Carlos Dada, director de 'El Faro': "Bukele está a un paso de convertirse en dictador"
- Su libro 'Los pliegues de la cintura' recoge diez crónicas que recorren y nos acercan a Centroamérica
- Narcotráfico, corrupción, pandillas, crimen organizado o migración son algunos de los temas que trata
Antes de llegar al poder, el líder de El Salvador, Nayib Bukele, dijo que una misma persona no podía ser presidente "dos veces seguidas". Ahora, con un estado de excepción a sus espaldas y una lucha abierta contra las maras, el candidato que se alzó con la presidencia hace ya más de cuatro años se encamina a la reelección inmediata en las próximas elecciones, una maniobra que prohíbe expresamente la Constitución del país que gobierna.
La actualidad política y social de este y otros países de Centroamérica llevaron al periodista salvadoreño y director del diario El Faro, Carlos Dada, a retrotraerse al pasado y recuperar una serie de textos construidos a base de recorrer e indagar en una región repleta de vasos comunicantes, de historias comunes, pero también diversas y, a menudo, olvidadas.
'Los pliegues de la cintura' es un libro construido a través de diez crónicas escritas en la última década que hablan del poder de las élites, corrupción, narcotráfico, crimen organizado y la violencia estructural que azotan la región, entre otras cuestiones, y que actúan como piezas de un puzle que sirve para entender "cuál fue el paso anterior" y para saber "de dónde venimos" para llegar a donde estamos, tal y como explica el autor en una entrevista con RTVE.es en Casa América, que acogió la presentación.
PREGUNTA: Dices en una de tus crónicas que la violencia es “la historia” de El Salvador y, al hablar del asesinato de una joven por las pandillas, mencionas lo cotidiano de unos hechos que serían excepcionales en otros países. Diez años después de ese texto, Bukele libra una guerra contra las maras que parece cumplir con su objetivo de reducir la violencia en las calles. ¿Está siendo efectiva su política?
RESPUESTA: Es efectiva para sus intereses electorales, para su proyecto de acumulación de poder y para la narrativa que quiere imponer sobre lo que está pasando. Lo es a corto plazo en la vida de quienes habitan esas comunidades que antes estaban controladas por pandillas que ahora ya no lo están. Luego viene todo lo demás. Llevamos casi dos años con nuestros derechos seriamente restringidos; ahora un policía te puede detener sin una orden judicial y meterte en la cárcel sin que puedas ver a tus abogados, a tus familiares, a nadie.
Según organizaciones de derechos humanos, de los casi 100.000 detenidos en este año y medio, ni siquiera el 30% tienen vínculos con las pandillas. Este es el nivel de abuso que hay del poder, pero el discurso de Bukele es que hay que pagar un precio para, por fin, librarnos de esto. La gente tiene razón en celebrar que ahora no estén en sus calles. Pero esta no es la solución.
Las pandillas son un cáncer en este país, pero no bajaron de una nave espacial. Son el producto más violento de una sociedad con un tejido social roto y de una sociedad podrida en muchos sentidos. Si no soluciona el problema estructural, lo que estás haciendo son curitas. En las comunidades, lo que ya no hacen los pandilleros lo están empezando a hacer ahora policías y soldados. Algunos de ellos ya han sido denunciados por violaciones, amenazas y extorsiones; y el gobierno no quiere rendir cuentas de absolutamente nada. Estamos asistiendo a la sustitución de una organización criminal por otra más poderosa.
Ya lo decía Monseñor Romero, que es la guía, la luz espiritual de mi país. Lo decía en los tiempos de la guerra, que mientras no solucionen las causas estructurales de la violencia, no la están solucionando.
P: En tu libro conocemos a distintos personajes víctimas de violaciones de derechos humanos y masacres, como la de la población ixil en Guatemala, o la de El Mozote en El Salvador, que no están tan lejanas en el tiempo, y que se topan con la impunidad de la que gozan sus responsables. ¿Cómo afectan esas heridas todavía abiertas a las sociedades actuales que también lidian ahora con la actual espiral de violencia?
R: Esto tal vez en España se entienda mejor. Mientras no soluciones aquellas atrocidades, es muy difícil que logres aprender de las lecciones de la historia. Lo estamos viendo hoy en Guatemala, por ejemplo. Esa retoma del poder por un grupo de poderes fácticos, de empresarios, de políticos corruptos, de exmilitares y de narcotraficantes... es en parte una consecuencia de las cosas que no se lograron resolver antes. Si estamos ahora volviendo a una dictadura en El Salvador con el aplauso de la gente es, primero, porque no hemos ajustado cuentas con nuestro pasado.
