¿Con o sin móvil?: la dificultad de convivir con la tecnología y no ser absorbido por ella
- El uso constante del móvil en eventos, como conciertos, puede restarnos experiencias reales
- Expertos creen necesario educar en las nuevas tecnologías para convivir con ellas
Gema tiene 24 años y pasa unas 10 horas en el móvil al día. “Es porque veo un montón de series y películas”, dice. Va siempre con él en la mano y tiene perfil en las redes sociales más populares. En el otro extremo de la balanza está Pilar, de 29 años, que no tiene contabilizadas las horas que pasa con el móvil ni le interesa. “Me encantaría estar desconectada una semana, dos o un mes”, confiesa, y no lo hace porque lo considera “prácticamente inviable” tal y como nos relacionamos con las nuevas tecnologías hoy en día.
Ambas coinciden en que les gusta hacer fotos y algún vídeo en conciertos, algo de lo que algunos artistas ya se han quejado ya que, en muchos casos, es más habitual tener el móvil en la mano que disfrutar de la experiencia del evento. Bob Dylan ya ha prohibido el uso de los móviles en sus conciertos en España a través de dispositivos con bolsas precintadas. Y es que, si bien resulta muy difícil no llevarse un recuerdo de este tipo de eventos, la experiencia puede cambiar si estamos constantemente pendientes de retratarlo.
“Hablar sobre si una persona que no usa el teléfono en un concierto disfruta más que la que no, es difícil. De lo que sí es capaz es de percibir con mayor claridad la realidad, está más conectado a ella”. Lo dice Alejandra Polo, psicóloga general sanitaria y directora del gabinete Psicomentale en declaraciones a RTVE.es. Es decir, el objetivo cambia y ya no se trata solo de disfrutar de la experiencia, sino también de “estar pendiente de lo que pensará la gente si subo un storie del concierto” y eso es lo que puede hacer que nos desconecte del aquí y el ahora.
Pilar, que es asidua a conciertos, confirma esta teoría: “Yo grabo las canciones o estribillos que más me gustan y pierdo un poco la magia de ese momento. Cuando no saco el móvil, no lo vivo igual, porque estoy más pendiente de los detalles o de cómo están cantando la canción que de subirlo Instagram”. Ella es uno de los casos que guardan el recuerdo y no lo vuelven a ver en un futuro.
“Es difícil saber si se disfruta más, pero vivir un concierto sin el móvil hace que lo percibas con mayor claridad“
Otro punto de vista tiene Diego Fernández, profesor asociado en el Departamento de Antropología Social y Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid. Afirma que “nadie puede asegurar que la gente que está con el móvil en un concierto hace menos caso que alguien que no lo tiene” y que considerar que una forma de vivir una experiencia es mejor que otra “suele ser un error” que responde a una resistencia a un cambio generacional. De hecho, diametralmente opuesta a Bob Dylan, es la dinámica de artistas como Rosalía o Beyoncé, en cuyos shows son ellas mismas las que utilizan cámaras al más puro estilo Tik Tok, formando parte estas de la performance.
Un verdadero cambio en el consumo de cultura
Lo cierto es que, en los últimos años, se está experimentando un cambio evidente en cuanto al consumo de cultura. Según el informe ‘Digital Consumer by generation’ de Smartme Analytics, elaborado en marzo de 2022, la Generación Z -de 18 a 24 años- es la primera en escuchar música a través del smartphone, con un 69% de uso. Es también esta franja de edad la que más usa las redes sociales, con unas dos horas de tiempo medio al día.
Un contexto que puede extrapolarse también a edades inferiores. Los hijos de Brenda, de 17 y 14 años, utilizan el teléfono habitualmente para hablar con sus amigos y también para entretenerse. “Para mi hijo, que es el más mayor, Twitch es como su televisión. Él ve series en el móvil, películas e, incluso, lee diarios deportivos. A veces le regaño por pasarse el móvil al baño y él me dice que es como cuando su padre se pasaba el periódico”.
La evolución en los hábitos de consumo de productos culturales, no solo de manera presencial, ya se está materializando y, con ello, la transformación en la forma de relacionarnos. Una evolución “obligada”, dice Polo, de la cual todavía tenemos que aprender. A nivel psicológico, cada vez se están viendo más casos en consulta de relaciones de dependencia con el teléfono. “Ya he tenido ejemplos de adolescentes y jóvenes de entre 20 y 21 años con verdaderas problemáticas”, que pueden provocar “ansiedad social y problemas en cuanto a pertenecer a un grupo. También puede incrementar la tristeza y rutinas menos activas”, afirma. Un hecho que se comprobó a través de un experimento de la Universidad de Málaga, en el que 100 jóvenes pasaron una semana sin móvil. Testimonios de algunos participantes comparaban la ansiedad por no poder utilizar este dispositivo con la de dejar de fumar.
Lo cierto es que no hay consenso científico en cuanto a si existe un problema de adicción con el teléfono móvil. Si bien el Manual de Diagnóstico de la Asociación Americana de Psiquiatría de 2013 incluye las adicciones conductuales sin necesidad de sustancias, esta categoría está relacionada con los juegos de azar y, en ella, no se incorporan las adicciones relacionadas con las nuevas tecnologías. Esta falta de acuerdo hace que Fernández, en declaraciones a RTVE.es, prefiera no utilizar el término adicción. “Seríamos muy simples al creer que no existen casos de relaciones de dependencia con esta tecnología”, afirma el antropólogo, pero aboga por “articular estrategias de buen uso, según contexto e intereses, en vez de demonizarla”.
Un punto intermedio entre lo presencial y lo online
Volviendo a dos de nuestras protagonistas, Gema y Pilar, -que tienen modos muy diferentes de entenderse con las nuevas tecnologías-, ambas no creen que vivan un concierto, vean una exposición o hagan turismo constantemente a través del móvil, sino que lo utilizan para llevarse el recuerdo “grabando un estribillo o un trozo de canción” la una, o “haciendo alguna foto para crear un álbum en físico”, la otra.
Ese el equilibrio que buscan también los expertos: “Desde disciplinas como la Sociología, la Antropología o la Psicología Social abogamos por ampliar la manera en que se define el fenómeno, proponiendo centrar la prevención en su buena utilización y no en la generalización, ya que no todos los usos llevan de manera inexorable a la adicción”, dice Diego Fernández, antropólogo de la Universidad Complutense de Madrid.
“Abogamos por centrarnos en la buena utilización de la tecnología y no en la generalización“
También desde la psicología, Alejandra Polo, que es muy activa en redes publicando contenido de su rama, aboga por un balance a través de la educación: "Si estamos en redes utilizando el pensamiento crítico y no dejándonos arrastrar, siempre tendrán una utilidad para nosotros. Tenemos que hacer esa toma de conciencia, reflexionando desde dónde la estoy usando y cómo me siento haciéndolo".
Como madre, Brenda tiene una opinión similar, ya que cree que la generación de sus hijos tiene muy arraigado el uso de las nuevas tecnologías en todas las facetas de su vida y no es partidaria de prohibir, “sino de gestionar”. Por su parte, Gema, que además es profesora de educación primaria, destaca que las edades a las que los niños tienen acceso a las pantallas es cada vez más temprana. “Niños en tercero o cuarto de Primaria ya usan móvil y algunos no tienen ni bici”, destaca la joven, aunque ella misma considera que tiene dependencia del teléfono.
Todos ellos coinciden en la necesidad de avanzar en la educación digital para gestionar mejor las nuevas tecnologías, que ya forman parte de nuestro día a día.