Sin Estado, sin infraestructuras y sin alertas: cómo el conflicto de Libia agravó el desastre y dificulta la ayuda
- La división del país entre dos gobiernos rivales condiciona la llegada de ayuda
- Derna ha sido maltratada por el gobierno del este del país debido a su resistencia al ejército del mariscal Hafter
- La cooperación tras el desastre podría abrir la puerta a una reconciliación
La tragedia de las inundaciones en Derna, que han causado miles de muertos, es un golpe más para Libia que, tras más de una década de guerra civil, sigue dividida entre gobiernos rivales y milicias que combaten entre sí por el control del territorio y de los recursos. La ausencia de un Estado fuerte y unificado, que gestione las infraestructuras y las alertas, ha contribuido a que la destrucción causada por el ciclón Daniel haya adquirido proporciones "épicas", según la ONU.
La magnitud de la catástrofe y la llegada de ayuda internacional ha llevado a los dos principales bandos, los gobiernos rivales de Trípoli (oeste) y Tobruk (este) a colaborar, lo que podría abrir una puerta a una solución política a más largo plazo.
Libia, destrozada por la violencia desde 2011
Libia se sumió en el caos tras la caída del régimen de Muammar el Gadafi en 2011. La desaparición del dictador no trajo una democracia, sino una guerra civil de todos contra todos, con milicias de base étnica o religiosa peleando por el poder con la ayuda de combatientes extranjeros. En el sur del país se abrió además espacio para que el yihadismo, con armas obtenidas en Libia, se extendiera hacia el Sahel.
"Libia se encuentra en una situación de violencia continua, con repuntes claros en 2014 y 2019, hay quien habla incluso de una primera y una segunda guerra civil", ha explicado al Canal 24 Horas de TVE Álvaro de Argüelles, de la web El Orden Mundial, que compara la situación con la de Somalia.
En 2020 la ONU consiguió un acuerdo de alto el fuego. Desde entonces existe un Gobierno de Unidad Nacional (GUN) en el oeste, con sede en Trípoli; y un Gobierno de Estabilidad Nacional (GEN), en el este, cuyo "parlamento" está en Tobruk. Este último se apoya en el autodenominado Ejército Nacional Libio del mariscal Jalifa Hafter. El sur es una zona con poca población en la que el control lo ejercen principalmente milicias locales de las etnias tuareg y tubu.
La ONU, así como Turquía e Italia, entre otros países, respaldan al gobierno de Trípoli, mientras el de Tobruk ha recibido ayuda de Egipto, Emiratos Árabes, Arabia Saudí y Rusia (el grupo de mercenarios Wagner luchó junto a las tropas de Hafter).
El Foro de Diálogo Político Libio vigila que se cumpla el alto el fuego. El objetivo de la ONU es alcanzar un gobierno unificado, pero de momento la situación política está estancada.
Irene Fernández-Molina, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad de Exeter, subraya que el "motor del conflicto" no es ideológico, sino económico. "Son los recursos y el enriquecimiento tanto con las rentas del petróleo como de los negocios y flujos ilegales que se han convertido en la base de la economía de guerra: contrabando de petróleo, tráfico de personas y de armas".
La violencia y la inestabilidad se ceba con la población civil, no solo con los libios, sino también con los migrantes de otros países que intentan llegar a Europa. Según datos de Unicef, 300.000 personas necesitaban asistencia humanitaria ya antes de las inundaciones, 120.000 de ellas niños; hay 134.787 desplazados internos y el número de migrantes ha alcanzado en 2023 los 706.062 (el mayor número desde 2016).
Sin Estado, sin infraestructuras y sin alertas
La debilidad o ausencia de instituciones estatales significa que no se mantienen las infraestructuras, que los hospitales y servicios de emergencia no funcionan con normalidad y que no hay una única autoridad cuyas indicaciones seguir.
Ni siquiera hay un servicio meteorológico (como la AEMET en España) que hubiera podido avisar a la población de la llegada del ciclón Daniel. "Si hubiera un servicio meteorológico que operara con normalidad podría haber lanzado alertas, y los equipos de emergencia podrían haber iniciado evacuaciones, con lo que se habrían evitado la mayoría de las víctimas", ha explicado el secretario general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), Petteri Taalas.
"Todos los recursos que ha tenido Libia se han centrado en la guerra - recalca a RTVE.es Andrea Chamorro, analista de la Fundación Alternativas - Después de tantos años en guerra, las infraestructuras no se han reparado adecuadamente, como se ha podido ver en la dos presas destruidas en Derna".
"No se ha invertido en infraestructura ni en ningún bien público en todos estos años - confirma Fernández-Molina - incluso en las fases en que no ha habido guerra civil propiamente dicha. Las fuerzas que han controlado una u otra zona nunca han tenido interés en la estabilidad a largo plazo, sino en el enriquecimiento inmediato".
Derna, abandonada por resistirse a Hafter
Derna, asegura Irene Fernández-Molina, ha sido una ciudad "particularmente castigada".
