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Análisis

Estados Unidos, Kissinger, la CIA y Chile

  • Documentos internos desclasificados ilustran la implicación de EE.UU. en Chile y el derrocamiento de Salvador Allende
  • Henry Kissinger, superviviente con 100 años, diseñó la injerencia de EE.UU. y la defiende

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Así fue el papel de Estados Unidos en el golpe militar en Chile

"Estados Unidos tiene una ventaja, todo está en internet", me comentó un diplomático español hace casi veinte años. Además, esto lo añado yo, tiene otra, la ley de libertad de información (Freedom Of Information Act, FOIA) aprobada en 1967, por la cual cualquiera puede solicitar información a un organismo federal, con algunas excepciones.

Una tercera ventaja es que tiene una sociedad civil muy organizada y activa. Esos tres factores permiten que tengamos acceso a documentos que el Gobierno de Estados Unidos ha ido desclasificando con cuentagotas por iniciativa política y la insistencia de la sociedad civil, entre otros, del National Security Archive, una organización sin ánimo de lucro formada por periodistas y académicos en 1985 para controlar "el creciente secretismo del Gobierno", según declara en sus principios.

50 años del golpe militar. 100, de Henry Kissinger

En mayo, Henry Kissinger cumplió cien años. Con 50, en 1973, era el consejero de Seguridad Nacional del presidente estadounidense Richard Nixon, ambos estrechamente ligados al final de la guerra de Vietnam y al golpe en Chile, con juicios dispares en función de la posición ideológica.

Grosso modo, los grupos de derechos humanos y la izquierda los acusan de organizar y financiar la guerra sucia contra Salvador Allende, la derecha los defiende por haber salvado a Chile del comunismo. La línea de defensa es que el fin justifica los medios.

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¿Qué dicen los documentos?

Una primera comisión de investigación del Senado de Estados Unidos en 1975 llegó a esta conclusión: "En 1970 el Gobierno de EE.UU. intentó evitar, de manera encubierta, que Allende llegara a la Presidencia de Chile. Cuando ese intento fracasó, el apoyo encubierto a la oposición fue parte de las acciones que emprendió oficialmente: posición diplomática 'fría, pero correcta' y presión económica. Del apoyo a lo que EE.UU. consideró fuerzas democráticas y progresistas en Chile pasamos a alentar el derrocamiento de un gobierno elegido democráticamente".

En la propia web del Departamento de Estado puede leerse la transcripción de una comunicación del embajador de EE.UU. en Chile el 14 de septiembre de 1970, 10 días después de que Salvador Allende fuera el candidato más votado y un mes antes de que el Congreso de Chile votará una segunda vuelta.

En el documento, el embajador estadounidense propone crear una tormenta de opinión contra un gobierno de la izquierda: que, "especialmente en la respetada prensa europea", publique cómo los comunistas están haciéndose con los medios de comunicación y las universidades, y advierta de los peligros económicos de un gobierno Allende, involucrar a la Iglesia Católica para que pida el voto por Eduardo Frei, recordar a los militares que dependen de suministros estadounidenses, dar más fondos para financiar la propaganda de Frei y para sobornar a congresistas [que debían elegir al presidente]."

Cincuenta años después está documentado con mucho detalle cómo el Gobierno de Nixon consideró una amenaza para los intereses de Estados Unidos el ascenso al poder de la izquierda en Chile y cómo, cuando no pudo evitarlo, invirtió en hundir lo antes posible ese Gobierno. Partieron de la premisa de que debían hacerlo de forma encubierta para que no fuera contraproducente, la alternativa sería favorecer la crisis económica, inestabilidad social y fortalecer a los militares. El objetivo era crear la condiciones para que "internamente" acabaran con ese Gobierno.

De una reunión en la Casa Blanca el 6 de noviembre de 1970 con el presidente Nixon, su consejero Kissinger y otros altos cargos del Gobierno:

"-Kissinger: Todas las agencias coinciden en que Allende intentará crear un Estado socialista. Tenemos básicamente dos opciones: encontrar la manera de convivir con ello o adoptar una postura de abierta hostilidad. Entre ambas hay una tercera: adoptar una postura hostil de hecho, pero no en público, es decir, hostilidad de bajo perfil. Todas las opciones tienen ventajas e inconvenientes (...)

-Presidente Nixon: "Si Chile evoluciona como prevemos y tiene éxito, animará a otros en América Latina.(...) Si Allende se consolida, mandará una imagen de éxito al mundo. (...)Nunca aceptaré reducir el poder militar en América Latina, con centros de poder para nuestra influencia, no como los intelectuales.(...) En lo económico, retiraremos la ayuda. (...)Seremos correctos en público, pero con nuestras acciones le llegará el mensaje a otros."

