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Pasteles que "saben a España", muchas banderas y felicitaciones de cumpleaños: Madrid se engalana por Leonor

  • La princesa promete lealtad al cumplir los 18 años y 37 años después de que lo hiciera su padre
  • En las calles cercanas a la Congreso, vecinos de Madrid y turistas se han acercado a la ceremonia histórica

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Expectación en las calles de Madrid ante la jura de la Constitución de la princesa Leonor

En la Puerta del Sol, decenas de personas forman una cola para comerse uno de los pastelitos con la bandera rojigualda elaborados por la Asociación de Empresarios Artesanos del Sector de la Pastelería de Madrid. "Va rápido, va rápido", dicen quienes esperan en la línea pese al frío. Ciudadanos monárquicos que agitan banderas, grupos de adolescentes divertidas, algún turista asiático que aprovecha la ocasión… "¡Uno solo por persona!", comenta una mujer, que querría haberle llevado el bizcocho a su acompañante que esperaba fuera. "Y… ¿Está bueno?" "Claro, ¡sabe a España!".

Es 31 de octubre y en Madrid se celebra a la vez un cumpleaños y un acto institucional histórico para el país: 18 años desde el nacimiento de la princesa Leonor y 37 desde que el rey Felipe VI pronunciara la misma promesa de fidelidad a la Constitución, las leyes y los derechos de los ciudadanos y las comunidades autónomas que este martes le corresponde a ella por alcanzar la mayoría de edad.

El camino de la princesa

Además de comer pasteles, quienes solo unos minutos antes veían pasar el Rolls-Royce con la familia real de camino al Congreso de los Diputados luego escuchan el discurso de Francina Armengol y la jura de Leonor desde sus móviles. Un joven vestido con ropa vintage bromea cerca del kilómetro 0: "Han pasado delante de mí y estoy flipando. Parece la cabalgata".

Si los últimos meses de la princesa de Asturias fueran una película, esta encajaría en las llamadas coming-of-age, por el recorrido desde la juventud a la madurez de la protagonista. Solo en octubre se le ha podido ver en la jura de bandera como militar, en el desfile de la Fiesta Nacional y en los premios Princesa de Asturias, probablemente los últimos acompañada de su padre. Al comienzo de los actos de este martes, con los que asume su papel de heredera de la jefatura del Estado, la expectación por su llegada vuelve a palparse en el ambiente.

"¡Viva España!, ¡viva la Princesa de Asturias!". El silencio reina en el perímetro de seguridad que rodea el Congreso y se rompe solo por el grito de una mujer desde los balcones del hotel Villa Real o, quizás, la sede de la Organización Médica Colegial. Le siguen algunos vítores de respuesta, aunque no hay apenas ciudadanos cerca para elevar el volumen de la celebración: las primeras vallas de seguridad quedan al menos a 200 metros de allí. "¡Feliz cumpleaaañooos!", proclaman también desde el edificio de una aseguradora con vistas privilegiadas a la plaza de las Cortes. La cumpleañera sonríe y saluda. Los periodistas y reporteros gráficos lanzan ráfagas con sus cámaras, también a los reyes, la infanta Sofía y los presidentes del Gobierno, el Congreso y el Senado, que posan en una hilera ante los leones.

Sin señales de tráfico y con flores amarillas

Apenas una hora antes, en ese mismo lugar todavía se ultimaban los preparativos y hasta se retiraban las señales de tráfico para facilitar el paso y la visión. Entonces, la banda sonora la ponían los helicópteros que sobrevolaron el centro de la capital, las pruebas musicales de la banda militar y las interjecciones de los mandos de los ejércitos de Tierra, Aire, Armada y Guardia Real, para formar en la Carrera de San Jerónimo. Dentro del Congreso, los perros de la Policía Nacional acababan de rastrear los recovecos y pasillos, y algunos operarios apuntalaban las alfombras en el patio.

Nada parece haberse dejado al azar. Además de la Guardia Real, un hombre y una mujer de la Policía Nacional custodiaban a primera hora la puerta de Congreso junto al baldaquino que se fabricó para la coronación de Alfonso XIII. En los edificios de alrededor, vigilados por agentes armados en la azotea, muchos balcones lucen banderas de España. Únicamente la embajada mexicana rompe con la uniformidad del decorado y ha colgado en su lugar guirnaldas amarillas. Se trata de las flores llamadas cempasúchil, que traen a los difuntos de vuelta a nuestro mundo por el Día de Muertos. No hay afrenta posible cuando el fallo es del calendario: las dos primeras jornadas de noviembre son una festividad clave en México, patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

Al final, más allá del perímetro del Congreso y el recorrido hasta el Palacio Real, la vida cotidiana sigue su curso como día laborable, víspera de festivo, las horas previas a la fiesta de Halloween. A las 8 de la mañana, a unos 300 metros de allí, un hombre paseaba por el barrio de las Letras con una máscara de mono que sacaba sonrisas a los niños que van al colegio. Mientras, otros trataban de sortear los cortes en la calle para llegar a sus puestos de trabajo a tiempo y hasta alguna empleada de los hoteles del centro ha tenido que llegar escoltada hasta él. Es un día histórico, pero hay que ir a trabajar.