La epidemia del hambre en países en conflicto: "Los centros de salud están llenos de niños con desnutrición aguda"
- De los 258 millones de personas que sufrían inseguridad alimentaria en 2022, el 85% estaba en zona de conflictos
- Países como República Centroafricana, Sudán o Afganistán sufren las consecuencias de la inseguridad
Cuando Olivia (nombre ficticio), una joven de unos 17 años, dio a luz a su bebé en un centro hospitalario de Kaga-Bandoro, en República Centroafricana (RCA), su principal preocupación era saber si tendría para comer lo suficiente como para alimentar a su hijo recién nacido dándole el pecho. El parto había ido bien y el bebé estaba sano, pero al nacer en un país en conflicto con unas alarmantes cifras de desnutrición infantil, su futuro no estaba garantizado.
“No pensaba más allá de eso, lo único que le preocupaba era saber si iba a tener algo para comer y dar leche a su hijo”, cuenta a RTVE.es Meritxell Relaño, representante de UNICEF en RCA, que conoció a Olivia hace unos días en uno de los hospitales coordinados por la organización. “Los centros de salud están llenos de niños que sufren desnutrición aguda y severa”, asegura.
Desde hace más de 10 años, los ciudadanos de RCA conviven con un conflicto enquistado y olvidado que ha conducido al país a una situación crítica. A día de hoy, todavía hay una gran multitud de grupos armados que no firmaron el acuerdo de paz al que se llegó en 2019 y que luchan por abarcar más y más poder en muchas zonas de un territorio que se encuentra entre los más violentos del mundo.
En países como este, guerra y hambre van inevitablemente de la mano. De hecho, de los 258 millones de personas que sufrían inseguridad alimentaria en 2022, el 85% lo hacía en zonas golpeadas por conflictos o inseguridad. Así lo plasma el último informe de Acción contra el Hambre, que estudia la estrecha relación entre ambos fenómenos.
Según el estudio, en 2022 la población de siete países sufría grandes crisis alimentarias, todos ellos golpeados por guerras o inseguridad prolongadas. Eran Somalia, Sudán del Sur, Yemen, Afganistán, Haití, Nigeria y Burkina Faso. En todos ellos, niños y niñas y mujeres son los más vulnerables.
Además, la mayoría de estos países están en África, el continente más castigado por el hambre, según el 'Estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo', publicado esta semana por Naciones Unidas. Mientras que las cifras del hambre se estancaron entre 2021 y 2022, e incluso disminuyeron en zonas de Asia y América Latina, siguieron aumentando en Asia occidental, el Caribe y todas las subregiones del continente africano.
Sudán, una crisis humanitaria agravada por el conflicto
Entre otros países, Acción Contra el Hambre brinda apoyo sobre el terreno en Sudán, donde el conflicto entre el Ejército y las FAR estalló hace apenas tres meses. La situación, explican, ha golpeado gravemente a los medios de subsistencia de la población y el acceso a los alimentos en un país en el que la mitad de la fuerza de trabajo depende de un cheque mensual y la otra de salarios diarios.
“La mayoría de los empleados no han recibido sus salarios desde que estalló el conflicto y hay problemas de acceso para los pequeños productores, agricultores y trabajadores”, aseguran a RTVE.es fuentes de Acción Contra el Hambre en Sudán. Los alimentos, dicen, “empiezan a escasear en los mercados, sobre todo en ciudades como Jartum, El Obeid, Zalingei y Nyala” y el conflicto y los desplazamientos forzados “están disparando las tasas de desnutrición”.
A esto hay que sumarle un sistema de salud insuficiente y golpeado por los combates. “Los centros de salud no funcionan adecuadamente y la mayoría han sido dañados o saqueados”, cuentan. De hecho, el 67% de los hospitales cercanos a zonas con combates activos no funcionan, según datos de la ONU.
A sus tres años, Elsir es una de las muchas niñas que sufre los efectos del hambre en Sudán. De hecho, cuando llegó a la sala de nutrición del hospital de Dongola, al norte del país, pesaba poco más de ocho kilos, muy por debajo de lo estipulado para su edad. Ella y su madre habían sido trasladadas desde la capital, Jartum, cuando comenzaron los combates, cuentan desde UNICEF.
Cuando ingresó, la cinta MUAC, que se coloca en el brazo para medir el nivel de desnutrición de los menores de cinco años, estaba en rojo, “en zona de peligro”. Como muchos otros niños, en este y otros países, la pequeña recibió tratamiento por desnutrición aguda grave, que incluye alimento terapéutico consistente en pastas con las vitaminas y nutrientes necesarios.
Detectar los casos de desnutrición y empezar a tratarla en sus primeras fases es crucial para impedir que esta pase a ser crónica y, por lo tanto, con efectos de por vida en el desarrollo cognitivo y físico de los menores que la padecen.
“La desnutrición aguda severa mata, y cuando no mata, si es muy tarde, deja secuelas importantes para los niños de cara al futuro”, expone a RTVE.es Fran Equiza, representante de UNICEF en Afganistán, uno de los lugares que arrastra en la actualidad los estragos de años de conflicto e inestabilidad, y donde la organización cuenta con 3.200 centros.
