La realidad del conflicto en Sudán: cadáveres acumulados en las calles y supervivientes sin comida ni agua
- Hay más de 900 civiles muertos y más de 6.000 heridos desde que comenzó el enfrentamiento hace dos meses
- También ha provocado el desplazamiento interno y externo de más de 2,2 millones de personas
Hace dos meses la vida en Sudán cambió por completo. Un estallido de violencia golpea el país desde el 15 de abril, cuando comenzaron los enfrentamientos entre el Ejército regular y los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR). La peor vuelta atrás en una región que solo trataba de alcanzar la estabilidad.
Con temperaturas que superan día sí y día también los 40 grados, los cadáveres acumulados en las calles de ciudades como Jartum se empiezan a descomponer: "Tratamos de enterrarlos a todos, muchos barrios se están convirtiendo en cementerios", cuenta a RTVE.es Kamal, un joven de 34 años residente en la capital.
Kamal no es el único, algunos de sus vecinos hacen lo mismo. Ellos solo pretenden "evitar otro desastre de salud" que afecte al país y frenar "como pueden" la presencia de cuerpos en las calles. El número de muertos, lejos de ser definitivo, asciende a 900, mientras que los heridos rondan los 6.000.
No solo hay muertos y heridos, millones de personas lo han dejado todo atrás. Según Naciones Unidas, hasta el momento hay más de 2,2 millones de personas desplazadas interna y externamente. Una cifra que se suma a los 3,7 millones de desplazados con los que ya contaba el país, principalmente en Darfur.
Refugiados por la crisis humanitaria, alimentaria y sanitaria que ya vivían los sudaneses y agravada por un nuevo conflicto en una región más que acostumbrada a las guerras. "La situación es realmente mala, los combates continúan y desgraciadamente, no se prevé que disminuyan", explica a RTVE.es el delegado de Cruz Roja en Sudán, Jaime Armenteros.
Sin avances en prácticamente ninguna zona desde el inicio del conflicto: "hay zonas mejores y peores, pero en el conjunto del país la situación es de inseguridad", sentencia Armenteros.
Zonas inaccesibles e instalaciones sanitarias a medio gas
Entre todas esas zonas peores, hay muchas totalmente inaccesibles. Es el caso de algunos barrios de Jartum o de la ciudad de El Geneina, en Darfur Occidental. Allí la ayuda no llega y las evacuaciones no son una opción dada la dureza de los combates. Pero el conflicto pone vidas en riesgo más allá de la violencia directa y el fuego cruzado.
Trabajadores de MSF en Sudán, explican a RTVE.es que el conflicto "ha obstaculizado gravemente el acceso a la asistencia sanitaria, afectando a todos, incluidos pacientes con enfermedades crónicas y mujeres embarazadas". Según datos de la ONU, el 67% de los hospitales cercanos a zonas con combates activos no funcionan.
Con los hospitales a medio gas o saturados, como en Nyala o el Hospital del Sur en Darfur del Norte, los trabajadores humanitarios hacen lo que pueden, pero siguen enfrentándose a numerosos ataques y saqueos.
"Recibimos a un gran número de pacientes traumatológicos en los últimos días, a menudo más de 50 al día", cuentan los mismos trabajadores de MSF, que viven sometidos a mucha presión ante la dificultad que supone atender a tanta gente cuando los medios y el personal son escasos.
Ni comida ni agua
Para aquellos que no necesitan atención sanitaria, la situación es igual de complicada. Las tasas de desnutrición en el país se están multiplicando.
La llegada de suministros a Port Sudan, una ciudad a orillas del mar Rojo casi ajena al conflicto, es relativamente fácil. Su distribución al resto del país se vuelve casi quimérica.
"Aun teniendo algo de dinero, la gente no tiene acceso a alimentos", cuenta a RTVE.es el director adjunto de Acción Contra el Hambre en Sudán, Yonas Mesele, que se encuentra en Port Sudan. Muchos mercados están cerrados, los precios se han disparado y los bancos han colapsado, lo que dificulta enormemente luchar contra esas tasas de desnutrición.
No solo acceder a comida es complicado, beber un vaso de agua también es una misión imposible. "En algunas zonas los habitantes siguen sin agua desde el inicio de los combates", matiza Mesele.
Crisis alimentaria devastadora a largo plazo
Pero no solo la situación es devastadora a día de hoy, el conflicto está dejando unas cifras demoledoras a largo plazo también. "El número de personas que necesitan ayuda humanitaria ha aumentado casi un 56%", confirma a RTVE.es, el director de Save The Children en Sudán, Arif Noor.
Personas que necesitan y seguirán necesitando ayuda humanitaria durante algún tiempo en un país que no dispone de recursos suficientes para hacer frente a necesidades tan enormes.
Mayo y junio eran sinónimo de temporada de siembra antes del conflicto. Una siembra que proveía a muchas familias de sustento durante el invierno, cuando las cosechas son escasas.
"Desgraciadamente, debido al conflicto, la gente no ha podido comprar o tener acceso a productos esenciales como semillas o fertilizantes", relata Noor, quien asegura que este año se espera que haya "una desesperada escasez de cultivos antes de las cosechas", lo que provocará escasez de alimentos.
De hecho, según datos de Save The Children, se prevé que el precio de una cesta de alimentos local, que ya era un 28% más alto de lo normal en marzo de 2023, aumente otro 25% en los próximos tres a seis meses.
Y quienes se llevan la peor parte serán los niños. Allí más de 9 millones de niños y niñas, casi la mitad de todos los niños del país, se enfrentarán a una grave escasez de alimentos en los próximos meses debido al conflicto.
Llegadas masivas a países fronterizos
La situación para los que deciden dejarlo todo atrás fuera de Sudán no es mejor. En estos dos meses de conflicto 528.147 personas han salido por alguna de las fronteras del país. 149.383 lo han hecho en dirección al vecino Chad, según cifras de la Organización Internacional para las Migraciones.
Allí son bienvenidos, lo confirma el representante de UNICEF en Chad, Jacques Boyer, pero recuerda que "ningún país está preparado para una llegada tan masiva de migrantes".
Una llegada masiva dividida en oleadas, que solo muestran la crudeza del conflicto. "Los primeros desplazados llegaban con algunas pertenencias, ahora, con la segunda ola, que comenzó a principios de junio, llegan en una situación muy precaria, sin casi nada", explica Boyer.
La mayoría, incide Boyer, son mujeres y niños, mentalmente en shock. Con un trauma por lo que dejan atrás: una guerra en la vida tal y como la conocían.