Pablo Juliá plasma en su libro 'Fotografía y palabra' sus anécdotas a través de sus imágenes que reflejan la realidad de la sociedad
- Ha trabajado para National Geographic y el periódico El País, pero ya no tiene obligación periodística
- Estuvo seriamente comprometido con el contexto que le tocó vivir
Pablo Juliá tiene tanta experiencia como fotógrafo y periodista que considera que se ha vuelto un poco antiperiodista. Nos lo explica: “Hay cosas que no concuerdan contigo y otras veces que tú crees que puede ser humillante. Ya hay cosas que no estoy dispuesto a hacer, porque mi corazón me dice lo contrario. Yo creo que los fotógrafos tenemos malas intenciones. Yo las tengo y, de hecho, las he ejercido y las ejerzo, pero ya solo con los que me caen mal. Yo ya no tengo que cumplir con nadie. Ya no estoy en el periódico, ya son mis fotos. Ahora me permito el lujo de hacer lo que quiero hacer”.
“Esa enseñanza me fue convirtiendo en un fotógrafo humanista. “
Al inicio de su actividad, Pablo Juliá se obsesionó con trabajar para National Geographic y El País. “Conseguí las dos cosas”, nos cuenta. “Poco a poco, esa enseñanza me fue convirtiendo en un fotógrafo humanista porque lo que me interesaba era entender a las personas”.
Se define como tal porque, cuando se acerca a la gente para fotografiarla, se olvida de que lleva una cámara y habla con ellos para entenderlos. “Entonces, es fácil hacer una foto, [... ] siempre que lo que hagas es entender por qué quieres hacerla”, además, puntualiza: “Lo que pasa es que quizá la gente no desarrolla esa capacidad de mirar”.
En la década de los 70 y los 80, los fotógrafos tenían la ilusión de que las imágenes podían cambiar el mundo, pero Pablo Juliá nos confiesa: “En realidad no hemos servido de nada, pero siempre he creído que [...] una fotografía que tenga alegría, pero también representa la pena, la miseria y la tristeza, pensaba que iba a afectarle al corazón de mucha gente. Hay quien dice que sí y hay quien dice que no”. El mundo de las redes sociales lo ha cambiado un poco: “Es curioso porque hay gente que me ha protestado: ‘¿Cómo que no? Gracias a una foto, hice cosas, cambié’”.
¿Una imagen vale más que mil palabras?
“Puede valer para contar eso y para contar absolutamente lo contrario. “
“Una fotografía no vale más que mil palabras. Eso a mí siempre me ha parecido un poco errático. Es muy bonito como expresión, pero no es verdad”, se sincera. “El contexto vale mucho y eso hay que contarlo”. En mayo de este año, Pablo Juliá presentó su libro 'Fotografía y palabra'. En él, sus fotografías siempre van acompañadas del contexto: “Puede valer para contar eso y para contar absolutamente lo contrario. Entonces yo lo que hago es una revisión histórica del trabajo que hice, contándolo con mis palabras”.
El fotógrafo recalca que la suerte lo ha acompañado y un ejemplo de ello es el concierto de Miles Davis. Durante estos eventos, los fotógrafos trabajan solamente durante los primeros temas. La edición de El País ya estaba cerrada, por lo que Pablo Juliá no tenía prisa, así que le pidió permiso a la organización para quedarse. “Les prometí que no haría ni una foto más, pero Davis tenía un problema en la vista muy grave y los focos no le dejaban ver a la gente”, cuenta. “Se dedica a tocarme todo el concierto. Llega un momento en el que no aguanto. Saco la cámara y me pongo a disparar. Al final del concierto, con mi inglés, le agradezco y me dice: ‘No, gracias a usted. Yo no tenía ningún referente, no tenía a nadie a quién tocarle’. Esa fue la suerte que tuve”.
Además de estar en el lugar adecuado en el momento adecuado, Juliá también ha buscado su suerte. La fotografía que le hizo a Fraga en la campaña de las elecciones andaluzas el 23 de mayo de 1982 es ejemplo de ello. “Me miraba ya de mala manera porque se preguntaba qué hacía de rodillas delante suya, pero era de esas veces que yo tenía claro una fotografía”, recuerda Juliá. “Sabía que tenía el periódico suroeste y que, al final, estaba la campaña política del PSOE. Sabía que lo iba a coger de una manera. Los diez minutos me dieron resultado. Tuve suerte”. Manuel de Fraga le reconoció en octubre de ese año durante la campaña de las elecciones generales y Juliá recuerda que le dijo entre risas: “Usted es un gran fotógrafo, pero tengo que decirle que también es un gran hijo de puta”.
