Menos cosechas y precios más altos: el reto de producir y cultivar en la España de las sequías
- La industria alimentaria alertó del impacto en el suministro de alimentos y bebidas, por lo que reclama inversiones
- El uso de aguas depuradas y el control de la expansión de los regadíos son algunas de las soluciones sobre la mesa
"Nosotros hemos pasado de sembrar 25 o 30 hectáreas de hortícolas, a sembrar solo cuatro. El agua que teníamos la hemos concentrado ahí para poder llevar a fin de ciclo el cultivo". Sebastián González Lineros es agricultor en el Bajo Guadalquivir, cuenca que se encuentra por debajo del 20% de su capacidad cuando debería superar el 50%, de acuerdo con la media registrada en la última década.
Así, este año de sequía su producción de cebollas, coles, espinacas, etc., será algo menor. En su lugar, han apostado por el trigo, los girasoles y "un poco de algodón", en definitiva, "cultivos que a priori necesitan menos agua". El tomate para industria lo descartaron ya hace dos años por los recortes en el suministro de riego, por lo que la cooperativa tuvo que acogerse a un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE).
Su relato coincide con el comunicado lanzado a principios de septiembre por la Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB), en el que alertaba de la "grave situación" por la sequía y las altas temperaturas del verano. La patronal pide "un acceso preferente al agua para poder garantizar un suministro estable y seguro de alimentos y bebidas", en palabras de su director general, Mauricio García de Quevedo. En la nota reclamaban también inversiones y el desarrollo de un Plan Hidrológico que contemple nuevas interconexiones entre las cuencas.
"Obviamente, se va a encarecer de aquí a un año y puede reducirse el stock de tomate frito, salsa de tomate, kétchup… Otro producto que se ha sembrado en esta zona y está dando muy bajo rendimiento es el azúcar", continúa González Lineros, sobre un ingrediente común cuyo precio ha aumentado un 44% desde el año pasado, un 2,7% en lo que llevamos de año.
No obstante, conocedores del sector agrícola y la ordenación del territorio matizan, de momento, estas advertencias. "Puede haber problemas con productos concretos, como se está hablando ahora del aceite de oliva y demás, pero de forma generalizada yo no lo veo. España es un país que está perfectamente preparado para asumir coyunturas adversas de sequía", afirma el catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante, Jorge Olcina, que reconoce que esto repercutirá en un encarecimiento de los alimentos y previene de posibles "movimientos especulativos". "Ahí entra la labor de las administraciones: son los gobiernos los que tienen que estar vigilantes de que ese tipo de maniobras no se produzcan", agrega.
Problemas en "productos concretos": aceite de oliva, trigo, almendras…
En cualquier caso, en el campo ya se está notando algunos descensos de la producción, que varían por zonas y productos. En Zamora, la producción media por hectárea de cereales de invierno (trigo, cebada, avena y centeno) en secano se ha disminuido el 45% con respecto a la media de las últimas 10 campañas, según informó la Alianza UPA-COAG, lo que puede repercutir en el precio del pan y otros derivados.
Igualmente, los recolectores de almendras esperan una nueva "mala cosecha" este año, sobre todo para los secanos, pero también en menor medida para los regadíos. El resultado es menos kilos de frutos y de menor calibre, de acuerdo con la previsión de cosecha de COAG. En algunas zonas de la Comunidad Valenciana, además, han reportado pérdidas en este cultivo por los últimos temporales.
La historia se repite en la vendimia de Castilla-La Mancha, tempranísima este año. "Estas olas de calor que nos han venido han hecho que la uva se adelante. Coge mucho grado pero peso no tiene", contó el agricultor Gerardo Gallardo a un equipo del Telediario. "Va a haber seguramente entre un 20 y un 30% menos que el año pasado", completó en TVE otro viticultor, Nicolás Martínez.
Si la oferta baja y la demanda es la misma, el producto se encarece. "También si se importa de terceros", advierte el agricultor Sebastián González Lineros, de COAG Andalucía. "Cuando hay competencia, los precios de fuera suelen ser más baratos, pero cuando el mercado está vacío, tienen vía libre para poner el precio que quieran. Ha pasado este verano: hasta que no se empezaron a recoger las pocas sandías y melones de aquí, no bajaron los precios"
Una política de agua que trascienda los trasvases
Pero más allá de la advertencia, desde la FIAB lanzaban varias peticiones. Entre ellas, "un Plan Hidrológico que contemple nuevas interconexiones y trasvases entre cuencas, así como planes de inversión en aplicaciones, desarrollo y modernización de infraestructuras de agua y riego".
