La asistencia humanitaria, una lucha contra viento y marea: "Te mueves entre dos polos, lo gratificante y su dureza"
- Hay más de 339 millones de personas que, según Naciones Unidas, necesitan asistencia humanitaria en todo el mundo
- Hacer llegar esa ayuda supone un riesgo para el personal humanitario en países como El Salvador o Burkina Faso
La tarde del 19 de agosto de hace 20 años, la sede de las Naciones Unidas en el Hotel Canal de Bagdad saltó por los aires. Un ataque terrorista que marcó un antes y un después en la vida de muchos trabajadores humanitarios.
Sonia Khush, responsable a día de hoy de Save The Children en Ucrania, vivía en Irak cuando esto ocurrió. Había llegado al país a principios de ese verano, la ONG acababa de abrir su oficina allí y el papeleo y las reuniones llevaban a los trabajadores humanitarios día sí y día también al centro de la ONU.
Aquel día, recuerda ver el ataque por la televisión mientras se le ponía la piel de gallina: "Fue impactante porque antes, como trabajadores humanitarios, nunca habíamos sentido que nos estaban atacando", cuenta Khush a RTVE.es.
No era fácil trabajar en un país como Irak en 2003, pero hasta ese momento Sonia y muchos de sus compañeros no se habían dado cuenta de que también podían ser un blanco de los ataques. Nunca dejaban de lado la precaución y el autocuidado, pero aquel 19 de agosto todo cambió.
"Nos hizo darnos cuenta de que, en realidad, también nos podían ver como objetivos y tuvimos que ajustar la forma en que gestionábamos nuestra propia seguridad y la forma en que nos relacionábamos con las comunidades y los líderes", detalla Khush.
A día de hoy, son conscientes de que pueden ser blanco de ataques. Y, de hecho, muchos lo son. En 2022, se registraron al menos 439 ataques contra personal humanitario en la Base de Datos de Seguridad para Trabajadores Humanitarios.
Y es que estos voluntarios se dejan la piel día a día en ayudar a las más de 339 millones de personas que, según Naciones Unidas, necesitan asistencia humanitaria en todo el mundo.
Trabajar bajo la sombra de la violencia en El Salvador
El Salvador no es Irak en 2003, ni vive una guerra. Pero los trabajadores humanitarios saben lo que es luchar día a día contra las trabas de su trabajo.
"Hay un nivel de riesgo alto a la seguridad física de uno, específicamente como trabajador humanitario, ya que muchas de las personas que acompañamos se han movilizado por situaciones vinculadas a violencia social en sus comunidades, es decir, sus agresores tienen o han tenido un vínculo directo o indirecto con pandillas", explica a RTVE.es el coordinador del Proyecto de Acción Humanitaria de Educo en El Salvador, Martín Peña.
Estos riesgos llevan a los trabajadores a tomar medidas como "utilizar seudónimo y una línea telefónica exclusiva". No quieren dejar de lado las crisis en las que vive sumido el país desde hace años, que hacen que la asistencia humanitaria sea más necesaria que nunca.
"Países como El Salvador conllevan la suma de pequeños eventos recurrentes y procesos sociales complejos que van generando una crisis humanitaria importante", matiza Peña.
Y, a veces, ayudar a la población no es posible. "Lamentablemente hay zonas a las que es imposible acceder, muchas veces se encuentran en comunidades o zonas donde cuantificar los impactos de los desastres sobre la vida, sobre el entorno y sobre los medios de subsistencia de las poblaciones afectadas es imposible", detalla el trabajador.
Burkina Faso, los restos de un conflicto olvidado
Las necesidades humanitarias en Burkina Faso. Desde la falta de alimentación, a las dificultades económicas, pasando por las enfermedades endémicas que afectan a gran parte de la población, el cierre de más de 6.000 escuelas en el país o el difícil acceso al agua.
