'Pescar el salmón', la herramienta de Yago Álvarez para "empoderar a la población" frente a la prensa económica
- El autor denuncia en su libro un "filtro empresarial" que dificulta que haya prensa económica "de izquierdas"
Yago Álvarez pone frente al espejo las formas de hacer información económica. En una entrevista con RTVE y Radio Nacional de España, nos presenta su libro Pescar el salmón, bulos, narrativas y poder en la prensa económica, un alegato contra lo que considera las “dinámicas perversas” de la prensa, “no sólo económica”. Asimismo denuncia la creación "impostada" de narrativas y lo que considera fuentes teledirigidas e interesadas.
¿Te han llamado para entrevistas en la prensa salmón?
De momento en los puramente salmón ninguno. En el libro pongo ejemplos de la prensa salmón española por lo que creo que a muchos no les ha hecho mucha gracia el libro. Estoy recibiendo muy buenas críticas por parte de periodistas. Eso me alegra bastante. Es casi un órdago a la profesión y estoy muy orgulloso y muy contento de que a muchos periodistas les esté gustando, algunos vienen de secciones de política, otros de la sección de cultura, y algunos otros de la sección de economía.
¿Y algún compañero periodista para decirte: “Yago te has pasado”?
No, de momento no. Se está empezando a leer el libro esta semana. Está llegando a muchas manos, salió el día dos. De momento los que me han llamado o escrito ha sido para felicitarme.
¿Has querido hacer de alguna manera una enmienda a la totalidad de cómo se hacen las cosas en los grandes medios de comunicación?
En gran parte sí, aunque me he centrado en los medios económicos, al final las dinámicas que yo describo, de poder de control sobre los medios, o incluso el filtro, qué llega a ser noticia y qué no o qué interesa y qué no, y la generación de las narrativas, es común a toda la prensa.
Como la prensa económica es en lo que estoy especializado, creo que tienen un plus extra que es esa jerga, la imagen de ciencia casi exacta que se le ha dado a la economía, ha generado una barrera con la población. Para mí la intención del libro es empoderar a la población para enfrentarse a la prensa salmón. Yo lo que quiero es que la gente después de leer el libro diga, pues ahora voy a leer la economía y voy a tratar de entenderla siendo más crítico intentando desmontar las narrativas que me intentan inculcar.
¿Por qué esa dificultad del periodista para captar esas presiones, esos intereses que mueven a las fuentes?
En la profesión a veces nos cuesta parar. La estructura de los medios no deja al redactor parar y pensar. Necesita la generación de contenidos continuamente. Hay que estar sacando piezas en web de manera constante, hay que sacarlas los primeros. Todo esto unido a la cada vez más precarizada situación de la profesión de periodismo. De freelance se vive muy mal. Que te echen de un trabajo puede llevar aparejada una cruz que hace que no te contraten en otro.
Hablando de poder, hace unos días vimos a la vicepresidenta de trabajo Yolanda Díaz con tu libro en las manos…
Me hizo bastante ilusión. Además, fue dos días antes de lanzar el libro. Era el día de la segunda votación de la investidura fallida de Alberto Núñez Feijóo. Ese día se paseó por el Congreso con mi libro en la mano y sí, hace gracia.
¿La izquierda no tiene un referente salmón en la prensa económica?
Creo que en la izquierda, en cierto modo, nos hemos despreocupado por la economía. No digo que no haya muy buenos economistas en la izquierda, pero desde los movimientos sociales a veces nos hemos basado más en eslóganes, en la utopía, cuando hay mucho trabajo antes en materia de investigación económica. Luego está esa gente de izquierdas que sí se dedica a la economía, pero que le cuesta conectar con la gente.
¿Qué otras razones hay?
También hay un filtro empresarial que significa hacer un medio de izquierdas. Los grandes medios de derechas, de corte liberal o neoliberal tienen cientos de anunciantes, pueden hacer ampliación de capital que siempre va a venir un fondo de inversión a meter dinero, porque funcionan como una herramienta ideológica y de creación de opinión. Si eres un medio de izquierdas vas al contrario, si dices que hay que poner impuestos a los ricos, a las eléctricas, a la banca, ninguna de las empresas grandes te va a poner un banner de publicidad. Hay un filtro empresarial. Por eso siempre digo que si la gente quiere una información independiente tiene que pagar los medios de alguna manera.
¿Por qué los gurús económicos no rinden cuenta de sus errores?
La maquinaria de producir y consumir información está engrasada. El think tank produce un informe, el medio lo pone en toda portada si le conviene el relato. Si luego no ocurre, o no se dice o se pone en un recuadrito y ya está. Uno de los casos que he analizado es el del Instituto de Economía y Empresa, que pertenece a la CEOE, nada menos que de la patronal. Hace un año dijo que íbamos a entrar en recesión técnica en este último trimestre del año pasado y el primero de este. Cuando sale este titular se publica en toda la prensa en todos los periódicos, y cuando falla no pasa nada. El siguiente informe vuelve a estar en portada de todos los titulares.
¿Esto influye en la economía real?
Esto es muy peligroso, esas narrativas influyen. Si tú me dices 'vamos a entrar en crisis' y lo repican todos los medios, uno puede dejar de consumir, de cambiar de coche, se piensa comprar un piso, no reclamas la subida de sueldo a tu jefe…Eso retrotrae la economía y puede provocar una crisis. Hay algo malvado y peligroso en esta generación de narrativas y relatos, no les pasa factura porque no hay quien les señale, no hay otros medios que les digan “estáis fallando continuamente”.
¿Relato crea realidad?
Lo que se está haciendo es generar narrativas y relatos que convengan a los poderes que sostienen esos medios. Generar opinión. Esto va más allá de lo económico. Lo económico al final es político. Lo que se hace es generar opiniones que pueden cambiar el sentido del voto de mucha gente, o influir sobre tu consumo. Eso es muy peligroso para los cimientos de la economía y de nuestra democracia.