Empezando con la primera, que es una reivindicación histórica y persistente del sector agrario, el geógrafo Jorge Olcina se muestra escéptico. "Es la vieja política hidráulica", valora. "El trasvase en una coyuntura de sequía no es una solución, porque no hay recursos para poder trasvasar. Se está viendo este mismo año, no hay recursos suficientes en el Tajo, ni en el Ebro (…) El problema de España con la sequía es que la lluvia cada vez va a ser más irregular, dentro de un mismo año y de un año a otro. Entonces, tenemos que salvar esa coyuntura y hacerlo con recursos que no dependan de lo que llueve".
El catedrático llama así a "cambiar el paradigma" de la gestión y distribución del agua, lo que pasa por "apostar por otros recursos no convencionales: la depuración, reutilización y desalación, que nos hacen menos dependientes de la lluvia". Lo plantea como un ciclo: por ley, el agua siempre se prioriza para el consumo humano, para los núcleos urbanos, los cuales "pueden convertirse en suministradores para el campo" si luego sus aguas residuales se aprovechan, depuran y van a parar a la tierra cultivada. En este punto, coincide plenamente con la FIAB.
"La reutilización de agua regenerada es clave para alcanzar la seguridad hídrica en nuestro país", reza el comunicado de la industria de alimentos y bebidas, que explicó a TVE su necesidad de agua para funcionar con higiene y seguridad también en las fases de la producción de alimentos posteriores al campo. Para ello, la Unión Europea (y, por tanto, la legislación española) exige que sea de una "calidad idéntica al agua potable" si se utiliza en el proceso de transformación o como ingrediente. No obstante, también puede usarse simple "agua limpia" para el lavado externo, dentro de los parámetros de seguridad que exige la ley estatal.
En este sentido, la FIAB pide más flexibilidad. "Somos uno de los países [europeos] que tiene más limitado este uso", afirma la directora de competitividad y sostenibilidad de la patronal, Paloma Sánchez Pello.
El campo, en cambio, sí percibe algunas mejoras en las infraestructuras de desalación y tratamiento de agua, por ejemplo, en Almería o Málaga. "Somos conscientes de que se está invirtiendo porque son zonas de una producción de alto valor añadido, con hortícolas y frutales subtropicales", afirma Sebastián González Lineros. No obstante, el agricultor reconoce dos hándicaps: el mayor precio del agua tratada y que las desalinizadoras solo pueden construirse en regiones cercanas al mar.
Mientras tanto, el Ministerio de Transición Ecológica anunció el pasado martes que invertirá 11.839 millones de euros para impulsar la desalación y la reutilización de agua, así como la eficiencia en su uso, al tiempo que destinará otros 3.060 millones para la digitalización de las infraestructuras hídricas.
Menos riego y más preciso
En un último punto, también coinciden las tres partes —campo, industria y academia—: se pueden mejorar las infraestructuras de agua y riego para ser más eficientes.
"Haría falta modernizar muchas comunidades de regantes e infraestructuras hídricas. Ya solo por su edad, algunas tienen más de 25 años, hay tuberías que pierden agua. Al final, en el trasvase desde un embalse hasta la zona de riego pasan muchos kilómetros", reconoce González Lineros, que también aporta notas positivas: "Si te vas a Almería o la zona del oeste de Huelva, cada agricultor tiene varios sensores en su campo para medir el estado de humedad del suelo, hacer que el riesgo sea más eficiente y darle a la planta el agua justa que necesita".
De acuerdo con el Ministerio de Agricultura, el 79% de la superficie regada en España utiliza sistemas considerados "eficientes", como el riego localizado, aunque tecnologías como las que menciona el agricultor sevillano están menos generalizadas y suponen una mayor precisión.
Así, el problema no estaría tanto en el cómo sino en el cuánto. "En épocas de bonanza, las administraciones han ampliado las superficies de regadío sin pensar en que llegaría un momento de sequía como el que estamos viviendo y sin pensar en las consecuencias del cambio climático. Va a ser más frecuente encontrarnos con episodios como este", continúa González Lineros, que no obstante reivindica su papel y pide un equilibrio: "Producir alimentos no es malgastar agua (…) tenemos la mala costumbre de comer cinco veces al día".
Para el catedrático Jorge Olcina, se trata de mayor "control" y racionalidad en la planificación. "En España la agricultura ha estado muy acostumbrada al yo transformo el suelo y ya me llegará el agua. Pero el juego ha cambiado. En la coyuntura climática que estamos viviendo tiene que ser al revés: primero saber con qué recursos se cuenta y después plantear la transformación de regadíos, solo si es posible", afirma el geógrafo, que recalca que lo mismo ocurre con la planificación urbanística, otra de las lecciones que dejó el boom inmobiliario de los 2000.
Y zanja con cierto optimismo realista: "El cambio climático hace más compleja la realidad, eso ya está claro. Tenemos que asumirlo y adaptarnos a las nueva condiciones. Lo que no podemos pretender es seguir trabajando con los principios de épocas pasadas".