El profesorado pide más formación en salud mental: "No tenemos pautas, más allá del sentido común"
- Los docentes denuncian la falta de conocimientos para tratar a sus alumnos
- Un estudio de la Universidad Rey Juan Carlos revela que un 28% de menores se ha autolesionado
Los niños y adolescentes pasan gran parte de su día a día en sus centros educativos. En ellos aprenden, crecen y se desarrollan de la mano de sus profesores. Sin embargo, el aumento de los trastornos de salud mental en los menores sobrevenido tras la pandemia, ha revelado la sobrecarga y la falta de herramientas de los docentes a la hora de enfrentarse a una situación de este tipo. "Cuando llega un alumno con un problema no tenemos unas pautas establecidas. Al final, un profesor es alguien que aprueba una oposición y es especialista en un ámbito, pero no sabemos cómo actuar más allá de lo que el sentido común te dice". Así explica Raúl Fernández, profesor de economía de un instituto de Celanova (Ourense) a RTVE.es lo "indefenso" que se siente cuando llega un momento así.
La depresión, la ansiedad o los trastornos por déficit de atención e hiperactividad se cuadruplicaron tras el confinamiento y los comportamientos suicidas subieron hasta el 59%, según datos de la sociedad psiquiatría infantil. El ascenso de autolesiones también se ha visto incrementado. Según un estudio de la Universidad Rey Juan Carlos publicado en 2022, un 28% de los menores en España ha llevado a cabo esta práctica.
"La adolescencia son años muy complicados" relata Raúl, que denuncia que "no estamos ni formados ni informados" para poder ayudar a los jóvenes. "Estoy seguro de que todos los profesores y profesoras tomarían una formación en salud mental con los brazos abiertos", explica. "Además -añade- sería más fácil si tuviéramos unas directrices a seguir o un especialista en el instituto que sí tratara estos temas".
La figura de un psicólogo en los centros educativos es algo que vienen reivindicando desde hace años desde el Consejo General de la Psicología. "Los alumnos necesitan también durante el tiempo que están en los centros educativos ese acompañamiento especializado. No estamos hablando de un tratamiento clínico, no estamos hablando de la tarea que deben desarrollar los especialistas en psicología clínica, pero sí de una atención, de un acompañamiento emocional y sobre todo de asesoramiento a la comunidad educativa, a los profesores", explica el Decano del Colegio de Psicólogos de Madrid, José Antonio Luengo.
Esta falta de conocimientos genera numerosos miedos en el profesorado que, muchas veces, no saben como ayudar a sus alumnos o hacer frente a los nuevos retos que se presentan en la escuela. "Desde hace años veíamos que las cosas estaban cambiando, que el alumnado estaba teniendo otras necesidades", comenta Luengo a RTVE.es.
El uso indebido de la tecnología por su exceso o por el acceso a contenido perjudicial es otro de los estímulos que pueden provocar trastornos en el bienestar emocional y que antes no existían. "No podemos pensar que las necesidades del sistema educativo del siglo XXI son las mismas que las de hace una generación o las del siglo XX", añade Luengo.
Formación para saber actuar
La falta de formación es la principal preocupación de los docentes. No se sienten preparados o tienen miedo a decir las palabras equivocadas y poder acrecentar la problemática de alguno de sus estudiantes. "Cuando intervienes con ellos no sabes si les estás ayudando o no, porque no somos profesionales. Lo hacemos lo mejor que podemos con nuestra mejor intención, pero a veces no sabemos si realmente les está sirviendo", asegura Rosa Rocha , presidenta de la Asociación de Directores de instituto de Madrid (ADIMAD).
En un intento por mejorar la situación nace el programa de formación en salud mental infanto-juvenil para centros escolares que lleva a cabo la fundación Alicia Koplowitz junto a la Comunidad de Madrid.
En él los maestros aprenden a apreciar alteraciones psíquicas y a promover el bienestar emocional dentro de las aulas. Además, hay un equipo de expertos en el área que acompañan a los centros educativos. "Los docentes y orientadores que están en el día a día de los niños son los que mejor van a detectar los problemas y los signos de alarma o los que más van a ayudar a su integración cuando ya están diagnosticados y tienen un trastorno", explica la directora técnica de los programas de salud mental para centros escolares de la fundación, Ángela Ulloa.