Es la cuarta ciudad más grande de Libia (120.000 habitantes) y se encuentra en el este, pero resistió duramente al Ejército del mariscal Hafter. "Estuvo dominada por una milicia local, que en su momento declaró fidelidad al Estado Islámico. En 2018-2019, durante 10 meses, se libró una batalla realmente cruenta hasta que las fuerzas de Hafter tomaron el control, tras una guerra urbana y mucha destrucción", relata la profesora de la Universidad de Exeter.
"No se ha reconstruido - añade - La milicia que hoy controla la ciudad lo hace a base de mano dura. En Derna, básicamente, hay un régimen militar directo".
Según informa Efe, el año pasado la Universidad Omar Al Mujtar de Derna advirtió de que las dos presas situadas a pocos kilómetros de áreas habitadas necesitaban un mantenimiento urgente, debido al alto riesgo potencial de inundaciones. No se hizo nada. Durante la madrugada del 11 de septiembre, y tras 17 horas de intensas lluvias, las presas cedieron y vertieron 33 millones de litros de agua sobre el centro de la ciudad.
El alcalde la ciudad, Abdel Moneim al-Ghaithi, ha denunciado que, un día antes de la llegada del ciclón, el Ayuntamiento había pedido evacuar las zonas situadas en los alrededores de las presas, pero el Gobierno de Estabilidad se limitó a imponer un toque de queda.
Las consecuencias de estas decisiones son que un 25 % de la ciudad ha quedado destruida, 30.000 personas se han quedado sin hogar y las víctimas mortales podrían llegar a las 20.000.
Descoordinación y obstáculos para la llegada de ayuda
Tras la catástrofe, el estado de la infraestructuras y la división política son también un obstáculo para la llegada de la ayuda.
Cada gobierno ha creado su centro de crisis y no se coordinan. La mayor parte de la ayuda internacional llega a Trípolí y de allí tiene que recorrer 1.300 kilómetros hasta Derna por carreteras destrozadas. Las telecomunicaciones no funcionan y falta suministro eléctrico. Hasta dos días después de la inundación, no llegaron los primeros equipos de rescate a la ciudad.
"Se está dando desabastecimiento por la descoordinación entre administraciones", confirma Andrea Chamorro.
El alto comisionado de la ONU para los derechos humanos, Volker Türk, ha pedido a los políticos libios que superen los bloqueos para garantizar la atención a las víctimas.
Marie-Consolee Mukangendo, representante adjunta de Unicef en Libia, reconoce que hay "congestión" en el transporte de la ayuda internacional hasta Derna.
"Nosotros no tenemos muchos problemas con las autoridades locales y centrales para aprovisionarnos y hacer todo lo que podemos", asegura a RTVE.
Unicef trabajaba ya en el este del país desde una oficina en Bengasi. El impacto de las inundaciones ha sido "descomunal", explica Mukangendo, y ha paralizado los esfuerzos para una "reconstrucción post-guerra", cuando se intentaba "pasar del estado de emergencia al de un país donde haya sistemas disponibles para apoyar a los niños".
"Las posibilidades de que la ayuda acabe en las manos equivocadas y enriqueciendo a unos pocos o alimentando más economía ilegal, en lugar de ayudar a la población, son bastante altas", advierte por su parte Fernández-Molina. "Para evitarlo hay que tener interlocutores fiables, y esto no parece fácil en Derna, que ha estado abandonada por la comunidad internacional", apostilla.
La catástrofe favorece un acercamiento
A pesar del caos, la magnitud de la catástrofe puede favorecer un acercamiento entre ambos gobiernos. Además de permitir que la ayuda llegue al este, el gobierno de Trípoli ha enviado cerca de un centenar de médicos. El Consejo de Ministros ha aprobado un presupuesto de 384 millones de euros para la reconstrucción de Bengasi y Derna y 96 millones de euros destinados a los damnificados en Derna, Bengasi, Al Bayda, Al Marj y Soussa.
"Si la comunidad internacional, a la hora de dar la ayuda humanitaria, exige que existan canales de distribución claros y transparentes, podría ser positivo para el país a largo plazo", ha declarado Álvaro de Argüelles. "Pero incluso este escenario, es probable que dé lugar a una nueva lucha de corrupción y clientelismo para ver quién se hace con la ayuda y la usa para su propio beneficio".
"Si bien esta cooperación puede servir para acercar posturas, llegar a un gobierno de unidad puede ser realmente complicado", considera Andrea Chamorro, quien recuerda que se trata de "un conflicto enquistado, de muchos años".
Fernández-Molina señala que actualmente las alianzas internacionales de uno y otro gobierno están "desdibujadas", debido al acercamiento entre Rusia y Turquía y de esta última con Egipto y Emiratos Árabes, por lo que el escenario internacional podría ser favorable.
"El posible entendimiento se inscribiría en un contexto de dos años de llamamientos de parte de los actores libios y de la comunidad internacional a la creación de un nuevo gobierno de unidad nacional transitorio, hasta organizar elecciones", explica la profesora de Exeter.
"Si gestionan adecuadamente la coyuntura actual, puede que haya incentivos para crear un gobierno nacional nuevo, pero eso no significa la salida de la inestabilidad y la consolidacion de una transición política", advierte.