Enlaces accesibilidad

'Los buenos veranos', el cómic ideal para estas vacaciones

  • Un tomo recoge los seis tomos de la serie de Zidrou y Jordi Lefebre, una de las joyas del cómic actual
  • Más noticias sobre cómic e ilustración en El Cómic en RTVE.es

Por
Detalle de la portada de 'Los buenos veranos'
Detalle de la portada de 'Los buenos veranos'

Imposible olvidar aquellos veranos de nuestra niñez que parecían eternos y durante los cuales nuestra felicidad era absoluta. Porque cada día era una aventura nueva en la que podía pasar cualquier cosa. Y es que cuando eres un niño no hay nada tan emocionante y divertido como unas vacaciones en familia. Y aunque no todas las cosas que nos pasaran durante esas vacaciones fueran ideales, cuando recordamos esos días solo nos quedamos con las cosas buenas y las malas ya no nos parecen tan malas. Unos veranos que convirtieron nuestra niñez en una de las etapas más felices e inolvidables de nuestra vida.

Esa sensación de regreso a uno de los momentos más felices de nuestras vidas es lo que consiguen transmitir el guionista belga Zidrou y el dibujante barcelonés Jordi Lafebre (Carta blanca) en Los buenos veranos, una serie de seis álbumes que ahora Norma recopila en un integral imprescindible, porque nos encontramos ante uno de los mejores cómics de este Siglo XXI. Así de simple.

Página de 'Los buenos veranos'

Y es que, cuando leemos Los buenos veranos nos invade una especie de calidez, de regreso al hogar, al tiempo que no podemos dejar de esbozar una sonrisa, porque las peripecias que le pasan a la familia protagonista nos recuerdan a las que nos pasaron a nosotros cuando teníamos la edad de esos niños que solo piensan en jugar y en divertirse, y que no necesitan videojuegos ni consolas para hacerlo, ya que en esa época ni siquiera existían y los niños podían sobrevivir sin ellos.

El belga Zidrou es uno de los mejores guionistas europeos de la actualidad, y de los pocos que consigue que cada una de sus historias sea tan diferente de las anteriores como atractiva. Además, colabora con numerosos artistas, muchos de ellos noveles, aunque uno de sus dibujantes habituales es Jordi Lafebre, con el que antes de esta imprescindible serie ya había publicado dos auténticas joyas: La Mondaine y Lydie. Pero para nosotros, Los buenos veranos es nuestra favorita, porque es imposible no enamorarse de esta familia que, en muchos aspectos, es la nuestra. Sobre todo de los que fuimos niños en los 70 y los 80.

Página de 'Los buenos veranos'

Las vacaciones de una familia belga con raíces españolas

Como en muchos de sus trabajos, Zidrou parte de una historia aparentemente sencilla, la de una familia belga de los años 70 (los Faldérault), que se va un mes de vacaciones. Cada álbum narra uno de esos inolvidables veranos (1962, 1969, 1970, 1973, 1979 y 1980) y vemos crecer a los padres y formar una familia numerosa de cuatro hijos durante esos casi 20 años. Y en cada viaje encontrarán nuevos compañeros, como abuelos, autoestopistas o mascotas.

Cada verano, la familia Faldérault se sube a Don Bermellón, su 4L (en mis recuerdos y de los de los españolitos de aquella época sería un seiscientos), y se dirige al sur para iniciar sus vacaciones. Pero raras veces salen como ellos planeaban, y el anhelado viaje al sur se transforma anualmente en algo inesperado, ya sea una granja, un camping en Ardèche, un hotel en Saint-Étienne o una cabaña. Aunque esta incombustible tribu -entre bromas, rituales y contratiempos- nunca dejará que nada le impida disfrutar de su merecido descanso.

Viñetas de 'Los buenos veranos'

Todos los álbumes empiezan igual, la familia tiene todo listo para esas vacaciones, pero tiene que esperar a que el padre, que es dibujante de cómic, termine unas páginas. Pero una vez puestos en marcha nada puede parar la felicidad que irradia cada viñeta de este cómic.