Una tarea internacional

Las transcripciones describen la voluntad del Gobierno de Nixon de mandar un doble mensaje al exterior: para quienes pretendieran elegir un Gobierno como el de Allende y para que los aliados colaboraran en socavar el Gobierno de Allende. En un memorándum del 9 de noviembre de 1970: "Estableceremos consultas estrechas con gobiernos clave de América Latina, en particular Brasil y Argentina, para coordinar esfuerzos para oponerse a todo movimiento de Chile que vaya contra nuestros intereses mutuos. Para alcanzar ese objetivo hay que aumentar los esfuerzos para establecer y mantener relaciones estrechas con líderes militares afines en el hemisferio."

Otro ejemplo: la CIA pidió a los servicios de inteligencia de Australia (ASIS) que abrieran una base en Chile para reforzar a la agencia estadounidense.

En la web de National Security Archive, en su apartado The Chile Documentation Project, pueden leerse los documentos oficiales desclasificados citados y muchos más.

¿Cuál es la versión de Kissinger?

Henry Kissinger sobrevive física, mental y también políticamente. No se ha sentado en ningún banquillo, como piden sus críticos, sino que impera el consenso en considerarlo un gigante de la diplomacia. De la diplomacia pragmática. El fin justifica los medios. Todos los presidentes de Estados Unidos han consultado en algún momento con él, también Barack Obama. Y recibió el Premio Nobel de Paz por las negociaciones para terminar la guerra de Vietnam en 1973. Pero los bombardeos sobre Camboya y la política para Chile lo persiguen y él no disimula su enfado cuando se le recuerdan de manera crítica aquellos episodios.

En una entrevista en la PBS, la televisión pública de Estados Unidos, en febrero de 2001: "Insisto, intentamos que hubiera un voto distinto en el Congreso de Chile o unas segundas elecciones, no un golpe de Estado." Sobre la connivencia de Estados Unidos con la dictadura de Pinochet: "Estaba convencido de que Allende llevaba el país al comunismo. En aquel momento Argentina era un caos, Uruguay había tenido una revolución de la izquierda radical, Perú tenía un gobierno militar socialista y Castro aún era una fuerza vital. Pensábamos que Chile crearía en el Cono Sur una secuencia de acontecimientos extremadamente contrarios a los intereses de EE.UU., en el momento álgido de la Guerra Fría. Por eso no queríamos debilitar a Pinochet.(...) Ahora es fácil olvidar lo que fue la Guerra Fría. Creíamos, acertadamente o no, que estábamos en una lucha a vida o muerte con la Unión Soviética.(...) Yo entonces dedicaba el 95% de mi tiempo a la guerra en Oriente Medio. Además, estábamos enfrentados a la URSS, a China. Y teníamos un presidente en pleno Watergate. Decir ahora que teníamos que haber abordado la cuestión de los derechos humanos…en abstracto, probablemente".

En 2012, en la Universidad de Harvard, donde estudió e impartió clases antes de pasar al gobierno, responde con la misma argumentación a una estudiante de Derecho chilena que le pregunta si, en retrospectiva, cambiaría algo de su política con Chile en aquellos años. Y añade: "En el verano de 1973 la situación interna en Chile era la siguiente: el Tribunal Supremo declaró inconstitucionales algunas medidas de Allende y el Parlamento pidió a los militares intervenir, no derrocar el gobierno. Llegados a ese punto se produjo el golpe de Estado. Todos los partidos políticos chilenos apoyaron el golpe al principio porque creyeron que era un primer paso a la democracia. Cuando se hizo evidente que Pinochet no entregaría el poder, ¿pudimos haber hecho más? Posiblemente. Probablemente. Pero después de todo eso hubo tres administraciones y se demostró que no fue un proceso fácil. Pero si hablamos del golpe de 1973, no lo animó Estados Unidos, en el de 1971*, sí. En 1973 no estuvimos involucrados. Fue el resultado de situaciones internas, en parte porque Allende trajo tropas cubanas, en parte por el desastre económico. Nosotros estábamos muy descontentos con Allende." Y remata con sarcasmo: "Lo que no entiendo es por qué la gente estaba tan preocupada con Allende y tan feliz cuando lo derrocaron".

(*) Se refiere al intento fallido de golpe de Estado en octubre de 1970, que resultó en el asesinato del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Chile, René Schneider. Participación de la CIA y Henrry Kissinger, que también está documentada.

Postdata española

En otro memorándum que puede leer cualquiera en la web del Departamento de Estado, este extracto de una conversación del General Augusto Pinochet, presidente de Chile por el golpe de Estado, con Henry Kissinger, ya como Secretario de Estado y de visita en el país:

"-Pinochet: Este es un país que ama la libertad. Por eso no aceptó el comunismo cuando los comunistas intentaron hacerse con el país. (...) Es otra fase del mismo conflicto que llevó a la Guerra Civil en España. Y tomamos nota de que, a pesar de que los españoles intentaron detener al comunismo hace 40 años ahora florece de nuevo.

-Kissinger: Nos visitó el rey de España recientemente y hablé con él de esto precisamente".

En Santiago de Chile, el 8 de junio de 1976.