En estos cursos intentan diseccionar cada etapa evolutiva y los desafíos que pueden surgir. Tratan también de trasladar las herramientas para promover la prevención del maltrato, de las adicciones o hacer psicoeducación en la regulación emocional.
Pero esta iniciativa no llega a todos los centros y "no es fácil detectar qué les pasa", advierte Raúl. "A veces observamos que están cabizbajos o que no participan en clase o que han bajado sus notas, pero eso solo lo ves si conoces al alumno desde hace varios años".
El aislamiento social, uno de los signos de alarma
Los signos de alarma pueden ser muy variados y no hay unos indicadores claros para poder determinar si un adolescente sufre algún trastorno. No obstante, ciertos cambios en sus conductas sí pueden servir de preaviso para estar más pendiente.
"Suelen observarse alteraciones del comportamiento. No deja que el aula funcione o de repente hay un aislamiento social o una mayor introversión. También pueden darse ausencias en el centro no justificadas, o una bajada no esperada del rendimiento académico", comenta Ulloa.
Entre otras, las autolesiones no relacionadas con comportamiento suicidas se ha convertido en una de las grandes inquietudes entre los profesores y el equipo directivo de los institutos.
"Vemos a alguna chica o algún chico que se ha hecho cortes en las muñecas o en cualquier sitio en el cuerpo o a veces te lo comentan sus compañeros y nos quedamos muy preocupados", lamenta Rocha.
Aprender bienestar emocional y autocuidado en las aulas
La prevención y la detección precoz desde las aulas son los puntos claves en los que inciden los expertos. El instituto como lugar en el que los jóvenes puedan aprender a identificar qué les pasa y a regular sus emociones.
"Para poner solución a lo que está pasando, hay que entender qué es lo que sucede y luego poner los medios para encauzarlo y atenderlo. Sin una detección precoz, el niño puede tener una frecuencia de sintomatología mayor", alerta Ulloa.
La salud mental no había formado parte de la educación hasta que la pandemia obró como catalizador para exponer lo que llevaba varios años siendo objeto de estudio de los profesionales. Ahora, psicólogos y docentes reclaman espacios para poder trabajar en ello.
"Creando un espacio de comunicación y diálogo sobre salud mental, ya estás previniendo, ya estás promoviendo una actitud saludable", continúa Ulloa.
Trabajar en el autocuidado y en el bienestar emocional de forma transversal y desde las escuelas es un nuevo abordaje para los docentes a los que les falta asesoramiento."Hay que crear un plan que recoja actividades de trabajo con las familias, con los alumnos y también entre el profesorado en relación a lo que es la promoción de la salud mental. Esto pasa por hacer actividades específicas, no solo debates, diálogos o ver vídeos", subraya Luengo.
Ratios demasiado elevados
A pesar de las buenas intenciones del profesorado y los profesionales de la psicología, la realidad es que los ratios son muy elevados.
Una de las principales demandas que hacen desde ADIMAD es la reducción del número de alumnos por clase. "Es importante que todos trabajemos con las ratios más reducidas. Evidentemente, si es un número menor de estudiantes, se puede trabajar de una forma más individual y llegar a conocer mejor lo que le pasa a cada uno".
Lo mismo señala Fernández, que destaca que tiene 25 alumnos por clase, "lo cual dificulta un mundo atender de forma personalizada a los estudiantes".
Las ratios máximas permitidas por ley son de 25 alumnos por aula en Primaria, 30 en Secundaria y 35 en Bachillerato. Todas estas cifras son ampliables un 10% en casos excepcionales.
"Los problemas relacionados con la salud mental, lejos de arreglarse, cada vez van a peor. Es verdad que ha habido un antes y un después de la pandemia, porque se hizo más visible, pero siempre nos queda la preocupación de que hay chicos a los que ni siquiera detectamos", concluye Rocha.