Por cierto que nos da la impresión de que este cómic tiene mucho de autobiográfico. No en vano el protagonista se dedica al cómic y tiene cuatro hijos (como Zidrou)

Un cómic que también es un perfecto retrato de una familia numerosa de la época, y que nos habla de muchas cosas, como esos veranos en familia, la felicidad de disfrutar de la compañía de nuestros seres queridos, la importancia de la naturaleza y de las pequeñas cosas que hacen que cada día sea especial... pero también nos habla de temas menos agradables como la nostalgia, la pérdida o la muerte.

Viñetas de 'Los buenos veranos'

Incluso vivimos asistimos a una grave crisis del matrimonio. Y somos testigos de los prejuicios que había en aquella época (y sigue habiendo) hacia las parejas homosexuales. Aquí nos encontraremos a una pareja de lesbianas que viven en un pueblo donde son muy apreciadas, porque la gente cree que son hermanas. Pero cuando la realidad sale a la luz, llegan los prejuicios y la discriminación.

Aunque en el fondo sea un retrato universal e intemporal (y pueda aplicarse a la actualidad) sigue siendo un retrato muy real de las familias de aquella época y también refleja el machismo de esos años, ya que, mientras el padre está todo el día dibujando sin parar, para sacar a la familia adelante, es la mujer la que tiene que criar casi sola a los cuatro hijos (salvo en estos inolvidables veranos).

Porque este es un viaje de aprendizaje, no solo para esos niños a los que vemos crecer durante esos 20 años, sino también para los padres. Aunque al final, durante el trayecto, las dificultades, las anécdotas y la posibilidad de pasar más tiempo juntos, acabarán reforzando esos lazos familiares.

Página de 'Los buenos veranos'

Un dibujante excepcional

Ya hemos dicho que el guion de Zidrou es emocionante y divertido, y tan apasionante como la vida. Pero el dibujo de Lefebre eleva esta historia también a la categoría de arte, porque el dibujante firma uno de sus mejores trabajos y logra que muchas de sus imágenes se queden grabadas en nuestra retina (como la de la cala ideal que la familia descubre en el segundo número).

Sus personajes están llenos de vida, de verdad y de sentimientos. Y, además, los vemos crecer (sobre todo a los niños). Y su evolución gráfica es tan natural que nunca dejamos de identificarlos, algo realmente complicado para un dibujante, pero que Lafrebre consigue con una facilidad pasmosa. Sin olvidar su retrato de cómo cambia la moda y las costumbres durante esos casi 20 años.

Sin olvidar su maravillosa paleta de colores que nos lleva inmediatamente a esos veranos mediterráneos que envidia el resto de Europa, o a esos veranos en el pueblo. Y es que, en estos cómics, la naturaleza es otra de las grandes protagonistas, porque no hay nada más inolvidable que un verano en el campo o en la playa. Podíamos describir la serie como soleada y luminosa.

Viñeta de 'Los buenos veranos'

Hay otros cómics que son muy espectaculares y cuyos dibujos nos dejan con la boca abierta, pero que olvidamos nada más cerrar sus páginas. Pero la mezcla de esos emocionantes y divertidos guiones de Zidrou y los cálidos dibujos de Lafebre permanece en nuestros pensamientos (y en nuestros corazones) mucho después de cerrar las páginas de Los buenos veranos, porque es una de esas obras que realmente nos llegan a lo más profundo y nos recuerdan algunos de los momentos más felices de nuestras vidas.

Una obra llena de ternura y humor, como otras del autor, y que nos hace replantearnos las cosas realmente importantes de la vida. Por ejemplo, pasar más tiempo con los seres queridos. Un guion estupendo que se convierte en una lección de humanidad con los expresivos, casi vivos, dibujos de Jordi Lafebre; un autor que, más allá de la belleza de sus ilustraciones, consigue que sus personajes respiren y nos seduzcan. Y que esta familia entrañable se meta en nuestros corazones. Un cómic excepcional que es ideal para el verano.

Portada de 'Los buenos veranos'