Jaime Chávarri: "El rap rebelde es el descendiente de la poesía antifranquista"
- El director retorna al cine tras casi 20 años con La manzana de oro, una comedia negra sobre la poesía
Han tenido que transcurrir casi 20 años para que Jaime Chávarri vuelva a rodar bajo la motivación irresistible de abordar un argumento "poco tratado" en el cine: la poesía y sus alrededores con la comedia negrísima La manzana de oro que llega a los cines este 1 de septiembre.
Una sátira en un plancton donde flotan el talento-y la ausencia del mismo-, la competencia feroz, el bloqueo creativo, el síndrome del impostor o las ópticas superpuestas de varias generaciones de artistas en un mundo que espeja "su excentricidad y diversión", explica el director y guionista en una entrevista para RTVE.es.
Por La manzana de oro, adaptación de la novela de Fernando Aramburu Ávidas pretensiones, desfila un variopinto rebaño de poetas que pugnan por un premio durante un fin de semana en un pazo gallego.
Con un reparto coral de protagonistas (Sergi López, Marta Nieto, Adrián Lastra, Roberto Enríquez y Vicky Peña ) que se cruzan citas literarias, de Homero a Rilke, amoldadas al milímetro en el guión en un enredo de amoríos de paladeo clásico.
"Estos personajes que citan a Shakespeare también tienen que ser terrenales y cagarse y mearse, es casi sórdido. Precisamente la poesía trata de de contar algo que no está en la vida cotidiana y convertirlo en algo de la vida cotidiana", detalla.
La última vez que Chávarri se lanzó a territorio inexplorado tras la cámara fue con su idolatrado Camaron en 2005, ganadora de dos goyas, pero el realizador es referente-y sordo al canon- con títulos que brillaron en los 70 y 80 certificados por su fructífera relación laboral con el productor Elías Querejeta: El desencanto-el documental de culto sobre los Panero que de "forma involuntaria" conecta con la temática poética-, A un dios desconocido, Dedicatoria, Bearn o la sala de las muñecas o Las bicicletas son para el verano.
Más su trabajo como director de arte durante tres meses en El espíritu de la colmena (1973), de Víctor Erice, que también ha retornado recientemente con Cerrar los ojos, una historia de cine dentro del cine suspendida en el misterio. "Estoy deseando verla, Erice es un director que se expone mucho y eso lo hace muy bien", opina Chávarri.
Ya instalado en los 90 llovieron sus películas permeadas por el humor, el amor y la popularidad: Tierno verano de lujurias y azoteas, Besos para todos o los dos musicales que rodó con Ángela Molina y Manuel Bandera: Las cosas del querer y su secuela (1995). Durante este tiempo valioso ha dirigido teatro en un movimiento constante con Tres mujeres altas, de Edward Albee o La prueba, de David Auburn.
Con una serenidad lúcida a sus 80 años, el director ahuyenta la etiqueta de autor porque la mayor parte de sus películas han sido "encargos" y matiza su relación con la industria donde cree que la figura de los productores como motor de una cinta se ha esfumado.
Jaime Chávarri expande su pasión entusiasta en la enseñanza donde pisa las aulas desde hace medio siglo formando a futuros cineastas, "aprendo muchísimo y me gusta la relación con los jóvenes. He visto también la evolución de las chicas, pero creo que hoy en día cuando las circunstancias son más difíciles para que se metan en la profesión, es cuando está la gente más preparada para hacerlo".
En este horizonte de frentes múltiples desliza un reto que no descarta: atreverse con una cinta de terror tras experimentar en todos los palos posibles, no en vano Vértigo, de Hitchcok, es uno de sus tótems venerados además de las obras de Buñuel o Renoir por su distanciamiento de la pedantería.
PREGUNTA: Estaba oficialmente retirado, ¿qué le impulsó a volver? Carlos Saura con quién trabajó en Ana y los lobos decía que un creador nunca se jubila.
RESPUESTA: Un creador ya no se jubila pero tiene otras etapas de descanso. Lo que me llamó la atención de La manzana de oro fue que el productor quería hacer una película distinta, no dentro de lo que se supone que había que hacer para que funcionara. El tema es literario, sobre artistas, y pocas veces hay posibilidades de hablar de cómo su trabajo repercute en su vida y en la de los demás.