En Centroamérica siempre vamos dos atrocidades tarde. Si no hemos logrado hacer ese ajuste de cuentas, de demostrar que permitir el ejercicio del poder sin límites no trae buenas consecuencias. Si no hemos sido capaces de aprender de la historia, que no puede ser que quien robe una gallina tenga mayor castigo que quien comete crímenes de guerra. No podemos aspirar a ser mejores sociedades mientras sigamos aplaudiendo la represión como solución a nuestros males. Por eso creo que vamos dos pasos para atrás, siempre.
“"Cuando un presidente puede violar seis artículos constitucionales sin que eso tenga consecuencias, ese presidente ya no tiene límites para su ejercicio del poder"“
P: Has mencionado la vuelta a una dictadura en El Salvador. El propio Bukele, antes de llegar al poder, llegó a calificar de “dictadores” a Juan Orlando Hernández y a Daniel Ortega. Ahora, hace unos días, el Tribunal Supremo Electoral ha avalado su candidatura a la reelección, pese a lo que dicta la Constitución salvadoreña. ¿Qué supone esta decisión y que puede implicar la reelección de Bukele?
R: Cuando un presidente puede violar seis artículos constitucionales sin consecuencias, ya no tiene límites para su ejercicio del poder, y esto es una base fundamental para la democracia. Ahora tenemos hasta fecha de nacimiento de esa dictadura. Será en febrero, para su reelección inconstitucional, o el 1 de junio del otro año, cuando tome posesión. Pero sabemos que Bukele está a un paso de convertirse en dictador.
La resolución del Tribunal Supremo Electoral avala un acto inconstitucional. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Primero fue la destitución de los magistrados de la Corte Suprema, un golpe de Estado al Poder Judicial, porque fue una destitución inconstitucional. Después, el nombramiento de los nuevos magistrados por esa misma asamblea controlada por Bukele, también fuera de lo que establece la Constitución. La primera resolución de esa nueva Corte Suprema fue la que tenía que ver con la reelección. Por tanto, todo ese proceso está viciado.
Después, la Asamblea de mayoría de Bukele aprobó una ley que prevé 15 años de prisión para quienes obstaculicen el registro de una candidatura. Con eso, le amarró las manos a los magistrados del Tribunal Supremo Electoral. Supongo que les dio miedo exponerse a 15 años de cárcel.
P: En abril se tomó la decisión de trasladar la sede de El Faro a Costa Rica por las difíciles condiciones para realizar vuestro trabajo. ¿Cómo es ejercer el periodismo en Centroamérica?
R: En otros países de la zona es bastante más difícil. En Nicaragua, la dictadura de Ortega ha cerrado casi todos los medios y hay más de 200 periodistas en el exilio. En Honduras, van 100 colegas asesinados este siglo. La salida de Juan Orlando Hernández y la llegada de Xiomara de Zelaya no ha cambiado tanto las cosas. Hay campañas de deslegitimación y ataques desde el poder. Han desmantelado el sistema de protección de periodistas y la Nueva Corte Suprema ha sido incapaz de llevar a juicio ninguno de los casos de asesinato. La impunidad se ha visto reforzada.
En Guatemala, uno de sus periodistas más prominentes, José Rubén Zamora, está preso. Hay colegas sometidos a procesos judiciales y casi 20 se han tenido que ir porque el grupo que controla el poder le considera una amenaza. Incluso en Costa Rica, la más antigua democracia de toda América Latina, vive un retroceso con un gobierno populista que está convirtiendo a la prensa en el enemigo público del poder.
Estamos atravesando un momento difícil, pero a pesar del acoso, de las amenazas, nunca antes en la historia se había hecho mejor periodismo en Centroamérica. Y yo creo que esto es una gran noticia.
P: ¿Y qué ocurre en El Salvador?
R: No es que a este gobierno le parezcamos más incómodos que los anteriores, es que este gobierno tiene mayores recursos y herramientas institucionales para perseguirnos. Estamos sometidos a un acoso fiscal, nos han acusado de lavado de dinero y de evasión de impuestos, están tratando de criminalizar el oficio periodístico. Han mandado drones a nuestras casas, nos han metido Pegasus en nuestros teléfonos, persecuciones físicas, campañas de deslegitimación, de amenazas y de injurias contra nosotros. Eso nos obligó a mover el periódico a Costa Rica, aunque la mayor parte de la redacción sigue ejerciendo en El Salvador.