Escoger las imágenes de 'Fotografía y palabra'
“Tienes todas las dudas del mundo. “
El reto de editarse a sí mismo fue complicado. “He editado a mucha gente durante muchos años”, confiesa el fotógrafo, “pero cuando toca editarte a ti vas listo de papeles”. La razón la tiene clara: “Tienes todas las dudas del mundo”. En algunos casos, no se ve sentido a algunas fotografías, pero el ojo ajeno sí se lo ve. En otros casos, el sudor gastado en hacer la fotografía es el valor añadido por el cual no se quieren descartar: “A veces te subes a algo, te rompes una pierna, te caes y tú esa foto crees que tiene que ir y a lo mejor esa foto no tiene por qué ir”.
Pablo Juliá ha contado con editores en otras ocasiones. Sin embargo, para 'Fotografía y palabra', él ha asumido ese trabajo y ha sufrido editándolo.
Hay muchas fotografías que se han quedado fuera de su libro, pero necesita reflexionar el contenido que debería incluir en un segundo libro. “Hay cosas que se ven a posteriori, no en el momento que haces la fotografía”, explica y pone de ejemplo la fotografía que vemos a la derecha. “Aunque el acto está aquí, te vuelves para atrás y te encuentras con esto. Esto estaba ahí, yo no lo he montado. El guardia civil era muy simpático porque me dijo el hombre: ‘Yo sé por qué usted ha sacado la foto, pero le recuerdo que yo soy demócrata’. Me dio un palo”.
Personas que le marcaron
“He conocido a gente en los momentos más importantes y más significativos de mi vida”, comenta y recuerda a Plácido: “Fue un señor al que yo he apreciado siempre mucho y aprendí mucho con él en uno de mis primeros viajes por Andalucía”.
El libro lo une a Julia Uceda, su profesora de literatura y Premio Adonáis. “Le debo todo”, reconoce Juliá. “Aprendí muchísimo con ella, como quién era Galdós. Me hice un lector compulsivo gracias a ella, aunque yo ya tenía tendencia”.
“Yo me enamoré de Carmen Romero porque cantaba fantásticamente. Era una mujer increíble. Era la novia de Felipe González. Llevaba una minifalda fantástica y yo me acuerdo que me acerqué a ella y le digo: ‘¿qué es lo que tengo que ser para ser socialista?’”, recuerda entre risas. “Nos hicimos muy amigos. De hecho, me llevó a las primeras reuniones socialistas. Siempre se lo agradeceré y siempre me ha parecido una mujer espectacular”.
Además de estos nombres propios, destaca una situación que le marcó estando en la Mezquita de Melilla en 1986. Pablo Juliá se encuentra con unas mujeres que les habían pegado por pedir el carnet de identidad español. “Se merecían el carnet porque llevaban toda la vida trabajando en Melilla”, nos cuenta. “Les comento lo importante que es que vean que las han zurrado. A pesar de ser musulmanas, se comprometen para poder decirle al mundo las palizas que les han dado”.
Tras esto, entran en la mezquita a realizar las fotografías. “Fuera están los musulmanes que dicen 'nanay', que qué es lo que están haciendo estas mujeres ahí conmigo. Escondo el carrete y les doy a ellos uno que no tenía nada que ver”, recuerda. “No era problema de la policía. La policía de mí pasaba. Eran los musulmanes porque había viejecitas enseñándome el pecho con el golpe".
La sociedad evoluciona
Con el tiempo, el significado de las fotografías se revaloriza. “A mí esta foto sí que me parece representativa de la Transición”, tras observarla, prosigue: “Si tú te fijas, aquí hay un común denominador que hoy existe y que en esta foto no está: no hay un móvil. Ahí están fumando, metiéndose mano y hablando unos con otros. No hay móviles, pero hay conversación. Hoy no se podría hacer esta foto porque los chavales estarían hablando con móvil. Efectivamente, es distinta”.
Además, el fotógrafo tiene claro cómo representar la sociedad: “No se puede sacar la miseria con miseria”. Nos comenta mientras vemos la siguiente fotografía de niños contentos con la bandera de Andalucía en un campo yerno. “Hay que intentar, dentro de todo, demostrar cómo las personas están. Eso es muchas veces lo que hay que contar, no solamente todo el mundo llorando con la tragedia por lo alto. Esto es mucho más significativo, mira la alegría que tienen”.