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Canfranc: del olvido al frenesí

  • La antigua estación reformada, como atractivo turístico
  • Tras años de abandono, Canfranc afronta el futuro con esperanza
  • El domingo, a las 22.30 horas, en el Canal 24 horas y en RTVE Play

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Imagen de la fachada de la estación de Canfranc
Imagen de la fachada de la estación de Canfranc

A principios del siglo XX, España y Francia comenzaron a colaborar en la creación de una conexión ferroviaria por los Pirineos. Escogieron que la ruta cruzase por Aragón, y tras estudiar la geografía de la zona, resolvieron que en el Valle de los arañones, cuatro kilómetros al norte de Canfranc, se daban las condiciones para albergar el edificio de la estación y la aduana internacional. La mitad sería de gestión francesa y la otra mitad española. Y tras unas obras monumentales, siguiendo el proyecto del ingeniero Fernando Ramírez Dampierre, entró en funcionamiento el tramo ferroviario en 1928, bajo el reinado de Alfonso XIII. Aunque en 1931 un gran incendio, obligó a cerrarlo.

En 1936, durante la Guerra civil española, las tropas franquistas cierran el túnel del Somport, y cortan el ferrocarril. Más tarde, se reabre en 1940 bajo el régimen dictatorial en España y la Francia colaboracionista con la Alemania de Hitler. En el país germano, se comenzó a hacer acopio del oro, joyas y otras pertenencias de los judíos que enviaban a los campos de exterminio. Parte de este oro pasó por la frontera de Canfranc a España a cambio de wolframio.

Imagen aérea de la estación de Canfranc

Imagen aérea de la estación de Canfranc Repor

Agentes de las SS y de la Gestapo que por entonces ya controlaban Francia, ejercieron control sobre parte de la estación. Albert Le Lay, que era el Jefe de la aduana francesa en Canfranc (1940-1957), se convirtió en reclutador de civiles para una red de espionaje contra el bando nazi. Entre ellos, algunos vecinos de Canfranc. Ello contribuyó también a que pudiesen salvar la vida cientos de judíos que consiguieron escapar por esta vía, y que documentación de gran calado político y estratégico, llegara a territorio aliado.

Mientras, crecía la actividad económica en torno a la estación, y se construyeron los edificios del barrio conocido como El Poblado, para los trabajadores. Al crecer la población, servicios como restaurantes, panadería, farmacia, tiendas, hoteles, y hasta el propio Ayuntamiento y el cuartel de la Guardia Civil se trasladaron a este “barrio” cada vez más grande, aunque alejado tres kilómetros del originario pueblo de Canfranc. Barrio que pasó a denominarse Canfranc Estación.

En 1970, se hunde el puente ferroviario de l'Estanguet, en el lado francés. Así se acabó la comunicación por tren con Francia por Canfranc y con la entrada en vigor del Tratado Schengen tampoco la aduana tuvo ya mayor sentido. La Estación Internacional, abandonada, fue cayendo en el olvido, llevándose por delante el mobiliario y los documentos que habían quedado allí. La nueva Dama blanca de los Pirineos

Hace años que por el túnel del Somport que une España con Francia, ya no pasa el tren. El edificio que albergaba la aduana, y los servicios de la estación ferroviaria de Canfranc, cayó en el olvido. Poco a poco, se deterioró de forma irremediable y esa decadencia visible pasó a convertirse en atractiva para muchos curiosos. Pero, a la vez, este silencioso retazo del pasado permaneció al arbitrio de cualquiera que quisiera entrar y coger lo que allí había. Eso, sin duda, contribuyó a que se perdiese gran parte de lo que había en su interior, documentación incluida.

Canfranc ha sido un hito y un mito en la historia de Aragón

En el año 2000 se aprueba la compra a ADIF, por parte del Gobierno de Aragón, del edificio de la Estación Internacional de Canfranc. A partir de ahí, se iniciaron las tareas de restauración. Las primeras intervenciones no llegaron a buen puerto. Y años más tarde, con la participación activa de la ESCyRA (Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Aragón), apostaron, según nos cuenta su director, Jorge Mustienes, por la repristinación del vestíbulo, o lo que es lo mismo intentar devolverlo a su estado original. “Canfranc ha sido durante años un hito y un mito en la historia de Aragón. Para muchas generaciones, subir a Canfranc a ver cómo era aquella parte de la historia, era casi como ir a La Meca para un musulmán”.

Grupo de turistas visitando la estación

Grupo de turistas visitando la estación Repor

El alcalde de Canfranc, Fernando Sánchez, explica cómo se trabaja en la rehabilitación y mejora de parte de las infraestructuras que rodean el Valle de los arañones, donde se encuentra la estación. En su día, el ingeniero Benito Ayerbe ideó la colocación de diques de contención y miles de árboles para frenar posibles aludes, y se canalizaron los torrentes para evitar inundaciones. Ahora, el edificio de la estación, renovado y convertido en hotel de lujo, ha abierto de nuevo sus puertas, mediante una concesión de explotación al Grupo Barceló, que gestionará el inmueble durante 69 años.

Hemos dado muchos años de vida a Canfranc

Sánchez asegura que se trata de una política que tiene como objetivo poder fijar población y que sin duda con esta inversión “hemos dado muchos años de vida a Canfranc”.

Para trabajadores de hostelería, como Sandra, la puesta en marcha de esta nueva infraestructura ofrece múltiples posibilidades a trabajadores de la comarca que se habían ido, y ahora han podido volver atraídos por sus puestos de trabajo. También para Valentina Vandici, jefa de coctelería, es una oportunidad de desarrollo profesional. Ella ha sido la encargada de crear los cócteles que se sirven con referencias, todos ellos, a la historia de la estación.

Canfranc Estación recobra la atención de miles de visitantes

La estación actual, a la que llega el Canfranero, recibe a los visitantes que llegan en tren, aunque ahora ha parado durante unos meses para acometer nuevas obras en el trazado. La explanada que antes ocupaban las vías, es hoy un jardín público con algunos elementos ferroviarios recuperados. Y, según Fernando Sánchez, los hangares que permanecen todavía sin reformar acogerán en el futuro, entre otras cosas, vivienda pública y un museo del ferrocarril.

Vestíbulo del interior de la estación

Vestíbulo del interior de la estación Repor

Pero lo que sí es ya una realidad es la nueva vida que la reforma estructural ha provocado ya en Canfranc Estación. Restaurantes y hoteles han podido comprobar cómo la vida ha tomado un nuevo impulso. También más trabajo para los guías turísticos, que atienden con sus visitas guiadas a grupos de decenas de visitantes, con las que pretenden dar a conocer la historia real de la zona, y desmentir los muchos mitos y leyendas que se han creado a su alrededor.

Mientras, cuatro kilómetros al Sur, permanece el núcleo urbano original. Es Canfranc, y muchos visitantes entran por error aquí cuando se dirigen a la estación. “Entran, dan una vuelta, preguntan y se van”, dice el presidente de la Asociación de Vecinos, Antonio Lamarcha. Los pocos vecinos que viven aquí reclaman servicios, porque no disponen de comercios básicos. Un único bar cubre las necesidades mínimas de alimentación y local social.

Lo que sí tienen es la iglesia, el albergue de peregrinos (Canfranc está en pleno Camino de Santiago) y el cementerio. El presidente de la asociación de vecinos de esta población denuncia que “Todo lo bueno se ha quedado en Canfranc Estación. Estamos luchando para que parte de lo que se consigue allí, venga también para aquí.”