Enlaces accesibilidad
Elecciones generales 2023

El desplome de Vox aleja a España de un gobierno con la extrema derecha como los de Italia o Finlandia

Por
El líder de Vox, Santiago Abascal
El líder de Vox, Santiago Abascal

El desplome sufrido por Vox en las elecciones generales de este domingo ha alejado la posibilidad de que España se una al puñado de países europeos, incluidos cinco de los 27 que forman parte de la Unión Europea, en los que la extrema derecha forma parte de una coalición de gobierno, como ocurre en Finlandia, o incluso encabece el ejecutivo, como es el caso de Italia desde hace algo menos de un año.

Vox se ha dejado en estos comicios más de 600.000 votos respecto a las últimas elecciones generales, las de noviembre de 2019, en las que alcanzó su mejor resultado en unos comicios de ámbito nacional, y ha visto cómo perdía 19 escaños, lo que le deja con 33 diputados en el Congreso. Además, se queda sin senadores electos en el Senado y en la próxima legislatura solo tendrá dos senadores por designación autonómica.

Es un resultado que le mantiene como tercera fuerza parlamentaria del país, aunque sea por poco: a falta del recuento de los votos de los residentes en el extranjero, ha recibido 3.033.678 votos para el Congreso, apenas 20.000 más que Sumar, al que saca dos escaños pese a que casi empatan en porcentaje de voto, un 12,4% por el 12,3% de la formación que encabeza Yolanda Díaz.

En la práctica, sin embargo, el partido de Santiago Abascal queda condenado a una cierta irrelevancia, toda vez que no alcanza a completar una mayoría suficiente para gobernar junto al Partido Popular, como era su objetivo: entre ambos suman 169 diputados, a seis de la mayoría absoluta y solo con el diputado de UPN, y quizás el de Coalición Canaria, como posible respaldo.

Los resultados de las elecciones generales dejan a Vox sin posibilidades de participar en un gobierno liderado por el PP, cuando su objetivo era replicar la experiencia de otros países europeos, en los que la extrema derecha ya ha alcanzado posiciones de poder.

En Polonia y Hungría, las fuerzas de la derecha populista y ultranacionalista dominan desde hace años. En Varsovia, Ley y Justicia gobierna desde 2015, aunque ya lideró el Ejecutivo polaco de 2005 a 2007, con una trayectoria cada vez más autoritaria.

Esa deriva iliberal es similar a la de Fidesz en Hungría, donde Viktor Orbán -que ya fue jefe del Gobierno en Budapest entre 1998 y 2002 con posiciones conservadoras-, transita poco a poco hacia un mayor autoritarismo desde su retorno al poder en 2010. En 2021, abandonó el Partido Popular Europeo.

El año pasado, Italia se convirtió en el primer país de Europa occidental que encumbra a un gobierno dominado por la derecha radical, con Georgia Meloni, líder del neofascismo, como presidenta del Consejo de Ministros, y Matteo Salvini, de la Liga, como vicepresidente.

En Finlandia, el Partido de los Finlandeses -antes llamado de los Verdaderos Finlandeses- integra la coalición de derechas que gobierna el país desde este año, como segunda fuerza y a solo dos escaños de la primera.

Y en Letonia, Alianza Nacional, un partido ultranacionalista y populista de derechas que integra el mismo grupo en el Parlamento Europeo que Vox, Ley y Justicia o Hermanos de Italia, el partido de Meloni, ha formado parte de todos los gobiernos desde 2011.

En Suiza, el Partido Popular Suizo -conservador, nacionalista y populista de derechas, con marcado acento antiinmigración- es el más votado desde hace casi un cuarto de siglo. Ostenta dos puestos en el Consejo Federal, el órgano colegiado que dirige el gobierno.

Aunque sin formar parte del ejecutivo, la ultraderecha de Demócratas de Suecia forma parte del pacto que sostiene en el parlamento al gobierno de centro-derecha. De igual forma, el Partido de Acción Nacionalista (MHP) completa la mayoría parlamentaria del AKP, el partido de Recep Tayyip Erdogan, en Turquía.

En total, son ocho países europeos en los que la extrema derecha encabeza el Gobierno, forma parte del ejecutivo o le presta sostén parlamentario. En España, por el momento, Vox se ha quedado lejos de conseguirlo.

El frenazo de Vox se produce justo cuando más poder acumulaba, tras las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo, que le han permitido entrar, gracias a sus pactos con el PP, en gobiernos autonómicos como el de Extremadura o la Comunidad Valenciana, además de en un centenar de ayuntamientos, algunos tan relevantes como el de Valladolid. El Consejo de Ministros es ahora una utopía, y así lo ha reconocido el propio Abascal: "Vamos a resistir, estamos absolutamente preparados tanto para ser oposición como para una repetición electoral".

Una formación consolidada, aunque menos que en Europa

El candidato de Vox, en este sentido, ha culpado a Alberto Núñez Feijóo y a todo el PP de buscar aglutinar todo el voto de la derecha en lugar de armar una alternativa común. Aunque lo cierto es que la tendencia, sobre todo ante una posible repetición de las elecciones, es poco halagüeña para el partido ultraderechista, toda vez que parece haber alcanzado ya su pico de apoyo electoral y que el crecimiento del bloque de la derecha se hace más a su costa que con su colaboración: ha caído con fuerza en sus mejores caladeros, como Castilla y León, Madrid, la Comunidad Valencianas y Andalucía, territorios en los que el PP ha mejorado sus resultados.

Pese a todo, la formación de extrema derecha parece ya consolidada en el panorama político español, al obtener representación parlamentaria por terceras elecciones consecutivas. Su resultado mejora el que obtuvo en abril de 2019, la primera vez que entró en el Congreso con 24 diputados, cuando España dejó de ser uno de los pocos países europeos sin partidos de la ultraderecha en su Parlamento.

Y es que apenas una decena de países europeos -si no se cuenta a los microestados- no tienen ningún diputado de derecha radical en su parlamento. Estas elecciones generales devuelven a Vox al rango más bajo de los partidos de la extrema derecha, con menos del 10% de los escaños en la principal cámara legislativa, lejos del 20% que suma en Suecia y Países Bajos, del 46% que consigue en Italia y, por supuesto, del dominio que ejerce la derecha populista y ultranacionalista en Polonia y Hungría.

Ese peso específico de la derecha radical ha contribuido a cambiar el signo de varios gobiernos en los últimos años. Los casos más significativos son los de Finlandia, donde el Partido de los Finlandeses acaba de incorporarse a una coalición de gobierno que ha desalojado al centroizquierda del ejecutivo, y el de Suecia, donde los Demócratas de Suecia no han entrado en el gobierno, pero lo sostienen en el parlamento, lo que también ha supuesto un cambio de orientación ideológica.

Aunque ninguno tan llamativo como el de Italia, donde un tecnócrata como Mario Draghi ha dado paso a Georgia Meloni, a la cabeza de un ejecutivo muy volcado hacia la derecha: los conservadores tradicionales, encuadrados en Forza Italia -el partido del ya fallecido Silvio Berlusconi-, son la tercera fuerza, y dos partidos de extrema derecha, Hermanos de Italia y la Liga, lideran el gobierno. Vox no aspiraba a tanto, pero sí a contribuir a un cambio de gobierno en España que, por ahora, parece que tiene escasísimas posibilidades de concretarse.