La empatía virtuosa de Martín Chambi, el fotógrafo que puso rostro al pueblo indígena
- Una muestra en Madrid recuerda las obras maestras del artista quechua
- Chambi retrató a los índigenas con humanidad y se adentró en el alma de los Andes
En una de las fotografías de Martín Chambi (1891-1973) un grupo de campesinos quechuas espera en el juzgado, arremolinados miran a la cámara entre la tensión de la espera y cierta extrañeza. Un estatismo tan calculado en la escena como natural en la empatía que trasladan sus sensaciones al ojo que observa asombrado [Mira la imagen que encabeza la noticia].
Esta dos claves conforman la "esencia limpia" del fotógrafo peruano, que aunó el virtuosismo en el oficio con el humanismo puro encarnado en el rostro de su pueblo indígena. Lo reivindicó férreo despojándolo de cualquier rastro colonial o mínima condescendencia. Un dolor que engalanó de dignidad.
“He leído que en Chile se piensa que los indios no tienen cultura, que son incivilizados, que son intelectual y artísticamente inferiores en comparación a los blancos y a los europeos. Más elocuente que mi opinión, en todo caso, son los testimonios gráficos. Es mi esperanza que un atestado imparcial y objetivo examinará esta evidencia. Siento que soy un representativo de mi raza; mi gente habla a través de mis fotografías”, defendió en una exposición
en Santiago de Chile y Viña del Mar en 1936.
Chambi era "un fotógrafo que hacía magia y tenía una originalidad absoluta al encuadrar, trataba a todos los rostros por igual en una humildad total" porque sabía mirar más allá de "la representación objetiva de la cámara", cuenta el académico Publio Mondejar. El experto comisaria la exposición que la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid consagra al peruano.
Son diez fotografías-joya de principios del siglo XX pertenecientes a sus fondos y a la colección Maestros de la Academia. Nos trasladan a la época en la que Martín Chambi abrió su propio estudio en Cuzco, la antigua capital incaica. Creaba retratos de grupo con tal pericia domando la luz que le llovían los encargos de la alta sociedad, aunque no orillaba las estampas etnográficas de su pueblo.
Su fino instinto documental convierte las capturas en una disección social viva que recorre la amargura, la resignación, el desvalimiento o la tristeza, en un contexto de reivindicación frente a un entramado semifeudal. Chambi, que era "peruanísimo" y de origen quechua, como le bosquejaba el poeta César Vallejo, estaba completamente sensibilizado.
“El derecho sobre la tierra coloca en las manos de los gamonales la suerte de la raza indígena, caída en un grado extremo de depresión y de ignorancia”, escribió en 1928 José Carlos Mariátegui sobre la perniciosa corrupción sistémica.
De entonces son algunos de sus mejores retratos de fuerza imponente como Gigante de Llusco (1929), Mujer india con niño (1934), La boda del prefecto Gadea (1930), Niño mendigo (1934). En Matrimonio de conveniencia (1924), el grupo que puebla la imagen parece directamente vestido para la muerte circundado por un aura de angustia. "Yo no conozco a ningún artista que dominara la técnica como lo hacía él. Es este oficio el que genera obras maestras", señala Mondejar.
El alma de los Andes en sus paisajes
El fotógrafo tambien se trasladaba en titánicos viajes a caballo cargando con su pesada cámara a las cumbres andinas del Machu Picchu para "llenarse los ojos de horizontes": De los nevados Salcantay y Ausangate a los recónditos asentamientos incas de Wiñay Wayna. Son años donde los Andes fascinan y el negocio de las postales fotográficas florece.
La hermosura telúrica de las imágenes quita el aliento y se inscribe sin esfuerzo en la cima del paisajismo. "Desnuda" la esencia del latido de Perú como describe Mario Vargas Llosa en un texto para la muestra.
"El remoto país en el que Martín Chambi nació ha producido no más de una media docena de creadores cuyas obras pueden ser admiradas prescindiendo del patriotismo, como productos de una visión ancha, sin orejeras, de lo humano, que enriquecen la experiencia universal…".
Y añadía el Nobel peruano, en un artículo de 1998, en el que le comparaba con figuras como el Inca Garcilaso: "Chambi realizó su obra monumental en una provincia de la sierra peruana supliendo con su esfuerzo, su imaginación y su destreza, las limitaciones que ello significaba. Decir que fue un pionero es cierto, pero es insuficiente".
Martín Chambi ha legado una obra deslumbrante con sabor internacional, macerada en la sopa creativa de la Escuela Cusqueña de fotografía donde se encuadró en busca de mirada propia. Interiorizó la profesión en varios estudios de Arequipa donde se empapó de los códigos europeos del mejor retratista del momento Max T. Vargas.
¿Cómo torció el destino un indígena abocado a la pobreza y se convirtió en el mejor fotógrafo latinoamericano del siglo XX?
Nació en Coaza, un pueblito de adobe al norte del lago Titicaca a casi 3.800 metros sobre el nivel del mar, pero su familia se vio forzada a abandonar sus campos de papas para trabajar en una empresa minera de capital extranjero que buscaba oro. Ya un joven Chambi asomaba el talento ayudando con los pertrechos al fotógrafo de los yacimientos. Cuando juntó algunas pepitas partió a la ciudad y a la gloria.
La explosión de su prestigio fue cuestión de tiempo. Vino de la mano de una gran exposición en el MOMA de Nueva York en 1979, que calificó el retrato de familia de su boda como "una de las más grandes fotografías" del siglo. Chambi publica en National Geographic y el mundo le descubre en una cascada sucesiva de muestras de Zurich a Buenos Aires, pasando por España.
En 1990 una selección de sus fotografías desembarcó en el Círculo de Bellas Artes de Madrid por iniciativa de Lunwerg Editores. Parte de estos positivados se pueden disfrutar en la Academia de Bellas Artes hasta abril de 2024. Un rastro de genialidad pura que merece ser recordado.