Este es uno de los rastros visibles de un conflicto que azota Burkina Faso desde hace años, algo que no es fácil tapar: "Hay lugares donde no podemos ir por los puntos de control, porque el camino está socavado, por las minas y artefactos explosivos que se colocan en las carreteras y esto se traduce en pueblos totalmente aislados, totalmente inaccesibles", explica a RTVE.es la coordinadora de Desarrollo de Programas de Educo en Burkina Faso, Lucie Gounabou.
Pero no solo la inaccesibilidad es una piedra en la labor humanitaria en el país. Los trabajadores humanitarios pueden ser, en cualquier momento y en cualquier lugar donde se encuentren, víctimas de un ataque o de un secuestro. "Pero especialmente sobre el terreno", matiza Gounabou.
"Es como una crisis olvidada, que sigue evolucionando y nadie puede decir si estamos avanzando hacia la salida o si seguimos en el epicentro de la crisis", cuenta Lucie.
Lo que no parece mejorar es la situación de los trabajadores humanitarios, que tratan de movilizar toda la asistencia humanitaria posible en un país que no facilita su labor.
Filipinas, la importancia de la ayuda donde no hay guerras
En Filipinas no viven una gran guerra, pero eso no es sinónimo de suerte. Es una tierra asolada por las catástrofes naturales: sequías, tifones, tormentas tropicales, erupciones volcánicas y una larga suma que lleva al país a necesitar ayuda humanitaria constantemente.
"La principal preocupación es la asistencia para la subsistencia y el apoyo al agua y el saneamiento", explica a RTVE.es el director País de Acción contra el Hambre en Filipinas, Suresanathan Murugesu.
Los fenómenos naturales afectan constantemente, pero también preocupa el Fenómeno El Niño, su afectación impedirá la producción de alimentos y el hambre será un problema más.
Brindar asistencia humanitaria no es complicado allí en condiciones normales: "No hay ningún problema en términos de acceso a las comunidades, a diferencia de Siria o Yemen", explica Murugesu. Consciente de que dependiendo del desastre, el acceso puede ser muy difícil debido, principalmente, a los daños.
"En un país como Filipinas, la destrucción impide muchas veces llegar a tiempo a pueblos muy lejanos y remotos para apoyar", cuenta el trabajador.
Ahí entra la gran labor del personal humanitario. "Necesitamos ser innovadores y planificamos nuestra intervención para superar cualquier obstáculo, porque tenemos que salvar vidas", detalla Murugesu. Buscan la forma de llegar a donde son necesarios independientemente de si los necesitan por una catástrofe natural, por una sequía devastadora o por un conflicto.
Mozambique, el cóctel explosivo
Lo saben bien en Mozambique. Este país es la suma explosiva de muchos frentes: está todavía dentro de los 10 países más pobres del mundo, es el segundo del mundo con más impacto debido al cambio climático y vive un conflicto extremadamente violento en Cabo Delgado, al norte.
Allí está Médicos Sin Fronteras. "Las condiciones ya no eran muy buenas en la provincia (antes del estallido del conflicto) y ahora hay mucho por hacer", explica a RTVE.es la coordinadora de emergencias de MSF en Cabo Delgado, Mozambique, Marta Cazorla. Su organización se centra en la atención médica, el agua y el saneamiento.
Pero las necesidades no acaban ahí: "Hay necesidades alimentarias, porque todas las personas desplazadas han perdido sus cosechas y sus campos; también necesidades de refugio, muchas instalaciones y hogares han sido destruidos; y, una gran necesidad de protección, muchos menores han perdido a su familia", detalla Cazorla.
Ayudarlos no es fácil. "Sabemos que hay necesidades y que deberíamos estar llegando nosotros y otros agentes humanitarios, pero no estamos llegando", corrobora Marta. La inseguridad es uno de los principales factores que complican el acceso y la facilidad con la que pueden llegar a los pacientes, pero también la falta de infraestructuras para acceder.
Y trabajar en condiciones así no es fácil. "Te mueves entre dos polos, entre lo gratificante que es emocionalmente, pero también su dureza", relata la coordinadora. Acostumbrados a ver todos o casi todos los días cosas horribles, al "altísimo peaje emocional en todos" ellos, luchan contra viento y marea para seguir ayudando y sacando sonrisas.