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Una terraza con vistas a las protestas durante la investidura de Pedro Sánchez: "Esto no se había visto nunca"

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Investidura Pedro Sánchez: Una terraza con vistas a las protestas frente al Congreso
En el Starbucks con terraza a la glorieta, los clientes recogen su café americano y se sientan en las mesas con vistas a la manifestación.

"Esto no se había visto nunca", dice una mujer. Las palabras resuenan porque ya se han escuchado antes en la mañana del miércoles 15 de noviembre en Madrid. "¡Ni en cincuenta años de democracia!", coincidía antes un taxista, redondeando hacia arriba con el cómputo. "Ni cuando estaba ETA", opina luego ella. Sin embargo, estos dos ciudadanos no hablan exactamente de lo mismo. Ella señala el cordón policial que rodea el Congreso de los Diputados y él, al autobús descapotable de la asociación ultraconservadora Hazte Oír, que circula de arriba a abajo por el Paseo del Prado.

"¡Sánchez TRAIDOR!", se lee en el costado más próximo del vehículo negro y naranja. Al fondo, dos hileras de vallas, con otras muchas en zigzag, marcan el perímetro de seguridad que rodea la carrera de San Jerónimo y sus accesos. Atrás, una línea de agentes de policía. Atrás, metros y metros hasta llegar a los leones. Centenares de personas se concentran ante la Fuente de Neptuno para protestar por la amnistía y los pactos de investidura, mientras Pedro Sánchez expone el proyecto de Gobierno ante sus señorías dentro del Congreso.

La unanimidad está, por lo tanto, en que es un día excepcional. En el Starbucks con terraza a la glorieta, los clientes recogen su café americano y se sientan en las mesas con vistas a la manifestación. Todas las sillas están giradas hacia el grupo que ondea banderas de España, como en los cafés parisinos que miran siempre a la calle, como si al fondo se pudiera ver un atardecer sobre el mar.

Entre quienes toman bebidas calientes en vasos navideños, se encuentra una donostiarra de pelo cano y abrigo colorido. Es ella quien comenta sorprendida lo, a su parecer, insólito del perímetro de seguridad y asegura que pronto se unirá a los manifestantes, en cuanto se deshaga del frío en el cuerpo. "No es porque el Gobierno sea socialista", insiste sobre sus motivos para protestar por la amnistía para los encausados por el ‘procés’. "Los extremos son los que están ahí. Y los de centro… dejándonos pisotear", asevera.

"El ‘prensa española manipuladora’ nos lo han robado"

Un par de mesas más allá, en la misma cadena de cafeterías estadounidense, tres jóvenes catalanes apuran sus tazones. "De Manresa, Tarragona y Barcelona", se numeran, y confiesan que han venido a "cotillear", a ver cómo se desarrolla la protesta "del otro lado". "Yo estoy a favor de la amnistía. Estuvimos en las manifestaciones de allí y tengo amigos represaliados", apunta él, que ahora estudia un máster de Recursos Humanos en Madrid. "Hablamos bajito para que no se note", bromea con sus amigas, y añade entre risas: "Y que conste que el ‘prensa española manipuladora’ nos lo han robado. ¡Eso era nuestro!".

El cántico aún tardará unos minutos en empezar. Por el momento, se escuchan pitidos e insultos a Pedro Sánchez y se pide la cárcel para Carles Puigdemont. El resto del retablo de la terraza con vistas privilegiadas lo completan algunos periodistas gráficos, que han establecido ahí su campamento base: el activista de extrema derecha Bertrand Ndongo, junto a un camarada de chaqueta Helly Hansen (HH); y dos ciudadanos que comparten sus experiencias de la semana pasada en las concentraciones de Ferraz. El interior, en cambio, se mantiene ajeno al bullicio y una chica lee concentrada un libro de espaldas a la ventana.

"A esta hora estaríamos llenos"

En las calles aledañas, se extiende el dispositivo de la Policía Nacional. Botas, gorras, vallas, armas y "lecheras": todo dispuesto, si bien, el barrio se mantiene tranquilo como cualquier miércoles del mes. Quizás, "demasiado" tranquilo para los bares de la zona. "Se nota, se nota. A esta hora estaríamos llenos", dice sobre las 13.00h la camarera de un taberna castiza de la zona, que lo achaca al corte de las calles a coches y viandantes.

El equipo interracial de más de seis camareros, entre la sala y la barra, pulula alegre en el interior del local, el más cercano a la valla del perímetro de seguridad del Congreso. Pero no parecen preocupados por lo que sucede solo a unos metros de allí. Mientras tanto, comparten descuentos del Black Friday y comentan el "racismo" de un incidente pasado. Turistas, vecinos y manifestantes comienzan a llenar este y otros bares en la misma calle. Solo uno de ellos tiene un televisor con la emisión de la investidura en directo, aunque han bajado el volumen y encima se escucha música pop en español. La investidura sigue, pero es la hora del vermut.