Crédito social, el nuevo método de control masivo en China
- El sistema otorga puntos por consumir y ser un buen ciudadano y te los quita si eres crítico
- El documental refleja el día a día de una pareja donde nada escapa a los ojos del Gran Hermano chino
- Ya puedes ver el preestreno de 'Mi mujer tiene crédito socia' en RTVE Play
El periodista francés, Sebastian Le Belzic, ha decidido grabar la vida diaria de su mujer china, Lulu Cheng. Inmersa como el resto de compatriotas en el sistema de crédito social, Lulu intenta conseguir todos los puntos posibles que le permitan mantener su estatus de ciudadana ejemplar.
Cualquiera de sus movimientos queda archivado en el gran almacén digital donde sus datos son procesados, puntuados y juzgados por los ordenadores del Partido. Tecnología puesta al servicio del control de la ciudadanía.
Ojos electrónicos te siguen en silencio
El periodista francés Sebastian trabaja en Pekín desde 2007. Está casado con Lulu, una ciudadana china, y llevan una vida de lo más normal, con una salvedad: las cámaras de vigilancia les observan por todas partes: en el descansillo de su casa, en el ascensor, en el taxi… etc. "En principio en mi casa no hay cámaras ocultas, pero quizá hay razones para ser paranoico", comenta Sebastian.
En China, se calcula que hay una cámara por cada dos habitantes. De hecho, de las 20 ciudades con mayor número de cámaras en el mundo, 18 son chinas. Es una sociedad sometida a una vigilancia permanente que no se conforma con supervisar a sus ciudadanos a través de estos ojos electrónicos.
Las grandes tecnologías como el 5G y el Big Data instaladas y utilizadas en estas ciudades inteligentes constituyen grandes redes de vigilancia con las que el gigante asiático les controla. Pero, ¿cómo se consiguen la infinidad de datos necesarios para que ese control sea eficaz? Con herramientas como Wechat o Alipay, entre otras, con las que se compra, se paga, se habla o se escanea. Son las aspiradoras de esos datos personales que alimentan el sistema de vigilancia masiva del Partido.
Coger el metro, una conversación telefónica, la compra de cualquier producto, hacer una operación bancaria o ir al médico, todo queda registrado y archivado en los potentes servidores del gobierno.
El móvil te convierte en buen o en mal ciudadano
Sebastian ha decidido grabar, durante un año, el día a día de su mujer que, como cualquiera de sus compatriotas, está inmersa en el sistema de crédito social establecido para alcanzar la sociedad íntegra y armoniosa que el régimen espera. "Desde el comienzo de la mañana, es imposible vivir sin el móvil", asegura Lulu, mientras pide un taxi con su teléfono y suma puntos en su cuenta de ciudadana ejemplar.
En 2014, el gobierno publicó el documento para instaurar el sistema de crédito social. Y desde pocos años después, funciona a toda máquina.
“Si acumulas puntos, puedes utilizarlos para beneficiarte de accesos privilegiados a determinados servicios públicos“
Cuanto más consumes y mejor te portas, mayor puntuación logras para poder engrosar la lista de ciudadanos de primer nivel. Y, entonces, el régimen te premia. "La idea es que, si acumulas puntos, puedes utilizarlos para beneficiarte de accesos privilegiados a determinados servicios públicos", explica el profesor de Derecho de la universidad de Tsinghua, Xin Dai.
"¿757 puntos tienes?", se pregunta Sebastian asombrado, señalando la cifra que aparece en la pantalla del móvil de su mujer. "Entonces, ¿tiene buena puntuación?", le dice a Xin Dai. "Sí, desde luego", afirma el profesor mirando a Lulu.
“Mi esposa cuida su crédito y así mantiene su estatus de buena ciudadana“
Ella sonríe orgullosa sabiendo que su consumo le va a reportar los beneficios que brinda el crédito social: descuentos en el transporte público, admisión en hospitales o en consultas médicas sin fianza, acceso gratuito a parques, incluso hasta privilegios a la hora de solicitar un visado para viajar al extranjero. "Mi esposa cuida su crédito y así mantiene su estatus de buena ciudadana" relata Sebastian, a la vez que va grabando cómo suma más y más puntos con cada uno de sus actos cotidianos y sus compras, móvil en mano.
Tú consume que yo, a cambio, te espío
Sebastian está asombrado de ver a Lulu moverse como pez en el agua dentro de este sistema mientras genera crédito. Parece que los ciudadanos chinos lo afrontan como si se tratara de un juego.
La lealtad reporta puntos, la crítica te los quita. Una obsesión diaria donde la fidelidad ofrece al gobierno, mediante los datos personales de los usuarios, un perfecto retrato digital de cada uno de sus ciudadanos que son vigilados por los ojos del Gran Hermano chino que todo lo ve. "¿No te incomoda que te puedan seguir a través del móvil?", le pregunta Sebastian a Lulu. "Es muy práctico, te facilita mucho la vida", le responde ella.
En China, la comodidad se paga y a qué precio. Aquel que no está dispuesto a seguir el pragmatismo social no tiene cabida en esta sociedad. Según comprueba Sebastian, el Partido regula de esta manera el cumplimiento de las normas por parte de su sociedad, sin tener que echar mano de la violencia.
“Si cruzo, ¿saldría mi foto?, ¿y qué me va a pasar?, ¿perderé puntos?“
Incluso en aspectos tan nimios como cruzar una calle. "Si un peatón o un coche cruza un paso de cebra en rojo, luego aparece en la pantalla", advierte Lulu a Sebastian, que no da crédito a la penúltima ocurrencia del gobierno. "Si cruzo, ¿saldría mi foto? , y qué me va a pasar?, ¿perderé puntos?", insiste Sebastian, perplejo. "Sencillamente, aparece tu cara y, ¡menuda vergüenza!", le avisa su esposa para evitar que exponga su imagen y la pueda ver toda una sociedad, cuya vida privada es completamente pública.