Isabel Coixet apunta a la Concha de Oro con la obsesiva y turbadora 'Un amor': "El mundo es un lugar hostil"
- La adaptación de la novela de Sara Mesa con Laia Costa y Hovik Keuchkerian cosecha buenas críticas en San Sebastián
Un amor es ambigua, inquietante y completamente perturbadora, pero también porta una lucidez nada explícita. Es una de las mejores películas de Isabel Coixet, que se coloca en el grupo de favoritas para la Concha de Oro del Festival de San Sebastián tras el buen recibimiento de sus primeros pases.
Adaptación de la reconocida novela de Sara Mesa, los añadidos de Coixet no distorsionan la esencia de un relato que vive en el reino de la incomodidad. Nat (Laia Costa) es una traductora precaria que se instala en una desvencijada casa de un pueblo perdido donde vivirá bajo una opresiva mirada masculina y descubrirá insospechados límites de su propio deseo tras una cruda propuesta de su vecino Andreas (Hovik Keuchkerian). Mientras, subterráneamente, la trama cuestiona paradigmas económicos, familiares y de género.
P.: ¿Te asustaba un material tan potente y ya reconocido como punto de partida?
R.: Era un reto. Soy una gran fan de Sara Mesa. Leí el libro de una sentada. Y lo volví a leer. La primera vez me dejó un poco KO. Y ya vi a Laia como la protagonista. Ofrecí a Sara participar en el guion, pero ya estaba con otra novela. Ahora Sara solo puede imaginar a Laia como Nat.
P.: Es difícil explicar psicológicamente personajes tan deliberadamente creados para no ser analizados. Sara Mesa dice que cuando escribe a veces piensa en las preguntas que cree que luego le harán para explicar la obra y no querrá responder. ¿Te sucede también?
R.: Procuro no pensar en las preguntas que me van a hacer, prefiero no sufrir. Los autores podemos reelaborar todo lo que hacemos, igual que los proyectos artísticos de repente parece que tienen que estar respaldados por una narrativa. El problema es que está el precedente de la novela y que hay un momento que las cosas que suceden en la película tampoco se pueden explicar. Tampoco puedo explicarme a mí misma por qué hago ciertas cosas. Por ejemplo: cómo termina la película. Habrá gente que comulgue y otra qué dirá: ¿esto a qué viene?
P.: Eres entonces más intuitiva que cerebral.
R.: Cada vez creo que racionalizo menos las cosas y sigo más un instinto. Cuando intento pasarlo todo por la cabeza la cago. La película tiene algo de grito, de aullido. La explico con una imagen: es como pasarse un papel de lija por las rodillas y luego dejas de pasártelo. Esa es la sensación que me gustaría provocar.
P.: Tu filmografía está llena de personajes inadaptados. ¿El mundo es un lugar hostil?
R.: El mundo es un lugar hostil. Para mí y para el 80% de la población, salvo aquellos que han nacido con el don de la de la felicidad. No sé: el Dalái Lama o gente que está muy elevada. Lo pienso ahora y lo pensaba cuando tenía cinco años. Siempre me he sentido outsider y me hubiera gustado no serlo. Me hubiera gustado pertenece a un colectivo. Me hubiera gustado, por ejemplo, ser creyente. Y envidio a la gente que siente que pertenece a un colectivo por encima de ellos como individualidad. Nunca me he sentido así y mis personajes normalmente no se sienten así, pero también creo que somos muchos.
P.: ¿Y en qué crees?
R.: Creo en la generosidad porque sí, en la bondad porque sí. Creo en la magia de eso. Tiene un valor que no lo tiene esa solidaridad que es para sentirse mejor.
P.: ¿Hay alguna otra característica que siempre esté en tus películas?
R.: Siempre en algún sitio hay una naranja, incluso en las películas que no debería estar, hay una naranja. Supongo que si me psicoanalizase podría responderte mejor. Sí que es verdad que mis películas hay una galería de retratos femeninos que no son muy complacientes. Como yo, que no lo soy. Siempre hay un medio hostil en el que a veces florecen cosas estupendas.
P.: ¿Por qué decidiste incluir más escenas de sexo que las que hay en la novela?
R: Fue Laia, que me puede convencer de cualquier cosa. Teníamos que entender una obsesión, que es algo ciego, que a priori no tiene una explicación. Y creo que para el espectador es necesario que viéramos cómo una escena absolutamente cotidiana de la vida diaria puede transformarse en algo que alimenta la obsesión de la protagonista.
P.: ¿Puede ser tu película en la que haya más personajes negativos?
R.: Sí, puede ser que sí (risas). Pero es en la primera en la que sale un perro, que es un personaje muy positivo.
P.: El deseo masculino es una constante opresora para Nat, prácticamente todos los personajes la miran con un menor o mayor grado de deseo.
R.: Esas cosas ocurren en un medio como este, más aislado. Todo se focaliza en ella, que es la extranjera, sin ataduras. Todos le preguntan: ¿vas a vivir sola? Y en la vida como mujer te pasas respondiendo preguntas como esa todo el rato: ¿va a comer usted sola?, ¿la habitación e solo para uno? Es muy difícil explicar la experiencia que sientes como mujer en la vida cotidiana, es una mochila más que llevamos. Siempre tenía la esperanza de que las nuevas generaciones no la tendrían, pero veo que cambia a muy poca velocidad.
P.: ¿La incomodidad que produce en el espectador la provoca también que refleje aspectos oscuros de cada cuál?
R.: No lo sé. Tengo que decir que el momento que me parece más cruel de la película es cuando Joaquín, el hombre mayor que es un personaje muy positivo, le dice a Nat que prefiere que no le vean con ella. Eso me ha pasado en mi vida: he sentido esa sensación de ser una proscrita en la sociedad en la que he vivo. Y para mí eso es lo peor. ¿Cuáles iban a ser las consecuencias para Joaquín? ¿Que a lo mejor cuatro capullos no le hablen? ¿Y vas a sacrificar eso por no hacer partícipe de tu vida a esta mujer? Él dice "no es contra ti". Si nadie me ayuda, tú también estás contra mí. He vivido literalmente eso hasta con esas palabras: no es contra ti. Lo he vivido profesional y personalmente.
P.: Me da la impresión que has pensado y disfrutado mucho la propuesta formal, desde el mismo formato más cuadrado que refuerza la idea de opresión.
R.: Mucho. Teníamos cinco semanas para hacerla, una película de presupuesto reducido. Sí, he pensado mucho sobre el formato. Últimamente he visto una serie de películas que ganan ese formato porque lo que está fuera de plano adquiere un valor, lo reconstruyes en tu cabeza. Los interiores son el 50% de la película y también eran muy importantes. Esa casa es una trampa que se crea ella misma. Laia Costa aparece con ropa de segunda mano en todas las escenas: una vez se le ocurre ponerse algo en los labios y no sabe si sentirse mal por hacerlo. Todo forma parte de esa atmósfera.