El Salvador, adiós a las pandillas
- El gobierno de Nayib Bukele ha encarcelado en 14 meses a 69.812 personas, la mayoría acusadas de pandilleras
- Organizaciones de derechos humanos denuncian detenciones a inocentes y muertes en prisiones
- Ya puedes ver el preestreno de 'El Salvador de Bukele' en RTVE Play
Enlaces relacionados
Mataban, extorsionaban y dominaban gran parte de los barrios de las principales ciudades de El Salvador. Durante casi 30 años, este país estuvo aterrorizado principalmente por dos grandes pandillas: la Mara Salvatrucha 13 y el Barrio 18. Hoy muchos de sus integrantes están en prisiones, han huido a otros países o permanecen escondidos.
Desde hace unos meses, estas pandillas ya no forman el estado paralelo que obligaba a muchos salvadoreños a pagarles una renta, jugándose la vida si no lo hacían, o les impedía moverse libremente de una colonia a otra. Si alguien vivía en un barrio controlado -por ejemplo- por la Mara Salvatrucha, no podía pisar, bajo amenaza de muerte, otro barrio que estuviera dominado por el Barrio 18.
Cara y cruz de una misma realidad
Lo que ocurre hoy en El Salvador lo podríamos comparar con una moneda. En una de caras, Nayib Bukele. El 27 de marzo de 2022 ordenó decretar, vía twitter, el régimen de excepción tras un fin de semana sangriento en el que hubo 87 asesinatos. Desde entonces la Policía Nacional Civil junto con el ejército salvadoreño han peinado el país, deteniendo y encarcelando a 70.000 personas, entre ellas muchos pandilleros.
“Ninguna policía del mundo captura sólo culpables“
Y aquí es donde tenemos que dar la vuelta a la moneda. Las cifras no coinciden, pero hasta el gobierno reconoce que hay inocentes entre los detenidos. “Ninguna policía del mundo captura sólo culpables. Si así fuera, entonces no tendría razón que existiera la fiscalía, que existieran los jueces”, argumenta Gustavo Villatoro, ministro de Justicia. De los encarcelados, calculan que algo más de 5.000 ya están en libertad.
Organizaciones salvadoreñas como Socorro Jurídico Humanitario manejan otros datos y aseguran que hay casi 20.000 personas en prisiones sin haber cometido ningún delito. Además, denuncian que se están produciendo juicios masivos de manera virtual. “Tenemos a jueces que están dando las audiencias a más de 300 personas de una manera general, homogénea, sin estar considerando las condiciones particulares de cada persona”, asegura Rina Montti, de la organización de derechos humanos Cristosal.
La historia de las pandillas
“Las pandillas son el resultado de un país que no pudo ofrecer mejores opciones, -contextualiza Óscar Martínez, jefe de redacción del periódico El Faro-. Buscaron en la violencia una salida, buscaron en el odio una forma de llenar sus vidas. El odio es un clásico en la humanidad. El odio ha llenado un montón de vidas”.
A finales de los años 70 y principios de los 80, miles de salvadoreños abandonaron su país, sumido en la violencia y la pobreza, y se fueron a Estados Unidos. Muchos de ellos acabaron en California, “capital mundial de las pandillas”, según Óscar Martínez. Y allí, ante la falta de oportunidades, algunos se hicieron pandilleros.
Pasados unos años el gobierno estadounidense decidió deportarlos y cuando volvieron a El Salvador se convirtieron en los líderes de los barrios pobres. “En el sur de California era natural tener enemigos, tenían enemigos en las pandillas negras, en las pandillas asiáticas. Pero cuando llegan deportados aquí, todos eran iguales. Tenían que pelearse entre ellos. No podían dejar de pelearse. Si vos sos pandillero y no tenés un enemigo, no tiene sentido ser pandillero”, explica el jefe de redacción de El Faro.
La extorsión, su manera de financiarse
De los aproximadamente 4.000 pandilleros que expulsó Estados Unidos, con el tiempo se convirtieron en más de 70.000. En un principio buscaban una identidad cultural pero después la extorsión se convirtió en su modo de vida.
“Si no me pagas te mato“
Según Geovani Galeas, periodista político salvadoreño, “para las pandillas matar no es su principal negocio. Matar es un delito secundario. Para ellos el negocio es la extorsión, es decir, el móvil principal es el dinero. Pero para que la extorsión sea efectiva, para que te sientas obligado a pagarme, si no me pagas te mato”, matiza Galeas y añade que “tiene que ser un crimen expresivo, de ser posible, no a ti, que es el que me paga la renta, que eres el cabeza de familia, sino a un hijo tuyo o a un hermano”.
