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Análisis

La guerra contra el periodismo

  • Un informe de la ONU establece que los derechos de la sociedad civil están siendo violados por las autoridades
  • A diferencia de la guerra de 2014, Israel no permite la entrada de la prensa extranjera a la Franja de Gaza

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Tanques israelíes se dirigen hacia la frontera de la Franja de Gaza
Tanques israelíes se dirigen hacia la frontera de la Franja de Gaza

Si los medios internacionales son objetivos, sirven a Hamás. Si sólo muestran los dos lados, sirven a Hamás. Mi argumento es que los medios no pueden decir que cuentan los dos lados de la historia. Si lo haces, estás sacando sólo uno: el de Hamás.” Con este discurso, arremetía el ex primer ministro israelí Yair Lapid, considerado de centro, contra la prensa extranjera el pasado 19 de octubre.

Lapid, que fue periodista antes que político, representa con sus palabras el discurso unívoco de los líderes israelíes, que deja escaso lugar a la disensión, al criticismo o a la denuncia: O dais únicamente nuestra versión de los hechos o estáis con el terrorismo. O estáis conmigo o contra mí.

“Sigo recibiendo amenazas, tengo miedo, pero no me voy a quebrar. ​

El periodista Israel Frey, israelí, tuvo que huir de su casa y esconderse, después de que cientos de compatriotas lo atacaran a él y a su familia, en su domicilio, por mostrar su empatía con los civiles muertos en Gaza. Grabó un vídeo en el que decía: “Sigo recibiendo amenazas, tengo miedo, pero no me voy a quebrar. Soy periodista y han ido a por mí porque hablé de la necesidad de empatía y de rezar por los niños de Gaza que están siendo masacrados”.

La violencia de los colonos

Denunciaba la detención y los despidos de lo que Israel llama “árabes israelíes”, la población de origen palestino que quedó dentro del Estado de Israel. También, la violencia ejercida por los colonos: "En Cisjordania la guerra se está utilizando como excusa para desterrar y limpiar pueblos palestinos. Colonos armados irrumpen y disparan a sus habitantes. En Qusra mataron a cuatro personas. Al día siguiente, en el funeral, mataron a un padre y a su hijo." En el vídeo se ve a un colono disparar a sangre fría a un civil palestino, delante del ejército israelí, que no hace nada por impedirlo.

Esa violencia colonial, exacerbada desde el pasado 7 de octubre, ya se había intensificado desde la formación del actual Gobierno israelí, el más radical de la Historia de ese país, y lleva décadas ejerciéndose con impunidad. ONG israelíes como B’Tselem o Yesh Din llevan años documentando los ataques de colonos, representados en el Ejecutivo actual, contra civiles palestinos.

Esos crímenes quedan a menudo sin castigo, a pesar de que las Convenciones de Ginebra prohíben expresamente que la potencia ocupante desplace población civil al territorio ocupado y asignan a las fuerzas ocupantes la responsabilidad de proteger a los civiles ocupados.

Violación de los derechos de la sociedad civil

La Comisión de Investigación Internacional independiente de la ONU publicaba el 8 de junio un informe en el que concluía que, en Israel y en el Territorio Ocupado Palestino, los derechos de la sociedad civil estaban siendo violados por las autoridades en todos los ámbitos a través de acoso, amenazas, arrestos, interrogatorios, detenciones arbitrarias, tortura y trato vejatorio e inhumano.

La investigación encontró que “la mayoría de violaciones se están cometiendo por las autoridades israelíes como parte del objetivo del Gobierno israelí de asegurar y consagrar su ocupación permanente a costa de los derechos de la población palestina”. Y citaba como ejemplo la consideración por parte de las autoridades israelíes de seis ONG palestinas como organizaciones “terroristas” de forma injustificada.

Ese informe también denunciaba que “las autoridades palestinas en las ocupadas Cisjordania y Gaza están tomando como objetivo a los defensores de derechos humanos palestinos y activistas de la sociedad civil con el objetivo de silenciar las opiniones discordantes”.

El Gobierno israelí ha pedido la dimisión del secretario general de la ONU, António Guterres, por declarar, en su petición de un alto el fuego humanitario inmediato: “Es importante reconocer que los ataques de Hamás no ocurrieron en un vacío. La población palestina lleva 56 años bajo una ocupación asfixiante.”

El Gobierno de Israel y su ejército tratan la masacre cometida por la milicia islamista de Hamás contra civiles y soldados israelíes el pasado 7 de octubre únicamente como un acto terrorista aislado.

Ponerlo en el contexto histórico del conflicto conflicto palestino-israelí, con décadas de ocupación israelí, que muchas organizaciones de derechos humanos describen como “apartheid” o “limpieza étnica”, es interpretado por el liderazgo israelí como un ataque contra su población, una justificación de la violencia de Hamás o un acto de antisemitismo. La necesaria contextualización que requiere el ejercicio periodístico recibe las mismas críticas.

