Cargar dispositivos a través del calor corporal, un avance tecnológico 'made in Spain'
- Un proyecto del CSIC con financiación europea
- Buscan las partes del cuerpo que desprenden más calor
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En un mundo en el que los avances tecnológicos están cada vez más presentes en el día a día, todavía hay algunos campos prácticamente inexplorados. En el Instituto de Micro y Nanotecnología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en Tres Cantos, Madrid, trabajan desde octubre de 2022 en un dispositivo capaz de convertir el calor que desprende nuestro cuerpo en energía suficiente para cargar los dispositivos que llevamos encima cada día, los llamados wearables, desde relojes inteligentes hasta auriculares inalámbricos.
Gracias a la temperatura media del cuerpo humano, que suele rondar los 36 grados centígrados y la diferencia con la temperatura ambiente, cercana a los 25 grados de media, es posible usar el excedente sin perjudicar la salud.
“Esa pequeña diferencia basta para generar unos microvatios; suficiente para ir cargando un dispositivo electrónico“
“Esa pequeña diferencia basta para generar unos pequeños microvatios, que es más que suficiente para ir cargando un dispositivo electrónico” explica Andrés Conca, investigador científico del CSIC. La teoría ya está estudiada, pero lo que necesitan ahora es conseguir desarrollar un generador termoeléctrico flexible, capaz de adaptarse al contorno de la piel para absorber mejor la temperatura. Por el momento tan solo existen en el mercado generadores rígidos e incapaces de abarcar toda la superficie necesaria.
“Conseguir estos mismos dispositivos, más pequeños y flexibles, de tal forma que se adapten al cuerpo y sean capaces de absorber la energía térmica que estamos desprendiendo y convertirlo en electricidad a dispositivos que llevemos encima como puede ser un reloj”, explica Marisol Martín, profesora de investigación del CSIC. Ese el objetivo, conseguir incorporar una pequeña película dentro del mismo dispositivo, en el caso de un reloj inteligente dentro de la propia pulsera, que no sea un agente externo.
“La idea es, en cinco años, empezar a hacer una empresa y empezar a comercializarlo en siete u ocho años“
El proyecto cuenta con la financiación íntegra de los fondos Horizon de la Unión Europea, con un total de 2.499.516 millones de euros, gracias a los que su objetivo puede ir más allá del generador perfecto. Marisol Martín confía en que se pueda comercializar. “Si conseguimos que funcione, que yo creo que lo hará, la idea es en cinco años empezar a hacer una empresa y empezar a comercializarlo en siete u ocho años”
La aplicación del generador no se limita a los relojes, auriculares o gafas inteligentes. Está pensado también para poder emplearse en dispositivos médicos que vayan pegados al cuerpo para medir la insulina, la presión arterial y mucho más.
"Podemos pensar en tener ese tipo de dispositivos que estén continuamente midiendo y monitorizando el cuerpo, para luego pasar el chequeo y que el médico pueda realmente ver si el estado de salud es normal", cuenta Andrés Conca.
El cuerpo como batería
Actualmente trabajan con prototipos pequeños, del tamaño de una moneda de dos euros, pero el objetivo es hacerlos de distintos tamaños, incluso a escala de las partes del cuerpo, porque cuanta más superficie ocupe el generador, más energía podrá generar. A día de hoy están estudiando que partes del cuerpo son las que más calor desprenden para utilizarlas como baterías.
Gracias a la nanotecnología logran mejorar las propiedades de materiales naturales necesarias para su aplicación. En este caso sería "Disminuir la conductividad térmica del material, es decir, que conduzca mal la temperatura pero mejorando su conductividad eléctrica", explica Olga Caballero, directora Instituto de Micro y Nanotecnología del CSIC. Allí son pioneros en su campo, los únicos en el mundo capaces de hacer esas películas tan pequeñas sobre sustratos flexibles.
Los prototipos se centran ahora en dispositivos pequeños y pegados a la piel, pero en el futuro, aseguran, podría aplicarse también a los teléfonos móviles. Son tan solo algunas de las ideas que en menos de una década podríamos hacerse realidad en nuestros propios cuerpos.