La difícil tarea de identificar a los migrantes desaparecidos en Grecia: "Hacemos guardias de 12 horas, pero yo llevo ya 24"
- En un centro de Atenas, toman muestras de ADN a los familiares para cotejarlas con las de los fallecidos
- Se intentan identificar 700 personas, pero se trata de un proceso lento y, en muchas ocasiones complicado
Hay alrededor de 500 cuerpos desaparecidos en los alrededores de una de las fosas marítimas más profundas del Mediterráneo. Está a más de 4.000 metros bajo el nivel del mar. En tierra griega están los 104 supervivientes y los 81 cadáveres que se han conseguido recuperar hasta el momento. Y lejos, en pueblos de Siria, Libia, Afganistán, Pakistán, Egipto y Palestina, las familias de todas esas personas se preguntan qué ha sido de ellas.
El proceso de identificación de todas las personas, unas 700, que iban en el barco es lento y, en muchas ocasiones, complicado. Saber quiénes son los 104 supervivientes debería ser lo más sencillo, pero siete días después del naufragio, todavía encontramos a familiares que se agarran a las verjas del centro de refugiados de Malakasa, al norte de Atenas, donde se encuentran, oteando el interior para tratar de ver a sus familiares.
Búsqueda angustiosa de familiares entre los supervivientes
"¿Qué sitio es este?", me pregunta Amán a la entrada del centro y me muestra una fotografía donde reconozco la nave de Kalamata en la que se alojó a los supervivientes los dos primeros días. Se ve a un hombre joven, tumbado en una colchoneta con una mascarilla quirúrgica puesta.
Amán cree que es el hijo de su sobrino. Él es pakistaní, pero vive en Barcelona. Por eso, le han mandado hasta aquí para que averigüe qué ha sido del chico. Pero no le dejan entrar, ni mostrar la foto, ni hablar con nadie. Esa imagen en el móvil no es ninguna certeza de que es su pariente porque es imposible reconocer la cara de la persona que está en ella y, además en este tiempo, nadie se ha puesto en contacto con él o con otro miembro de su familia para decirle que el chico está vivo, pero Amán no piensa en esas evidencias. Se aferra a las verjas del centro y a la esperanza del milagro.
"Me consta que desde el primer momento a los supervivientes se les proporcionaron teléfonos móviles e internet y tuvieron la oportunidad de contactar", cuenta Dimitris Papanikolau, asistente del jefe de misión en Grecia de Médicos sin Fronteras. Él está dentro del centro con ellos y reconoce que, a pesar de todo, todavía hay muchos que no han podido hablar con sus seres queridos.
El sábado pasado el gobierno griego abrió un centro en Atenas cuya labor es identificar a las víctimas. "Aquí realizamos análisis de ADN a los parientes de primer grado que están en Grecia y los comparamos con los de los fallecidos que hemos encontrado", nos cuenta el jefe de este grupo de investigación. "Tenemos dos equipos que están trabajando, uno en los laboratorios de ADN, y otro en el Anatómico Forense donde están los cadáveres".
Además de esas pruebas, se toman las huellas dactilares y se analiza la dentadura. Con esos tres análisis ya pueden determinar la identidad de una persona. Colaboran con otros grupos similares en los países de origen de los desaparecidos y en otros de la Unión Europea donde puedan vivir los parientes de las víctimas. Según van teniendo los resultados, se los comunican a las familias.
El grupo de identificación de Atenas está formado por unas 60 personas, todos policías con experiencia en investigación que, según nos cuenta el jefe (obligado a mantener el anonimato) trabajan de forma voluntaria en este caso: "Hacemos guardias de 8 o 12 horas, pero yo llevo aquí ya 24".
La dificultad de conocer la identidad de los desaparecidos
Lo más complicado es saber quiénes son las personas que continúan desaparecidas. En el centro, no dejan de recibir información por teléfono, por correo electrónico, de forma presencial y también a través de las redes sociales. Mucha de la gente que contacta con ellos no da datos útiles, pero hay que atender a todas las personas porque cualquier comentario que parezca insignificante puede ayudar a identificar a una persona.
El procedimiento que están siguiendo es similar en todo el mundo cuando hay desapariciones. "Se basa en los formularios de la Interpol y recoge los mismos datos en todos los países del mundo. Se recoge mucha información personal, la descripción física, la ropa que vestía, si llevaba documentación, etc." explica el jefe del grupo. Cada entrevista puede durar hasta 45 minutos.
En el peor de los casos, y en catástrofes como esta no es extraño, los familiares ni siquiera saben si su pariente iba en el barco. "Es algo que puede pasar. Por eso, primero hemos preguntado a los supervivientes de qué países son. Nos hemos dirigido a ellos para que saquen un comunicado de prensa e informen a la población", comenta. "Además, hay regiones en las que no hay internet, ni teléfono. Los familiares son muy pobres y ni siquiera pueden contactar con nosotros y las autoridades, por el motivo que sea, no pueden acceder a todas las zonas. En esos casos solemos pedir ayuda a organizaciones humanitarias, como por ejemplo, a la Cruz Roja".
Finalmente, las denuncias de desapariciones para saber si están relacionadas con el naufragio.
No hay un plazo límite para cerrar un expediente. Todo el proceso puede llevar entre tres y seis meses, pero puede ser incluso más.
En las oficinas las conversaciones en farsi, árabe o pastún se entremezclan con el sonido de las teclas de ordenador, mientras el grosor de los expedientes completados munuciosamente aumenta según pasan las horas.
Cuando salimos, unas cuantas personas esperan su turno. Nos llama la atención un hombre que va a acompañado de un cura ortodoxo que nos explica que lo acompaña para hacer de traductor. Viene de Libia buscando a su hermano Arnist. Ya le han tomado las muestras de ADN y le han hecho la entrevista. Apenas consigue hablar. Cada vez que lo intenta el llanto se lo impide. Después de varios minutos, consigue decir algo: "Mi madre todavía no sabe que ha desaparecido".