La violencia que generaban las pandillas obligó a muchas familias a huir de sus casas e irse a vivir a otras zonas del país. “No solo era quiero tu casa, quiero tu carro, me vas a dar a tu hijo que ya tiene 14 años para que se pase a la pandilla; las niñas incluso cuando ya tenían 14 o 15 años el palabrero* las mandaba traer para tener relaciones sexuales obligadas y el padre y la madre ¿Qué tenían que hacer? Si no los mataban”, explica Gustavo Villatoro.
Además de las casas, también se apropiaron de algunos negocios y empezaron a invertir en otros para lavar dinero. El transporte público fue uno de los sectores que más extorsiones tuvo que pagar, entre 15 y 20 millones de dólares al año, según la Asociación de Autobuses Salvadoreños. Su presidente, Genaro Ramírez, añade que “del 2001 para acá fueron asesinados alrededor de 3.500 entre motoristas y empresarios”.
*Palabrero: el jefe de una clica. Clica: grupo pequeño de pandilleros que controlan un lugar específico en una colonia. La unión de varias clicas da lugar a un programa y varios programas forman pandilla.
Origen y consecuencias del régimen de excepción
Desde que en los años 90 los pandilleros llegaron a El Salvador, expulsados de Estados Unidos, se convirtieron en una pesadilla para los distintos gobiernos. Unos impusieron políticas de mano dura y no consiguieron poner fin a la violencia.
A partir de 2009 algunos presidentes comenzaron a negociar con ellos “las pandillas se hicieron tan grandes que tenían incidencia social, tenían incidencia política en los territorios y podían inducir a la gente por quién votar y por quién no votar” explica Marvin Reyes, secretario general del Movimiento de los Trabajadores de la Policía.
“El gobierno de Bukele empezó a negociar con los líderes de las pandillas desde que llega en junio de 2019“
“El gobierno de Bukele empezó a negociar con los líderes de las pandillas desde que llega en junio de 2019”, corrobora Óscar Martínez y añade que “para negociar con líderes pandilleros hubo que devolverles mucha cuota de poder y control sobre las calles y sobre la muerte de este país”.
El ministro de Justicia responde con esta pregunta: “¿Lo que estamos haciendo refleja que nosotros hemos pactado con estos grupos terroristas?".
“Bukele hizo negociaciones que están probadas con audios, con documentos, con fotografías de los funcionarios y pandilleros encapuchados, entrando a los penales de máxima seguridad y violando todas las leyes penitenciarias de este país”, reitera Óscar Martínez. Pero tras los múltiples asesinatos del último fin de semana de marzo de 2022, las negociaciones se rompieron y se instauró el régimen de excepción.
“El régimen de excepción es la consolidación de un estado militar y policial“
Para Martínez “el régimen de excepción es la consolidación de un estado militar y policial". Marvin Reyes, secretario general del Movimientos de Trabajadores de la Policía opina que “se ha vendido libertad y democracia a cambio de seguridad”.
No hay nadie en El Salvador, aseguran Óscar Martínez y Marvin Reyes, que no quiera poner fin a las pandillas, y en gran parte se ha conseguido con el estado de excepción, pero con él también se suspendieron una serie de derechos constitucionales como la presunción de inocencia y se produjeron detenciones arbitrarias, desapariciones y torturas en las cárceles.
Incluso para Leonor Selva, hasta hace unos días directora ejecutiva de la Asociación Nacional de la Empresa Privada, el régimen de excepción está afectando a las inversiones extranjeras en El Salvador. "¿Cómo tomas la decisión de venir a operar a un país donde no tienes el pleno uso de garantías judiciales? ¿Cómo operas en un Estado al que no le puedes decir que no al Estado?", se pregunta y añade que “estamos teniendo seguridad física, pero al costo de algún grado de seguridad jurídica”.
¿Hasta cuándo se va a mantener el estado de excepción? El ministro de Justicia responde que “hasta que capturemos al último miembro de estas estructuras terroristas. Son terroristas. A la comunidad internacional muchas veces le ofende, pero cada pueblo tiene sus propios terroristas”.
A la pregunta de ¿cómo se puede saber que ha sido detenido el último pandillero?, la contestación es mucho más imprecisa “eso es parte de todo el trabajo que andamos haciendo”, asegura Gustavo Villatoro.