P: Os definís como un periódico en resistencia. ¿Qué implica estar en resistencia?
No concederle a una dictadura todo lo que pretende ejercer en cuanto a censura y supresión de pluralidad de voces en una sociedad. La resistencia implica ser un obstáculo para esos objetivos, lo cual nos obliga a consolidar una pluralidad de voces en el periódico, a ser mucho más rigurosos en nuestros estándares periodísticos, pero a resistir a los embates del poder para silenciarnos, a combatir la censura activamente y tratar de buscar mecanismos de mayor solidez gremial para defendernos entre todos y no dejar más grietas abiertas para los dictadores. Por eso lanzamos la Red Centroamericana de Periodistas, algo histórico, ya que por primera vez el periodismo centroamericano se sienta a hablar como una sola cosa.
“"Lo peor que nos podría pasar es que cuando esto termine, volvamos al país que teníamos"“
P: “Probablemente, la última generación con sueños fue la que nos precedió”, mencionas en una de tus crónicas sobre El Salvador. Tu libro recoge también la realidad de otros países donde la violencia, el narcotráfico, el crimen organizado se desarrollan bajo el amparo del poder de las élites. ¿Cómo valoras la situación actual en la región? ¿Hay esperanza?
R: Yo tengo una esperanza y mi esperanza tiene sustento; y ese sustento es la historia. La historia te dice que esto también terminará, lo dice la historia de todos los capítulos de nuestras vidas nacionales en cualquier país del mundo. Esta parte, esta etapa, también pasará. Eso ya es un argumento para la esperanza.
Mi esperanza es que todos en este camino, porque no acabará mañana, vayamos aprendiendo que lo peor que nos podría pasar es que cuando esto termine, volvamos al país que teníamos. Y, parte de esas reflexiones es lo que dio origen a este libro, para pensar cuál fue el paso anterior, de dónde venimos para llegar a esto. Cómo se explica que de la nada venga un tipo que no parecía poder tener cabida en El Salvador, a soplarle a todas nuestras instituciones democráticas hasta que se cayeron. Y revisando los materiales anteriores, pensé que empaquetar algunas de estas crónicas sobre los pliegues, que son estas zonas donde no pega la luz, podían ayudar a explicar todo lo que falló, todo lo malo que habitaba en nuestros países.
Yo finco mis esperanzas en que las nuevas generaciones sabrán asumir el protagonismo que la historia les empieza a demandar y en que aprendan las lecciones de nuestro pasado.
P: Hablas de los jóvenes y de la necesidad de aprender de los errores del pasado para no repetirlos pero, si ellos no tienen presente eso que pasó en el pasado, ¿no es muy complicado que esos errores no se repitan?
R: Por supuesto que sí, pero uno de los gremios que están más activos y más valientes en Centroamérica son los historiadores. En El Salvador hay uno en concreto, Héctor Lindo, que se retiró y ha empezado a hacer 'TikToks' donde explica a partir de la historia qué está pasando ahora que esta no es la primera vez que alguien viola la Constitución para reelegirse, y cuáles fueron las consecuencias. Y hay otros historiadores en Guatemala, en Costa Rica hablando por donde pueden, tratando de que la historia nos sirva como herramienta para entender esta parte de nuestra historia y que no se nos olvide las lecciones que nos dejó. Las nuevas generaciones, tarde o temprano, tendrán que asumir un protagonismo político, el que mi generación fue incapaz de asumir.
P: ¿Y crees que las circunstancias acompañan para asumir ese protagonismo político con éxito?
R: Sí, por una cosa, porque ahora en Centroamérica hay una mayor clase media que la que teníamos en los años de las dictaduras militares, y se supone que ahí es donde reside el conocimiento y la iniciativa política. Ahora hay cada vez más jóvenes, mira Nicaragua, la revuelta contra Ortega empezó en las universidades. Lamentablemente, terminó como terminó, pero esa solo fue una batalla. Ahora hay una generación rota que está asumiendo su vida política desde el exilio, reorganizándose y teniendo mucho peso e incidencia en la vida nacional.