Las secuelas del conflicto y la inestabilidad en Afganistán
El regreso al poder de los talibanes, en agosto de 2021, trajo consigo la reducción de la ayuda internacional, de la que dependía enormemente Afganistán, y la situación humanitaria se ha ido deteriorando de manera notable en un país que sufre desastres naturales recurrentes, pobreza crónica y enfermedades.
“En un país de 40 millones de personas hay cuatro millones que están sufriendo desnutrición”, explica Equiza. Además, la grave sequía que golpea la zona y los pobres sistemas de agua y saneamientos no hacen sino empeorar la situación del que es el país más pobre de Asia, donde la economía depende en gran medida de la agricultura y el pastoreo.
Cuando los agricultores son capaces de producir alimentos, cuenta Equiza, la pobreza les lleva a venderlos en el mercado nacional o internacional. “Con lo que sacan, compran trigo y té, la dieta fundamental es esa, que llena el estómago y da la sensación de quitar el hambre, pero, evidentemente, no tiene los nutrientes necesarios”, añade.
Más de la mitad de la población afgana, unos 25 millones de personas, requiere asistencia humanitaria. Entre ellos, se encuentran 12,9 millones de niños, según UNICEF, una cifra que ha aumentado un 25% del 2021 al 2022.
Trabajos forzosos, matrimonios infantiles y niños soldado
La desesperación de las familias por el hambre y la pobreza conduce a que los menores de estos países se enfrenten a trabajos forzosos o matrimonios infantiles que se pactan a cambio de dinero.
“Tiene que ver con un sistema de supervivencia de la familia. Casar a una hija supone una boca menos que alimentar y una pequeña dote”, relata Esquiza. “Lo mismo ocurre con el trabajo infantil, vemos a niños de 14 o 15 años que cruzan ilegalmente a países vecinos para trabajar por unas pocas rupias, hasta que les echa la policía, y vuelta a empezar”, añade.
En República Centroafricana, un país rico en oro y diamantes, es habitual el trabajo en las minas, la mayoría de ellas artesanales. "Estamos intentando investigar cuántos niños trabajan en ellas, porque las familias suelen acercarse a las minas para trabajar, pero no tiene dónde dejar a los hijos, así que se los llevan con ellos y acaban trabajando", relata Relaño.
Además, otra de las situaciones derivadas del conflicto y la pobreza en este país a las que se enfrentan los menores es el reclutamiento por parte de grupos armados, ya sea como niños soldado, como esclavas sexuales, o como trabajadores de diversa índole.
“Conozco el caso de un joven que consiguió salir de uno de estos grupos. Su padre acababa de morir cuando le reclutaron y su madre y él quedaron a cargo de sus otros cuatro hermanos sin ninguna posibilidad de alimentarlos”, cuenta Relaño. El general le reclutó mostraba los billetes que ganarían aquellos que le siguieran. “No tenía otra opción”.
Los obstáculos al trabajo humanitario
Acción contra el hambre ha determinado que los países más violentos, con el mayor número de ataques contra trabajadores humanitarios, corresponden a aquellos con mayor inseguridad alimentaria. Entre ellos se encuentran Afganistán, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Etiopía, Mali, Myanmar, Nigeria, Sudán del Sur y Siria.
"Lo más difícil de trabajar en un entorno tan volátil son los deficientes servicios de comunicación, la dificultad a la hora de atravesar los puestos informales de control y el mal funcionamiento de los sistemas bancarios y el flujo de efectivo", aseguran fuentes de Acción contra el Hambre en Sudán.
Desde Afganistán, Fran Equiza afirma que ahora tienen acceso a muchos más gente. "Hemos estado en sitios en los que hemos sido los primeros en llegar", asegura. Sin embargo, las restricciones impuestas por el régimen talibán, sobre todo las que limitan la participación de las mujeres en la vida pública, dificultan en gran medida su trabajo.
"No puedo hacer mi programa sin mis trabajadoras humanitarias, es imposible. Por ejemplo, como hombre, yo no puedo ir a la casa de una viuda. Es culturalmente inapropiado y no me puede recibir", explica. Aunque llegan a acuerdos en determinados aspectos, "sin las mujeres trabajando, no puedo identificar a esta población, ni dar esos servicios".
República Centroafricana es un país “bastante difícil”, dice Relaño, aunque el conflicto está localizado en ciertas áreas. Sin embargo, hay restricciones en muchas zonas, como las minas, a las que es “casi imposible acceder”, y los lugares donde el conflicto es más persistente.“También hay secuestros y robos a trabajadores humanitarios, nacionales e internacionales, casi a diario”, añade.
Pese a las dificultades, afirma Esquiza, “la tarea fundamental es identificar a tantos niños como podamos a tiempo de tratarlos”. Ahora bien, "la desnutrición es la consecuencia de otras cosas" y, aunque "es fundamental que cada niño con desnutrición sobreviva, no podemos olvidar el contexto que le ha llevado a ello y atajar el problema para que mañana otros niños no pasen por lo mismo”.