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Análisis

Inventar la paz

  • La escritora española, Eugenia Rico, conoce bien Gaza y ha vivido años en Israel, donde tiene familiares y amigos
  • "La historia nos enseña que las guerras no sirven para nada", recuerda Rico recién llegada de la Feria de Fráncfort

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Ilustración de dos manos en forma de corazón encajando las piezas de un corazón roto donde la mitad es la bandera de Palestina y la otra mitad, de Israel.
"Condeno la violencia que sólo engendra violencia. Pido la paz y la palabra", escribe la novelista Eugenia Rico para RTVE.

Viví durante dos años en Israel. Vivía en Jaffa, a pocos pasos de donde había vivido el poeta estadounidense Raymond Carver. Y mi hija, que era casi un bebé, iba al colegio con los hijos de la poeta palestina Zahiye Kundos y del escritor colombiano Antonio Ungar. En ese tiempo estrené una obra de teatro con actores israelíes y músicos palestinos y un director de escena ruso.

No sabía lo que pasaba y corría con mi bebé en brazos bajo las sirenas

Yo había estado plantando olivos en Belén por la paz y al día siguiente de mi llegada a Tel Aviv, mientras tomaba un café en el Bulevar Rothschild, oí por primera vez las sirenas de la alarma antiaérea. Todo el mundo corría, y como yo no hablaba hebreo por entonces, no comprendía lo que decían. Me empujaban al refugio. Era un sótano negro y no sabía si nos habían tirado una bomba atómica o si había estallado la III Guerra Mundial. No sabía lo que pasaba y corría con mi bebé en brazos bajo las sirenas.

El olor del miedo

No pasó nada. No cayó ningún cohete sobre Tel Aviv, pero respiré el hedor al bajar al refugio oliendo el miedo en torno a mí. Las sirenas sonaron todo el tiempo. Alguna gente se quedaba a mirar cómo la Cúpula de Hierro neutralizaba los cohetes. A partir de ese momento cuando oigo las sirenas, incluso las de los bomberos, recuerdo el olor del miedo.

Aquellas bombas (de 2012 y 2014) ni fueron las últimas ni trajeron la paz

Esa fue la ofensiva contra Gaza que detuvo Hillary Clinton cuando era secretaria de Estado en 2012. Yendo al aeropuerto nos cruzamos con su limusina, que traía la paz. Pero Israel bombardeó Gaza en represalia, y aquellas bombas ni fueron las últimas ni trajeron la paz.

Así que mi estancia en Israel comenzó bajo las bombas. Yo, que había oído tantas veces a mis abuelos contar historias de nuestra Guerra Civil, y que pensaba que mi generación nunca iba a conocerlas. Y acabó cuando, en julio de 2014, salimos con mi bebé ―que tenía dos años más― en el último avión que despegó de Israel antes de que cerraran el espacio aéreo.

Bajo las bombas

Estuve en Israel entre dos ofensivas de Gaza. Entré bajo las bombas y salí bajo las bombas. Habíamos comprado el billete seis meses antes y, aun así, estuvimos casi un día esperando en el aeropuerto Ben Gurión con miles de personas que intentaban salir del país. Sentados en el suelo durante horas. Ancianos, ancianas, madres, padres, hijos... La Embajada de España nos había contactado por si hacía falta una evacuación. No hizo falta.

En ese bombardeo murieron 526 niños de menos de ocho años en Gaza. Y esas muertes tampoco trajeron la paz.

El único modo para conseguir la paz y la seguridad duradera para Israel es el camino de la conciliación

Todos estamos horrorizados y condenamos las muertes de inocentes civiles israelíes pero, precisamente para evitar más muertes, debemos hacer un llamado a la paz: y el único modo para conseguir la paz y la seguridad duradera para Israel es el camino de la conciliación.

Más de 2.000 niños muertos

En el momento en que escribo han muerto más de 2.000 niñas y niños. Y su sacrificio no traerá un mundo mejor ni más seguro para Israel ni para Occidente. Tampoco conducirá a la liberación de los inocentes rehenes israelís cuya suerte no parece importarle a nadie.

Cada bombardeo y cada niño muerto solo ha traído más violencia y más odio

Ha habido nueve bombardeos sobre Gaza y cada bombardeo y cada niño muerto solo ha traído más violencia y más odio. Como Amos Oz creo que solo una paz duradera traerá la paz y la tranquilidad al día a día de Israel.

Hoy viven un millón de niños en la franja de Gaza. Privarles de agua, de luz, de electricidad y llamarles animales, no es algo moral y no es sostenible. El camino de la violencia solo traerá más violencia, a corto y a largo plazo.

Las muertes de inocentes engendran odio, el odio engendra fanatismo y el fanatismo trae más muertes de inocentes. El único modo de romper este circulo infernal es pararlo.

Gente de buena voluntad

En estos momentos de dolor no son populares las llamadas a la paz y la moderación. Y precisamente por eso tenemos que hacerlas.

La mayor amenaza para la paz es creer que no es posible

La mayor amenaza para la paz es creer que no es posible. Y la paz no solo es posible, la paz siempre acaba por llegar. En un día, en un mes, en un año, en cien años. La historia nos enseña que las guerras no sirven para nada y que al final estalla la paz. Hay mucha, mucha gente de buena voluntad.

Solos somos pequeños, pero todos juntos en nuestras redes sociales, tuiteando, posteando por la paz, somos millones. Usemos ese poder mandando nuestros posts a nuestros representantes, a la Unión Europea y, sobre todo, a Estados Unidos. Porque ellos pueden parar el horror del que habló el escritor ucraniano Joseph Conrad. El horror contra el que escribimos.

"Podemos inventar la paz"

No tenemos alas y podemos volar. Hemos inventado el avión. No tenemos branquias y podemos estar bajo el agua. Hemos inventado el submarino. Y podemos inventar la paz. No podemos seguir resolviendo nuestros conflictos con guerras y matanzas como hace miles de años.

Creemos un movimiento de paz duradera. Ese será un invento mayor que la rueda

Somos seres creativos. Creemos un movimiento de paz duradera. Ese será un invento mayor que la rueda, más importante que las naves espaciales. Una verdadera evolución para la humanidad.

Nadie creyó a Mahatma Gandhi cuando, con la no violencia, prometió independizarse de los británicos. Y pocos me creerán hoy, pero yo os digo que necesitamos al Nelson Mandela del Oriente Medio, y está entre nosotros. En algún lugar entre los escombros está la esperanza de una salida para toda la región, que es como decir para el mundo entero.

Inteligencia contra la violencia

Para todos aquellos que no quieren entenderme: condeno firmemente el terrorismo de Hamás, pero pido que los niños y los civiles inocentes no paguen por ello.

Condeno la violencia que solo engendra violencia. Pido la paz y la palabra.

Es necesario un alto el fuego, diálogo y buscar una salida negociada

La mejor ayuda que Estados Unidos y la Unión Europea pueden ofrecer en este momento no es ayudar a la guerra, sino hacer realidad lo que hoy parece imposible a muchos. Pero no a mí, que conocí a tanta gente de buena voluntad en ambos bandos. Es necesario un alto el fuego, diálogo y buscar una salida negociada para no dar argumentos a los violentos, para acabar con la violencia de la única forma posible: con la inteligencia.