'La sociedad de la nieve': J.A. Bayona y la honestidad de la tragedia íntima de Los Andes
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El día que Juan Antonio Bayona terminó de rodar Lo imposible, tenía mucho que celebrar. No solo había finalizado su obra más ambiciosa, destinada a reventar la taquilla y abrirle de par en par las puertas mundiales de la industria. Ese mismo día conseguía los derechos de un libro que le obsesionaba: La sociedad de la nieve, de Pablo Vierce, donde se reconstruía minuciosamente el célebre accidente de un avión uruguayo en Los Andes en 1972 cuyos supervivientes lograron durante 72 días recurriendo a la antropofagia.
Han pasado 11 años y J.A. Bayona presenta en el Festival de Venecia su adaptación cinematográfica, elegantemente situada como película de clausura. “Esto no es la versión Disney”, dice Bayona sobre su trabajo. Una referencia directa a ¡Viven!, la película de 1993 que ya retrató el drama de supervivencia, pero también otra alusión más general a la crudeza del relato.
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La película de Bayona está, en primer lugar, con las víctimas. Cada una de ellas es recordada durante el metraje, convertido en un homenaje a los 29 fallecidos y 16 supervivientes del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, como si Bayona quisiese fijar una versión honesta, definitiva e inmutable del acontecimiento, consciente de que, como dice la narración el off, “nada cambia más que el pasado”.
Su búsqueda de verdad la llevó a la producción: La sociedad de la nieve solo tenía sentido para Bayona con intérpretes uruguayos, a los que encontró en un largo proceso de casting para actores no profesionales. La sociedad de la nieve, dice con orgullo, se han hecho las cosas “como queríamos hacerlas”.
Un prólogo de los preparativos del viaje permite situarse y conocer a los protagonistas, esencialmente jóvenes de un equipo de rugby, familiares y allegados. La maestría técnica de Bayona se despliega en el accidente, no apto para aerofóbicos, donde el montaje y el sonido se hacen deliberadamente insoportables.
La sociedad de la nieve repite por un lado la jugada de Lo imposible al recrear una catástrofe célebre descendiendo al nivel humano, pero, frente al caos del tsunami del Índico, el accidente de los Andes le sirve una unidad casi aristotélica. El avión y los supervivientes son los únicos elementos en el sublime escenario andino. “Aquí, los extraños somos nosotros”, resume la narración. El hombre sometido, resignificado a lo nimio cuando tiene que vivaquear a 3.500 metros de altura, cuando ni siguiera un avión que pasa por encima es capaz de distinguir el fuselaje de cientos de rocas que motean un manto blanco interminable.
Muy griega también es la tragedia en el fondo: el destino trágico es conocido por el espectador antes de sentarse en la butaca. El tabú cultural de la antropofagia se relacionaba en 1972 con lo religioso, como verbalizan muchos personajes. Algunos de los supervivientes ocultaron en un primer momento el método por el que sobrevivieron, conscientes de que ellos mismos tuvieron que romper barreras morales que la sociedad quizá no estaba preparada para comprender.
El resultado es que La sociedad de la nieve es más austera que Lo imposible en forma y sentimentalismo. Para el cineasta son tan importantes los planos generales como los grandes angulares que pega a los rostros para extraer su angustia. La antropofagia de una situación extrema tiene otra mirada ahora que la de hace cinco décadas, pero quedan las lecciones del sacrificio, de la camaradería y el dolor por los caídos.
Rodada en Sierra Nevada, Uruguay y en estudio de Netflix de Madrid, la producción es un éxito para Bayona, que en 10 años ha pasado de tener que rodar en inglés las peripecias de una familia española en el tsunami para poder lograr financiación a poder gozar de un presupuesto prácticamente imposible para el cine en español.