Esta reunión de poetas durante tres días hablaba precisamente de lo que cada uno quiere hacer con lo que está haciendo, que en este caso son poemas y ganar un pequeño premio local.
P: La manzana de oro satiriza el mundo de los influencer pero también asoma la inquietud social del último poeta antifranquista. Da la impresión de que se lo ha pasado muy bien rodándola con un colectivo tan numeroso de perfiles.
R: Con los actores tuve la sensación de que estaban haciendo algo especial, algo que no era una película al uso, les hizo una ilusión tremenda y dio gusto trabajar con ellos.
Sobre los personajes, el viejo poeta antifranquista y la chica lesbiana que transmite en redes que quiere tener un hijo, tienen en común que quieren cambiar el mundo. Lo que a mí me llama la atención, y eso no hace falta entenderlo en la película, es que antes las solidaridades eran generales y ahora la solidaridad se trabaja por grupitos. Tú eres solidario con tu grupo pero lo demás te importa un pito. Antes la solidaridad tenía que abarcarlo todo y creo que eso de alguna manera no ha funcionado.
P:¿Cree que la poesía es un universo en extinción con la desaparición de una generación de poetas como Joan Margarit o Francisco Brines? ¿Qué le interesa de este género?
R: Cuando desaparece una generación luego resulta que diez años más tarde se descubre que sí había recambio, pero que eran unos que no se les había hecho demasiado caso en el momento en el que estaban. Ahora la poesía en los medios es fortísima y luego está el rap, que para mí también forma parte de la música y de la poesía.
Hay un rap rebelde, social y rabioso que es muy interesante y de alguna manera es descendiente de la poesía antifranquista. La verdad es que yo no tengo intereses generales si oigo algo que me gusta me lo apunto, indepedientemente del género. Del rap me llamó mucho la atención la falta de filtros y de pudor ante lo sentimental. No existía en otras generaciones y ahora no hay ningún tabú. Me parece fantástico.
"La censura reciente es muy peligrosa porque es burocrática"
P: Con la caída de espectadores en salas y las numerosas plataformas, ¿cree que un tipo de cine más independiente está en peligro? ¿el riesgo es inherente a la supervivencia?
R: Si ves Filmin hay una cantidad de películas interesantes, tremebundas, series y documentales. Se sigue haciendo un cine, digamos menos comercial entre comillas, porque ese cine sigue teniendo un público y creo que es fundamental. El riesgo es inherente aunque quieras hacer la película más comercial del mundo, te puedes dar la bofetada exactamente igual. El riesgo es inherente. Punto [risas].
P: En una entrevista en Días de cine le pidieron su definición de la cultura y dijo que cuando usted era niño era igual de importante Superman que Shakespeare. No hay distinción entre alta o baja cultura.
R: Sí, pero ahora tengo otra definición: para mí no hay cultura sin educación. Antes de llegar a la cultura tenemos que pasar por la educación sino son datos que no sabes asimilar.
Hay que saber ponerlo en contexto respecto a la educación y sobre todo respecto a quién eres tú, la cultura sino está personalizada se convierte en un concepto como la libertad o la justicia, que está muy bien, pero que no suscitan una emoción. Yo como profesor siempre que me hablan de cultura digo, no, primero de educación de cómo se despierta curiosidad en los colegios. Y ahí es donde tenemos un problema.
P: Usted tuvo escollos con la censura franquista, ¿qué opina sobre las recientes denuncias de vetos a obras?
R: Con la censura tuve problemas con la segunda película (Los viajes escolares, 1973) que me la prohibieron entera, pero me dijeron inmediatamente que si conseguía colocarla en un festival internacional que me la pasaban porque tenían que dar la impresión de que era un cine moderno. Entonces fui a Valladolid, gané la Espiga de Oro, y no tuve ningún problema.
Sobre los recientes vetos, son muy peligrosos porque son burocráticos, teóricamente se supone que no son ideológicos si no que les falta un papel. Por ahí nos van a agarrar siempre que quieran porque siempre va a haber un papel que no tienes y se convierte en una hipocresía en la que se da como motivación una cosa que obviamente es censura. Como la burocracia existe, no veo la manera de defendernos de eso. El resquicio es que la gente se entere.