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Festival de San Sebastián

'No me llame Ternera': anatomía, sin blanqueamiento, del terrorista no arrepentido

  • El festival proyecta en su primer día el documental de Jordi Évole que entrevista al dirigente etarra

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'No me llame Ternera' se estrena en el Festival de San Sebastián

Como si quisiera sacudirse la polémica y centrarse en el cine, el Festival de San Sebastián había colocado como segunda película de su programación No me llame Ternera, el documental dirigido por Jordi Évole y Màrius Sánchez que entrevista al dirigente terrorista etarra. Una larga entrevista precedida de peticiones de retirada de su proyección a cargo de quien no lo había visto (asociaciones de víctimas y sindicatos policiales) y una primera crítica de un espectador: el propio Ternera. “No me ha gustado, han hecho lo que han querido”, ha declarado en Berria.

Ya se había filtrado que durante la entrevista Tenera reconoció su desconocida implicación en el asesinato del alcalde de Galdakao en 1976. Évole aprovechó la revelación para entrevistar también a una víctima superviviente del atentado, el policía Francisco Ruiz, que fue tiroteado en las piernas y en los años posteriores vivió como un “apestado” por su condición de objetivo de ETA. Su emotivo testimonio, durante el cual es informado de la participación de Ternera, abre y cierra el documental.

Pero el grueso del documental es una cruda entrevista realizada en la localidad francesa de San Juan de Luz (“Para mí esto no es Francia. Es el País Vasco Norte”, dice Ternera). Fue allí donde, cuando tenía 17 años, en una taberna alguien le llamó "Ternera" y la policía le fichó como tal. “No me llame Ternera”, sino José Antonio Urrutikoetxea, es una petición al periodista que Évole cumple, aunque la destaque irónicamente en el título.

Es la única concesión: el documental no tiene nada de blanqueamiento, sino que es un riguroso y severo interrogatorio al terrorista -con un tono frío y una iluminación bastante sombría- en el que se le lanza a la cara su biografía como terrorista y también toda la historia criminal de ETA. ¿Por qué concede Ternera la entrevista ahora? “Hasta hoy hay otros que han hablado por mí”, dice. Un argumento que suena extraño en alguien que ha tenido voz incluso como diputado electo en el Parlamento Vasco.

Además de la confesión del atentado de Galdakao, Ternera reconoce su ya sabida implicación directa en el comando que asesinó a Carrero Blanco (crimen amnistiado en la ley de 1977, como todos los realizados por ETA hasta entonces). El resto de su biografía la resume como un dirigente de la banda con distintas responsabilidades.

El documental refleja la lucha de la mente del terrorismo para acoplar la realidad a sus principios. Una disonancia cognitiva que convierte en una auténtica batalla contra el lenguaje. En un momento, Ternera presume de lamentar el sufrimiento y de no distinguir víctimas, ya sea de un bando y otro, o sean civiles o cuerpos de seguridad. Más tarde señala que los niños asesinados en el atentado contra la casa cuartel de Zaragoza no pueden compararse con la muerte de los guardias civiles. “Eso es una distinción”, le señala Évole. “No lo veo así”, cierra Ternera.

La imposible búsqueda de la justificación

No me llame Ternera se asoma a un rincón muy oscuro de la justificación humana. Ternera acata cualquier decisión de la banda, aunque lamente sus consecuencias. Si ETA dijo que las casas cuarteles tenían que desaparecer y el Estado no las disuelve, la culpa de la muerte de niños es del Estado. La expresión clave que usa Ternera es que la decisiones de la banda parten siempre de “un análisis político”.

Si hay divergencias de Ternera con ETA no son morales, sino consideraciones de que el “análisis político” en ocasiones no servía para avanzar en la lucha por la independencia. El asesinato de Miguel Ángel Blanco (por su contestación social) o la bomba en la Peineta (por suceder durante las negociaciones con el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero que llevaba el propio Ternera) fueron errores de ese análisis.

Hábilmente, Évole le pide su opinión sobre el terrorismo yihadista. “La violencia sin más no tiene razón de ser”, afirma Ternera. “¿Y qué diferencia hay entre matar por Dios o por la patria?”, repregunta. “No me habrá oído decir que matar está bien”, dice escabulléndose Ternera.

En un momento asoma algo parecido a una reflexión: “El aspecto ético queda relegado por la espiral de violencia de las dos partes. Devenimos insensibles al dolor de los demás. No hay empatía”, dice. ¿Algún arrepentimiento? “No haber hecho más de lo que he hecho para que esta espiral se parase antes”.

A continuación, ilustra bien esa falta de empatía cuando reconoce haber sido amigo íntimo de Yoyes (la exdirigente etarra asesinada frente a su hijo de tres años), sentir su muerte como un momento “muy duro”, pero consecuencia de un “análisis político”.

A Netflix, productora del documental, la polémica no le viene mal, aunque probablemente se diluya tras los primeros visionados ¿Y al festival? Probablemente, porque el certamen ha aprovechado para organizar hasta una rueda de prensa para un documental programado en una sección menor y con más interés informativo que cinematográfico, aunque su director, José Luis Rebordinos afirma en TVE preferir “que se hubiera hablado menos del documental y más de otras películas”.