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Ida Vitale cumple 100 años, la poeta incandescente a través de sus palabras: "La vejez es mi segunda adolescencia"

  • Repasamos las claves de la obra literaria y de la vida de la Premio Cervantes uruguaya

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La ensayista uruguaya Ida Vitale, premio Cervantes 2018
La ensayista uruguaya Ida Vitale, premio Cervantes 2018

La poeta uruguaya Ida Vitale cumple 100 años con el torbellino de actividad que marca su temperamento. Lúcida, humorística e imparable ha publicado recientemente su joya inédita en España Donde vuela el camaleón (Lumen), y ha protagonizado el documental Ida Vitale de la directora María Arrillaga. Un rescate de sus recuerdos como última representante del movimiento de escritores de la Generación del 45 del que formaron parte Juan Carlos Onetti o Idea Vilariño.

"La poesía puede ser el centro de una vida y es sin duda el centro de este documental. El espectador encontrará una mirada fresca sobre el mundo, sobre la vida. Una mirada de asombro que permanece inquieta a los 100 años”, describe la realizadora sobre la fusión entre vida y versos que confluyen en Vitale.

Unas imágenes que siguen a la poeta hasta la entrega del Premio Cervantes en 2019 en Alcalá de Henares, cuando se convirtió en la quinta mujer en obtener el máximo reconocimiento de las letras hispanas. Vitale confiesa que al Quijote llegó tarde, ya de adolescente, pero la catarsis cervantina le alcanzó de pleno.

“Descubrí que era el libro de mi vida. Empecé a buscar a los 'quijotes' y a los 'sanchos'. Me sirvió como un tratado de psicología precoz para elegir a los amigos. Lo que comparto en mis libros con Cervantes es el humor con el que asumo todos los riesgos”, recordó cuando recibió el galardón.

La directora, María Arrillaga (i) y la poeta Ida Vitale, durante el pase de prensa del documental en Málaga EFE/Jorge Zapata

El gran público ha descubierto el universo Vitale y en los últimos cinco años le han llovido los reconocimientos: Reina Sofía de poesía (2015), Federico García Lorca (2016), Max Jacob (2017), Premio FIL de Guadalajara (2018), Cervantes (2018), Gran Premio Nacional a la Labor intelectual (2021).

La escritora, que con doce años leyó Guerra y Paz en su infancia de "niña rara" en la que tuvo a su alcance "una biblioteca completamente inadecuada", es autora de poemarios tan simbólicos como Palabra dada, Mella y criba, La luz de esta memoria.

La estación azul - Ida Vitale: "Si las hojas se ponen amarillas y caen" - Escuchar ahora

Nacida en Montevideo, tuvo que exiliarse a México empujada por la dictadura. Un país que considera su segunda patria, donde aprendió la “picosidad” del lenguaje y desarrolló una intensa actividad de escritura. “No me sentí perseguida directamente, era más bien un clima general”, afirma sobre el exilio.

Ensayista, crítica literaria, traductora, voraz lectora y docente durante años, Ida Vitale cumple cien pletórica: "la vejez es mi segunda adolescencia", subraya gozosa. Repasamos en sus palabras sabias las recetas de la poeta para la vida y la literatura.

El paso del tiempo y los laberintos poéticos

"El problema de tener cien años es que muchos no llegaron y extraño a mucha gente", explica en RNE. Es el principal inconveniente para Vitale ante el cambio de siglo: "Lo primero que debe hacer uno en la vida es olvidar las cosas malas".

Se inició en los versos con Gabriela Mistral, mirada azul, memoria prodigiosa, y una búsqueda incansable del compromiso del detalle en el lenguaje.

"Sigo buscando la palabra precisa en la poesía. En el verso hay que atreverse y el trabajo del lector siempre ayuda”, dice esta viajera incansable, casada dos veces, madre de dos hijos y abuela de tres nietos. "La poesía es indefinición y rarezas benditas", apuntala. ¿Cómo se define?: "Ante todo como golosa, me encanta el chocolate y eso no se quita con la edad". Y estalla su risa contagiosa, otro de sus rasgos indisolubles.

El poso "galdosiano" y referentes

Admiradora confesa de Borges y amiga personal de Juan Carlos Onetti, en cuyo discurso se inspiró para sus palabras en el paraninfo de la Universidad de Alcalá. La poeta es deudora de los versos de Juan Ramón Jiménez, al que valora como su padre literario, también idolatra a otro maestro: el poeta español José Bergamín que conoció en su exilio uruguayo como docente y que “marcó a toda nuestra generación de jóvenes”.

En su legado de la Caja de las Letras del Instituto Cervantes, que es una especie de cápsula del tiempo, Vitale depositó "su tesoro": Crítica trashumante, un manuscrito de Bergamín.

Además de la reverencia imprescindible a Cervantes, se declara profundamente "galdosiana" porque el autor de Fortunata y Jacinta es "el colmo del realismo". Guarda como un tesoro la carta de 1972 en la que Julio Cortázar le dijo "gracias por ser vos, por tu poesía ceñida y necesaria". De vez en cuando relee Alicia en el País de las Maravillas.

Cómo acercar a los jóvenes a la lectura

Profesora durante años, Vitale defiende con firmeza la lectura en la niñez y en la escuela como semillero de curiosidad. “No necesariamente tiene que ser algo correspondiente a la edad. A veces es tan importante entender como no entender y así salen las ganas de ir más allá. Y al niño se le da la sensación de adelantar la conciencia”.

Recuerda que en su casa había libros y por eso "quizá la culpa es de los padres. Lo normal es que uno se apropie de todo lo que hay en la casa empezando por los libros”.

Dedica a sus profesores palabras de cariño, en especial a la de italiano, “tuve excelentes profesores en todo, hasta en matemáticas”, una asignatura que me gustaba “pero era algo ajeno”, señala en una entrevista a EFE.

De vuelta a las nuevas generaciones, la premio Cervantes les recomienda “que no lean, a ver si por puro espíritu de oposición leen”, y señala que a ella lo que le fascinaba eran las novelas porque le contaban cosas que no existían en su vida real. “Me queda pendiente aprender a tocar el piano“, dice a los cien recién cumplidos como aviso a navegantes.