El antisemitismo, tan execrable como cualquier discurso de odio, es el argumento que se está utilizando en Europa para prohibir manifestaciones en favor del pueblo palestino en Francia o llevar la “kufiya”, el tradicional pañuelo palestino, en universidades alemanas. Sin embargo, en medios de comunicación israelíes se están escuchando muchos mensajes de odio contra la población palestina (también de origen semita).

Los palestinos son peor que los animales

En una entrevista a la BBC en su canal en árabe, la presentadora pregunta al catedrático Mordechai Kedar por las declaraciones del ministro de Defensa israelí que llama a los palestinos “animales humanos”. La respuesta del catedrático israelí es: “Los palestinos son peor que los animales”. La periodista da por finalizada la entrevista. No ha habido condena pública de las palabras del ministro ni del académico. Cabe preguntarse qué hubiera sucedido si en lugar de “los palestinos”, el sujeto de la frase hubiera sido “los israelíes”. La deshumanización del pueblo palestino es una constante en el discurso oficial israelí.

Israel no permite la entrada de prensa extranjera a la Franja

A diferencia de la guerra de 2014, que los periodistas pudimos narrar desde Israel y desde Gaza, esta vez Israel no permite la entrada de la prensa extranjera a la Franja. Con esa limitación, el conflicto armado se cuenta físicamente desde Israel y Jerusalén, lo que permite un acceso directo a las víctimas de los ataques cometidos por las milicias palestinas, pero no a las víctimas de los ataques cometidos por el ejército de Israel.

Sólo los periodistas palestinos que siguen vivos (ya han matado a más de una veintena) pueden contarlo desde dentro. Como resultado, en la gran mayoría de los medios extranjeros, se humaniza a unas víctimas, mientras las otras aparecen como si fueran sólo cifras. La televisión qatarí Al Jazeera, prohibida en Israel, ha intentado poner rostro a algunos de los miles de civiles palestinos víctimas de los ataques del ejército israelí.

Pero todos los periodistas que hemos cubierto conflictos sabemos la importancia de ser testigos de primera mano de las atrocidades que se cometen en una guerra. En 2014, en el asediado barrio de Al Shajaïa, en Gaza ciudad, sentí y describí, por primera vez, el hedor de la muerte, el intenso olor a carne humana quemada, mientras me topaba con los restos de una ambulancia calcinada y sacaban en una camilla a una anciana que había muerto con su brazo en alto, como si pidiera ayuda.

La importancia de comprobar la realidad

Estar sobre el terreno es todavía más importante para comprobar cuál es la realidad, ante la versión interesada de los dos bandos. Cuando durante la cobertura de la guerra en Gaza de 2014, asistimos al primer ataque mortal en una escuela de la UNRWA, recibí en mi móvil un SMS del portavoz del ejército israelí que decía: “Ha sido el Hamás (sic)”.

Sobre el terreno, cuando mi equipo y yo examinamos el lugar, vimos que los restos de metralla y el cráter en el suelo, así como los testimonios de los testigos, eran indicios de que había sido un ataque israelí. Meses después, la investigación independiente de la ONU concluyó que los siete ataques a escuelas de la UNRWA, en los que habían muerto 44 palestinos, habían sido perpetrados por el ejército israelí. En el caso del homicidio de la periodista palestina Shireen Abu Akleh, las fuerzas de seguridad israelíes dieron diferentes versiones incongruentes con los testigos presenciales, hasta reconocer, meses más tarde, que había sido por el disparo de uno de sus soldados.

Muchos medios de comunicación repiten la frase: “El ejército israelí ha atacado X objetivos de Hamás”. Eso es lo que dice su ejército. En las imágenes que llegan desde la Franja, estamos viendo ataques a ambulancias, escuelas, panaderías, un supermercado, una iglesia, centros sanitarios, oficinas de medios de comunicación, incontables edificios residenciales…Sería mucho más apropiado decir: “El ejército israelí ha lanzado X ataques sobre la Franja de Gaza”, teniendo en cuenta, especialmente, que sus ataques ya han matado a miles de civiles y, entre ellos, a miles de niños.

Expertos de la ONU y organizaciones defensoras de los Derechos Humanos aseguran que los dos bandos están cometiendo crímenes de guerra y que, en la Franja de Gaza y en Cisjordania, hay indicios de una posible “limpieza étnica”.

A pesar de la invectiva de Yair Lapid contra los medios de comunicación extranjeros y de las continuas presiones por parte de las autoridades y la diplomacia israelíes para que contemos sólo su versión, con acusaciones incluso de terrorismo, es un deber del periodismo poner en tela de juicio la información que dan los contendientes y sacar conclusiones independientes.