La ayuda llega con cuentagotas tras el terremoto: "Necesitamos más tiendas de campaña y suministros"
- La mayoría de los pueblos necesita más ayuda para las personas que viven a la intemperie
- Los niños celebran agradecidos la ayuda a quienes van hasta sus pueblos para enviarles suministros
Un grupo de seis niños corre por las cuestas y por encima de los escombros de los edificios que se han derrumbado en Moulay Brahim. Creen que algún vecino de otra aldea ha llegado con un coche cargado de comida y de otros suministros. Lo ven como un juego.
Ahmed es uno de esos niños. Tiene 12 años y vive con su familia y el resto de vecinos bajo una gran tienda de campaña. “Pedimos más comida y tiendas y que no haya más terremotos”, señala rodeado de sus amigos. “Agradecemos mucho a la gente que venga a ayudar después del terremoto”, añade.
El pueblo, a unos 45 kilómetros del epicentro del seísmo, lleva el nombre de un santo sufí marroquí. Cada año celebran un festival de música gnawa, un repertorio de antiguas canciones y ritmos religiosos espirituales islámicos africanos.
La mayor parte de la economía de esta aldea depende principalmente de la agricultura y el turismo. Son decenas los hoteles que han terminado convertidos en escombros y se desconoce cuándo podrán volver los turistas a este pueblo a 51 kilómetros al sur de Marrakech.
En Moulay Brahim, un pueblo de unos 8.000 habitantes, han muerto entre 40 y 50 personas, incluidos algunos turistas, y alrededor del 50% de las casas se ha derrumbado.
“Nos ayudamos unos a otros”
Basima, junto a otras mujeres de Moulay Brahim, prepara una comida en una cocina improvisada bajo una tienda. Han cortado bastantes kilos de patatas y cebollas y tienen algo preparándose en una enorme olla que desprende un delicioso olor a especias.
“Las personas vienen y traen comida. La dejan en esta casa y con eso cocinamos para todos, también para los que vienen de visita. Todos comen con nosotros, no solo las personas del pueblo”, afirma con la cara tapada con su velo.
“Somos 120 personas y cocinamos el desayuno, la comida y la cena para todos”, explica esta mujer de unos 70 años que recalca que tras vivir una “crisis nacional” como esta no queda más opción que ayudarse “unos a otros”. “El terremoto es el deseo de Dios. Somos muy religiosos y lo aceptamos”, añade.
A unos metros de la casa en la que cocinan las mujeres vive Ibrahim, una persona muy conocida en el pueblo “a quien la gente escucha”, según nos dicen. “La gente está muy afectada por este desastre. Ha sido muy duro porque se han quedado sin casas y ahora tienen que vivir a la intemperie. Necesitan más tiendas de campaña y suministros. Piden que les hagan llegar ayuda inmediatamente”, afirma este hombre, que explica que ya han recibido alimentos como leche y dátiles de personas que llegan de diferentes partes de Marruecos, desde Agadir, Fez, Marrakech y Casablanca.
Ibrahim cuenta que en el pueblo todavía hay personas desaparecidas. “No sabemos exactamente el número de desaparecidos. Es una zona turística, hay muchas personas que vienen de fuera del pueblo y que alquilan casas o habitaciones aquí. No se puede saber el número exacto”, se lamenta este hombre que explica que se siguen buscando personas bajo los escombros. “Necesitamos la ayuda de los equipos de rescate”, añade.
Además, Ibrahim recuerda que en la mañana después del desastre fueron los propios vecinos del pueblo los que estuvieron sacando a gente de debajo de las casas que se habían derrumbado. “Después de día y medio, vinieron los equipos de rescate y ayudaron a continuar la búsqueda de personas”, detalla.
Faltan mantas y tiendas de campaña
Frente a una de las calles principales de Amizmiz encontramos un campamento que se ha instalado en un parque. Entre las tiendas se encuentra Loubna Ighidi con un chaleco blanco. Vive entre Marrakech y París y, tras el terremoto, no dudó en hacerse voluntaria para ayudar a los afectados.
“Ayudamos a la gente como podemos. Montamos este campamento para todas las familias que no tienen dónde dormir y después hay algunos médicos, y enfermeras para tratar a los enfermos”, comenta esta mujer de 45 años que hace todos los días un viaje de una hora para llegar hasta a Amizmiz.
Loubna asegura que “en cuanto a comida y medicinas, los marroquíes se están organizando bien”. “Francamente, hay comida por todas partes. Solo faltan tiendas de campaña y mantas para la gente que duerme fuera”, asegura en medio del bullicio de la ciudad, mientras camiones de militares, ambulancias y coches pasan por la calle.
“Estoy triste. Triste por mi gente, triste por Marruecos, triste por Marrakech. Marrakech es una ciudad de alegría, una ciudad turística donde la gente sonríe y da la bienvenida”, admite con pena.
Casas prefabricadas para futuros hogares y colegios
En Majjat, una ciudad llana en la provincia de Chichaoua desde la que se ven las montañas del Atlas a lo lejos y que también se ha visto afectada por el terremoto, las autoridades han instalado un centro improvisado de coordinación de la ayuda.
Las fuerzas auxiliares, una unidad especial del Ejército marroquí, coordinan varias organizaciones locales que han llegado hasta el lugar de diferentes partes del país. Una de esas organizaciones es Yallah Nt3awnou, que significa “Ayudémonos unos a otros”.
Su presidenta, Naoual, nos cuenta con prisa que han venido desde Tánger con 22 toneladas de comida y 20 casas prefabricadas que han alquilado. “Estamos ayudando desde ayer a muchos pueblos en Chichaoua. Nos quedaremos 10 días y hoy hemos recibido estas casas prefabricadas que podrán convertirse en casas y colegios en los pueblos más afectados”, explica de forma rápida.
Al otro lado de la carretera, junto a un grupo de militares, está Ilias, quien forma parte de una asociación llamada The Precious Meknes, en español El precioso Meknes, la ciudad al norte de Marruecos de la que vienen.
“Por ahora hemos ayudado a 12 pueblos. En algunos es muy difícil de acceder a ellos. Se necesitan vehículos 4x4 para llegar”, afirma este hombre frente a un garaje lleno de mantas, botellas de agua y otro tipo de suministros que repartirán en los próximos días a los más afectados.
“Las personas, cuando nos ven llegar a sus pueblos con los camiones y los coches, nos reciben con una gran sonrisa. Eso nos da la motivación para volver a recoger más suministros y repartirlos”, añade.