El resurgir de la silicosis: enfermar por pulir encimeras de cocina y baño
- Al menos 1.800 trabajadores padecen esta enfermedad por manipular aglomerados de cuarzo
- La multinacional Cosentino no informó de la peligrosidad del Silestone a pesar de conocer sus riesgos
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“Yo no tenía otra forma de enfermar que no fuera mi trabajo”, dice Guillermo García, 58 años, enfermo de silicosis y trasplantado de corazón. Él y otros cuatro compañeros denunciaron a su empresa, la marmolería Granitel, y al mayor fabricante de aglomerados de cuarzo, la multinacional Cosentino.
Tras un proceso de más de diez años, la justicia ha condenado al empresario y al fabricante por cinco delitos de lesiones graves y a ellos les ha indemnizado. “A mi esta sentencia me dio tranquilidad, lo he visto como una lucha de David contra Goliat”, confiesa Guillermo.
La resolución judicial demuestra que fue su empleo: cortando, puliendo y desbastando encimeras de cocina y baño, lo que les provocó la enfermedad. Queda demostrado que trabajaron sin las medidas de seguridad adecuadas, con unas mascarillas ligeras que apenas frenaban el polvo que lo invadía todo. Que el sílice de las planchas de Silestone y otras marcas similares como Compac les llegó hasta los pulmones.
El problema es el producto
La sentencia de Vigo (Pontevedra) prueba cómo Cosentino no informó a los marmolistas, ni a los distribuidores, ni a nadie de la peligrosidad de su producto a pesar de que ellos conocían los riesgos. La investigación de la inspectora de trabajo, María Luisa García, comprobó como Cosentino exportaba a Estados Unidos Silestone con unas fichas de seguridad en las que se leía claramente que "la alta concentración de sílice presente en el producto y la inhalación prolongada puede causar fibrosis pulmonar y silicosis”. Las planchas distribuidas en nuestro país no llevaron estas pegatinas de seguridad hasta 2010, por lo menos, según ha quedado probado en el juicio.
Los operarios de las marmolerías trabajaron las planchas de Silestone de la misma forma que la piedra natural, sin saber que estos aglomerados de cuarzo podían tener hasta un 90% de sílice, frente al 3% del mármol o el 40% del granito.
“El peligro está en el producto y, sobre todo, en el efecto cóctel que supone la suma de las partes“
Además, estos nuevos productos llevan en su composición cristobalita, resinas de poliéster y todo tipo de pigmentos. Para el Catedrático de Historia de la Ciencia de la Universidad de Granada, Alfredo Menéndez, "el peligro está en el producto y sobre todo en el efecto cóctel. No sólo en cada uno de los elementos que componen estos aglomerados, sino en el efecto que supone la suma de las partes".
Cosentino: 95 casos de silicosis en tres años
Cosentino es una multinacional ubicada en Cantoría (Almería), con más de cinco mil trabajadores -unos dos mil en Andalucia- y filiales en treinta países. Según los últimos datos disponibles, en 2021 facturó 1.400 millones de euros. Con el 90% del mercado es líder en el sector de las encimeras de cocina, su producto estrella el Silestone protagonizó en 2005 el primer anuncio de una marca española en la Super Bowl.
La empresa, a pesar de la sentencia de Vigo que les condenó a seis meses de prisión, insiste en señalar a los empresarios de las marmolerías como responsables del problema de la silicosis al no haber dotado a sus trabajadores de las medidas de seguridad necesarias para trabajar esta piedra artificial.
“Si eso fuese así -dice Alfredo Menéndez- no habría casos de silicosis en su fábrica y los hay. Solo entre 2019 y 2021, Cosentino reconoce 95 casos de silicosis entre sus trabajadores. Los mismos que se registraron entre los años 1975-1977 en la empresa Hunosa, en la que trabajaban entonces más de veinte mil mineros”.
“Trabajábamos en medio del polvo, no veías ni a un metro de distancia“
“Trabajábamos en medio del polvo, no veías ni a un metro de distancia", denuncia un operario de Cosentino al que le han diagnosticado silicosis fuera de la empresa. “Allí el médico de la fábrica te dice que estás como un cañón pero no es verdad”.
“Nos reubican, nos dicen que vamos a un sitio limpio, pero todos sabemos que allí no hay nada limpio”, nos cuenta otro operario. “Se callan bocas con dinero", denuncian ambos. "Nunca sabremos cuantos enfermos hay porque la empresa indemniza a los trabajadores, les hace firmar acuerdos de confidencialidad, se impone la ley del silencio”, afirman desde el anonimato.
“Si esos acuerdos de confidencialidad se firman antes de que hayan sido reconocidos como enfermos profesionales, no aparecerán en las estadísticas“
El silencio acompaña el rebrote de esta enfemedad. Parece una estrategia con la que la multinacional intenta frenar los posibles pleitos y mantener su reputación empresarial. “Si esos acuerdos de confidencialidad se firman antes de que los trabajadores hayan sido reconocidos como enfermos profesionales, no aparecerán en las estadísticas, -advierte Alfredo Menéndez- y eso genera ignorancia en la sociedad y entre los propios afectados”.
Vivir con fecha de caducidad
“Cuando pienso en Cosentino, siento rabia”, confiesa Ángel Castellano. Tiene 38 años, una silicosis complicada y una incapacidad total para su oficio. “Como empresario será una maravilla pero como persona, ¿cómo se siente uno cuando ha puesto en el mercado un producto que mata poco a poco a las personas?”, se pregunta.
