más interés” por parte del Estado y pide que se aumente la inversión, las zonas protegidas marinas y que estas “se cumplan” para que no se queden, nunca mejor dicho, en papel mojado”.
Las propuestas no solo quedan ahí. Para la restauración de estos ecosistemas, la ONG Equilibrio Marino inició ‘guarderías’ de coral en la costa de Granada, que aún continúan algunos submarinistas. También se han hecho replantaciones de estas especies en las Islas Medas (Girona) por grupos de investigación como MedRecover. Ambas iniciativas siguen un proceso similar: se detectan los corales dañados, se replantan y cuando están lo suficientemente maduros se devuelven a los mares. “Son acciones puntuales para intentar mejorar algunas zonas, pero no solucionarán completamente las amenazas de estas especies”, indica Linares.
"Falta mucho camino", coinciden los expertos, para evitar que la degradación de los océanos acabe apagando los fondos. “Tenemos que proteger esos ecosistemas con el corazón y con el cerebro. Nos va mucho en ello”, concluye Ocaña e insta a la ciudadanía a ser “la voz de la naturaleza”.