Antonio Muñoz Molina: "La pasión y la belleza no se acaban con la juventud"
- El escritor presenta No te veré morir, una novela sobre la memoria y las pasiones frustradas
"No volveré a tocarte, no te veré morir". Como una suerte de "brújula" literaria, Antonio Muñoz Molina grabó en su mente el último y conmovedor verso del poema que Idea Vilariño dedicó a Juan Carlos Onetti cuando rompieron su relación. Una despedida antes de la despedida en su desgarro que Vilariño recogió en Poemas de amor (1957).
Muñoz Molina intuyó con seguridad que el verso sería el título de una novela que orbitaría sobre una pasión frustrada, en un escrito aplazado en el tiempo y revisado con mimo. Con estas dos certezas en la mano alumbró No te veré morir (Seix Barral), un retorno celebrado a la ficción tras el diario y crónica de la pandemia, Volver a dónde, donde navegó por necesidad e instinto pegado a la actualidad.
"La no ficción y la ficción me apasionan pero en mi psique establezco la diferencia. En la ficción tienes la capacidad de imaginar para mí involuntaria y la novela tiene algo de descubrimiento y hallazgo repentino", analiza en la presentación del libro este miércoles en Madrid.
No te veré morir es un relato breve y concentrado en poco más de 200 páginas en una contención muy meditada, persiguiendo la "austeridad", donde muchas partes se escamotean en la querencia por la composición de una "suite de Bach" frente al reverso de las novelas monumentales que se "multiplican" como "Moby Dick o El Quijote".
Un arabesco de pura síntesis inspirado en la poesía, "quería conseguir ese tono caudaloso y leí mucho a Walt Whitman, Cesar Vallejo y Louise Gluck", atravesado por la música del cello que "puede ser áspero y melódico" sumado a las composiciones de Pau Casals (Muñoz Molina es un melómano declarado), presentes en un argumento "polifónico" donde nos interpelan los diferentes puntos de vista de los personajes.
La historia aborda el apasionado romance juvenil truncado, y su recuerdo en el jardín de la nostalgia marcado por las contradicciones humanas, entre Gabriel Aristu, un directivo que triunfa en EE.UU. en los 60 tras escapar de una España aún grisácea, y Adriana Zuber, una profesora estancada en el yermo cultural del franquismo y atrapada en un machismo feroz, después de la separación de los amantes durante 50 años.
El reencuentro de la pareja en la vejez dibuja un retrato delicado de la consciencia del paso del tiempo, donde se depositan sin aparente esfuerzo la dignidad y el lirismo. "He concluído que la pasión y la belleza no se acaban después de la juventud", señala el novelista con tono aquietado.
Y desgrana que mantuvo como referente para plasmar a Adriana a mujeres que en su edad madura "resplandecen". "En la expresión de su mirada está la experiencia y la pasión. Fuera de esta locura quirúrgica y 'photoshopica'".
Viaje al pasado reciente
Las conexiones entre el pasado y presente desde un ángulo democrático son una línea maestra en la obra de Muñoz Molina, un clásico de la narrativa española a sus 67 años (Beltenebros, El invierno en Lisboa, El jinete polaco). El también académico de la RAE entrevera su experiencia personal en sus viajes literarios a la memoria punteados con destellos de su vida durante años en Estados Unidos.
En No te veré morir abraza una horquilla temporal que linda con la novela historica. Arranca con las cicatrices de la Guerra Civil y una posguerra arrasadora pasando por los aperturistas años 70, aterrizando en el veloz siglo XXI. Una mezcla que salta al día a día estadounidense en California y Wasghinton en una monotonía de anchas carreteras y centros comerciales mastodónticos.
Este extrañamiento de no pertenencia lo vivirá en carne propia otro de los personajes: Máiquez, un profesor universitario español con poca suerte que llega al país tras un traumático divorcio, y trabará amistad con Aristu. Una nueva voz narrativa que nutre de imágenes al contexto histórico y contrasta con la brecha de la sociedad española.
¿Hay puntos en común entre aquella España franquista y la de nuestros días? "Creo que no porque las amenazas de ahora son contemporáneas. Lo que tenemos del pasado es la incapacidad de la derecha española de mirar la historia con cierta ecuanimidad. El franquismo fue una dictadura sanguinaria", responde el autor y lanza una reflexión sobre la onda expansiva del feminismo y la masculinidad tóxica.
"Creo que sí hemos avanzado muchisimo, pero venimos de una tradición machista milenaria. Cuando yo era pequeño las proporciones el discurso machista eran gigantescas incluso para los hombres a los que se nos educaba en la pedagogía de la brutalidad", ha recordado el novelista
"Se avanza y se retrocede", porque, como ha destacado, Luis Rubiales "no se ha criado en una escuela franquista, ha nacido en democracia" en referencia al beso no consentido a la futbolista Jenni Hermoso.