“Puliamos con mascarillas de papel, no había aspiraciones, si te quejabas había otro esperando en la puerta“
Castellano, como muchos jóvenes de la comarca cordobesa de Montilla, trabajaron a destajo haciendo encimeras. "Había mucho trabajo, puliamos con mascarillas de papel, no había aspiraciones, si te quejabas de las condiciones, había otro esperando en la puerta”, recuerda este marmolista que solo tiene cotizados ocho de los veinte años que trabajó en el sector.
“Sientes un vacio en los pulmones que antes no tenías, no te puedes fiar, cualquier resfriado se puede convertir en una neumonía”, nos confiesa Ángel. "No puedes hacer planes, sabes que vives con una fecha de caducidad y eso es muy duro psicológicamente", explica.
Montemayor: zona cero de la silicosis
Miguel Córdoba Mora lleva diez de sus 41 años enfermo de silicosis. Empezó a trabajar en la marmolería nada más terminar el colegio. Eran los años del boom de la construcción y todo su pueblo, Montemayor (Córdoba), trabajaba en lo mismo.
Con algo menos de 4.000 habitantes esta pequeña localidad llegó a tener más de 40 marmolerías de las que salían cada día cientos de encimeras de cocina y baño para distintos lugares, desde la Costa del Sol hasta Madrid.
“Todos trabajabamos más o menos igual, en las mismas condiciones, con mascarillas de papel que no protegían mucho. El polvo que soltaban las tablas se colaba por todos lados", describe este hombre casado y con dos hijas.
“Nadie nos dijo que el Silestone, el Compac, y similares hubiera que trabajarlos de forma distinta al mármol o al granito“
Después de un autentico laberinto judicial y administrativo le acaban de reconocer su enfermedad como profesional. “A nosotros nadie nos dijo que el Silestone, el Compac, y similares hubiera que trabajarlos de forma distinta al mármol o al granito”, lamenta mientras reclama ante los juzgados una indemnización por daños y perjuicios.
Junto a otros enfermos, trata de organizarse para conseguir atención de las administraciones, visibilidad y ayuda psicológica. "Lo más duro es ver cómo te vas apagando poco a poco”, asegura. Con la esperanza puesta en una medicación que pueda frenar al menos esta enfermedad con la que convive y que ha reducido su capacidad pulmonar al 48%.
“Si se hiciera una búsqueda activa entre todos los que trabajaron del año 1990 al 2010 en las marmolerías, encontraríamos muchos más“
Según los datos del Hospital de Montilla (Córdoba), en el 2022, registraron cerca 90 pacientes de silicosis, la mayoría de ellos de Montemayor. El neumólogo Juan María Rubio reconoce puede ser la punta del iceberg porque “si se hiciera una búsqueda activa entre todos los que trabajaron del año 1990 al 2010 en las marmolerías, encontraríamos muchos más". Una opinión que confirma Miguel Córdoba: "Todo el pueblo trabajaba en lo mismo, si se hicieran pruebas saldrian muchos más enfermos".
Misma enfermedad, distinto apellido
La silicosis era hasta ahora una enfermedad vinculada sobre todo a mineros y canteros. De hecho, el Instituto Nacional de la silicosis nació en Asturias en el año 1970 con el objetivo de erradicar la enfermedad dada la su gran incidencia entre los mineros del carbón. Entre sus publicaciones hay una guia técnica para prevenir el riesgo por exposición a la sílice cristalina vinculada con la piedra artificial.
Según la doctora en Medicina del Trabajo-Preventiva y Salud Pública, Aránzazu Pérez Alonso, es la misma enfermedad pero con otro apellido. Las partículas de sílice se alojan en los alveolos de los trabajadores y van minando su capacidad pulmonar. Al tener este producto mayor cantidad de sílice, los marmolistas enferman antes, con exposiciones más cortas.
Los mineros solían enfermar al final de su vida laboral, con esta silicosis hay marmolistas enfermos con solo tres años de trabajo, explica esta experta. Para el neumólogo de Montilla, Juan María Rubio, la silicosis clásica era más lenta y menos agresiva, de esta silicosis cristalina sabemos que avanza incluso aunque el paciente ya no esté trabajando con los aglomerados de cuarzo.
La punta del iceberg
No sé sabe con certeza cuantos enfermos de silicosis puede haber en nuestro país. Como en todas las enfermedades profesionales, solo aparece la punta del iceberg.
Los últimos datos aportados por el CEPROSS, el organismo de la Seguridad Social, hablan de unos 3.000 enfermos de silicosis, de los cuales al menos 1.800 serían del sector de los aglomerados de cuarzo. Desde 2010, la silicosis es la primera enfermedad profesional en Andalucía.
De hecho, la Junta de Andalucía creó un programa integral de silicosis de Andalucía (PISA) que ha estado vigente hasta 2021. En esta fecha, se firmó un protocolo para crear el Centro Andaluz de Enfermedades Respiratorias de Origen Laboral (CAEROL).
En Andalucía están localizados dos grandes focos de enfermos, uno en Montemayor (Córdoba) y otro en Chiclana (Cádiz), la mayoría de ellos, con el mismo patrón: hombres jóvenes en torno a los 40 años que trabajaron en contacto con el sílice de la piedra artificial.
Muchos de ellos, están reclamando a los fabricantes, a los empresarios, a las mutuas e incluso a las compañías de seguros por qué nadie supo ver que ese producto tan novedoso que generaba tanta riqueza les ha enfermado.
Como dice Serapio Martin, abogado laboralista, "todo lo que podía fallar, falló". "Este caso debería ser estudiado en las escuelas de negocios por su doble cara: en la cara A, un modelo de éxito empresarial, pero en la cara B, ha dejado una epidemia de silicosis de la que tendremos que seguir hablando dentro de muchos años".